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Por Homero Carvalho Oliva

El gobierno decretó cuarentena. Aislamiento preventivo para evitar contagiarse. Abastecerse de desinfectantes, jabón sólido y líquido, alcohol en gel, víveres, agua, vino, dulces, libros. Lavarse las manos es imprescindible, hacerlo al llegar de la calle; antes y después de preparar la comida; luego de ir al baño, si tocaste un pasamano, el celular o algún electrodoméstico: Lavarse. Lavarse. Lavarse, esa es la consigna, lavarse. Evitar salir, si tenemos que salir, debemos lavarnos las manos durante un minuto, desinfectar la ropa y lavarla con lavandina; dejar los zapatos en la puerta luego de rociarlos con Lysol. Aparecieron los primeros muertos en el país. Se extremaron medidas. Solo se puede salir un día a la semana. Lavarse. Lavarse. Los muertos se multiplican por el mundo, en Guayaquil los tiran a la calle. En nuestras ciudades hasta filman la tragedia de los que están muriendo, “tenemos las imágenes”. Morir ya no es digno. Habría que lavar las pantallas de los televisores y remojar en salmuera la conciencia de los conductores de programas televisivos. Lavarse las manos; lavar la ropa, las verduras, las conservas, todos los recipientes, los muebles, el piso, lavar todo. Todo, no olvidarse de nada, puede ser peligroso. Solo puedo salir los lunes, compro jabón, desinfectantes y alimentos. Leer la etiqueta de los jabones y cerciorarse si tienen desinfectante. Lavarse las manos, lavar la ropa… no, mejor tirarla junto con los zapatos. Así evitamos meter el virus a nuestros hogares. Ya no sé en qué día estoy. 90 días, cien días… Usé mi último barbijo y mis últimos guantes. No puedo salir, en la calle detienen a los que andan sin tapabocas. Ahora hago pedidos. Después de que traen los víveres y los jabones tiro la ropa a la basura, ya ni sé para qué servían los zapatos. Lavarse las manos después de ir de un cuarto a otro porque por las ventanas se puede contrabandear el virus. Cerrar todo. Creo que de tanto lavar mis manos están muy delgadas, la piel se ha vuelto transparente, veo las falanges. Miro mis manos, toco mi cara, mis manos están frías. Mejor bañarse seguido, ya no tengo pelos en la cabeza, me los arranqué porque dicen que el virus puede anidar en los cabellos y también me depilé. No sé por qué no aparece el chico de los mandados, ya no viene ningún delivery, mejor que no vengan, vienen de estar con otra gente, es peligroso, pueden contagiarme. Esta noche volveré a lavar mis huesos, uno por uno, los enjuagaré con lavandina, los desinfectaré y los guardaré en un baúl con naftalina. Toda precaución es poca. Debo sobrevivir.

HOMERO CARVALHO

Es escritor y poeta boliviano. Ha obtenido varios premios en cuento, poesía y novela a nivel nacional e internacional. Su obra literaria ha sido publicada en otros países por prestigiosas editoriales y traducida a varios idiomas. Poemas, cuentos y microficciones de él están incluidos en más de cincuenta antologías internacionales, además de revistas y suplementos literarios por todo el mundo. Es autor de antologías de poesía boliviana, de cuentos y microcuentos internacionales publicados en varios países.

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