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Desde el inicio de la pandemia y mientras Latinoamérica se encontraba aún en confinamiento, países de otros continentes ya manejaban un nuevo concepto para garantizar la continuidad de las operaciones industriales, comerciales y de servicios. Entonces trabajaron en los denominados “protocolos de bioseguridad”.

¿Por qué estos protocolos eran y son tan importantes, más allá de lo legal? Bien elaborados y basados en la realidad de las empresas, recopilando, además, información apropiada de cada sector y sin dejar de mirar lo que también se hace en otros países, permiten a las empresas lo siguiente:

  • Evaluar los riesgos a todo nivel, es decir no sólo evaluar el riesgo en el trabajo, sino también en los hogares de las y los trabajadores. Al traspasar la barrera del trabajo por responsabilidad empresarial frente a Covid-19, el beneficio es tanto para la empresa como para sus trabajadores y las familias de estos. No hay que olvidar que el contagio puede producirse en la empresa o en la casa, por tanto, cubrir este esquema incluso sería de responsabilidad social compartida.
  • Implementar las medidas de control de riesgo de contagio en todas las actividades que lo requieran, incluyendo el transporte al lugar de trabajo, el acceso, el puesto de trabajo propiamente dicho y las actividades complementarias como uso de sanitarios, comedores, áreas comunes etc.
  • Implementar controles restrictivos para el ingreso de personas a la empresa, lo que implica activar mecanismos como la toma de temperatura, cuestionarios de síntomas, pruebas rápidas, etc. Las empresas que han establecido algún tipo de control de acceso de este tipo han podido evidenciar lo importante que es poner este tipo de filtros para restringir el acceso de personas sintomáticas que puedan contagiar (a nuestros usuarios o trabajadores).
  • Proveer dentro de las instalaciones insumos de bioseguridad para que las personas puedan cumplir con la rutina adecuada de desinfección y/o lavado de manos. Si se va a exigir este tipo de medidas, se deben garantizar las condiciones para hacerlo.
  • Aplicar medidas técnicas restrictivas para disminuir aforos, separar puestos de trabajo y otros similares que ayuden a disminuir la probabilidad de contagio, donde no se puede garantizar un adecuado distanciamiento físico.
  • Seleccionar equipos de protección personal adecuados de acuerdo al nivel de riesgo por la naturaleza de las actividades.
  • Desinfectar y garantizar condiciones ambientales para aquellos trabajos que no puedan realizarse al aire libre o con la ventilación adecuada.
  • Tratamiento y plan de acción en caso de detectar un infectado en las instalaciones, cómo proceder con la derivación pero sobre todo la investigación de contactos para aislarlos lo más rápido posible y así detener el contagio masivo.

¿Y qué pasó con los protocolos de seguridad en Bolivia? Desde la etapa de desconfinamiento en junio de 2020, el Gobierno boliviano instruyó que todas las empresas presentaran sus protocolos de bioseguridad al Ministerio de Trabajo, los que debían incluir todas las acciones para garantizar la bioseguridad de sus usuarios y trabajadores, a fin de reactivar la economía sin que significara poner en riesgo la salud de la ciudadanía. Es más, se elaboró desde el Ministerio de Trabajo una serie de guías por rubros para que en las actividades esenciales se empezara a planificar y replicar las medidas de bioseguridad básicas y generales, además de dar una pauta sobre algunos requisitos que debían analizarse en cada tipo de empresa, dependiendo del nivel de riesgo al que se exponían sus usuarios. Estos protocolos debieron presentarse hasta máximo 15 días después de iniciarse las operaciones y eran pasibles a inspecciones y sanciones si no lo hacían.

¿Y qué pasó? Nada… Triste, pero cierto, no pasó nada.

Lo cierto es que pocas son las empresas en Bolivia que cumplieron con la normativa, así como pocos los profesionales que prestaron el servicio de asesoramiento correcto para que se pueda hacer este documento de vital importancia como debe ser.

También nos enfrentamos al cambio de gobernantes que por diferentes razones invalidaron la normativa de la gestión previa y convocaron a una nueva etapa de presentación de este documento, aumentando los plazos, los requisitos y sobre todo el contenido. Este documento les debía servir a las empresas para:

  • Gestionar el riesgo de contagio de coronavirus y establecer medidas técnicas adecuadas para prevenirlo.
  • Planificar una adecuada gestión de aprovisionamiento de recursos necesarios.
  • Establecer los mecanismos de acción y toma de decisiones necesarias para controlar los contagios dentro de la empresa si estos ocurriesen, enmarcando así un plan global de acción, incluyendo los entes gestores de salud.

La verdad es que este documento es una herramienta poderosísima en el plano preventivo, pero siempre y cuando esté bien elaborado y luego aplicado, y puede servir para enfrentar la nueva normalidad hasta lograr la estabilidad y la verdadera reactivación económica que ansiamos todos. Sin embargo, en el caso boliviano la realidad es la siguiente:

  • Pocas empresas presentaron los protocolos en los plazos establecidos y nuestra viveza criolla nos ha llevado, como siempre, a pedir más tiempo para hacerlos.
  • Los que han presentado sus protocolos lo han hecho sobre la línea de muerte en el plazo establecido.
  • Pocas empresas han hecho sus protocolos con el asesoramiento de un profesional en prevención acreditado.
  • Algunos profesionales inescrupulosos han convertido a esta labor en una oportunidad para lucrar y lo han hecho incluso de una manera poco ética, es decir vendiendo protocolos aparentemente “baratos”; pero que no responden a la necesidad de la empresa y han sido tan solo un “copy-paste” de internet.

Y bueno, casi 15 meses después del primer caso de Covid-19 en Bolivia, tenemos pocas empresas que realmente merecen un reconocimiento por haber dado continuidad a sus procesos, controlando el riesgo en sus instalaciones.

Si lo vemos en grueso, es cierto que un buen protocolo de bioseguridad puede parecer muchas veces un documento robusto, pero sirve de guía para tomar decisiones oportunas, garantizar las mejores condiciones en todo el sentido de la palabra y para evitar los contagios tanto en el trabajo como en las actividades que permiten que una persona llegue a su fuente laboral, tal el caso del transporte.

Tal vez algún día entenderemos por qué se deben hacer las cosas más allá de que alguien nos obligue mediante ley a hacerlas. Ese día, todo saldrá mejor. Por el momento, así está Bolivia.

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