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"¡Ya no puedo más! De sólo pensar en ir a mi trabajo me pongo ansioso, me tiemblan las manos, siento un vacío en el estómago y quiero escapar. Me siento enojado conmigo mismo, me siento incapaz. Siempre he puesto todos mis mejores esfuerzos para que cumplan los objetivos que nos hemos trazado. Soy perfeccionista, quiero que todo salga muy bien. Pero desde hace unos meses, no le encuentro sentido a nada de lo que hago. Me enojo con todos y me burlo de lo que hacen. He decidido renunciar…".

Es la expresión de un paciente de 42 años, con una sólida formación profesional y con mucho prestigio en el trabajo que realiza. Sin embargo, por su constante preocupación porque todo salga "perfecto", se fue sobrecargando de tanto trabajo que sus jornadas terminaban a altas horas de la noche, incluso trabajaba los fines de semana y feriados, y tenía pocos espacios de expansión, de descanso.

Es a este cuadro que llamamos Síndrome de Burnout o Síndrome del Trabajador Quemado ("quemarse de dentro para afuera"), también llamado Síndrome de Tomás o Agotamiento Laboral, que surge a causa del distrés al que muchos profesionales están expuestos en su ambiente laboral y a la elevada carga de trabajo.

Varios autores resaltan que afecta más a aquellas profesiones que requieren de un contacto directo con las personas y dosis elevadas de entrega e implicación. Maslach y Jackson definieron este síndrome como "una pérdida gradual de preocupación y de todo sentimiento emocional hacia las personas con las que se trabaja y que conlleva a un aislamiento o deshumanización".

Este trastorno ha tenido una alta prevalencia en las primeras olas de la pandemia de Covid-19, principalmente entre los trabajadores en salud, que a menudo deben enfrentar altos niveles de estrés, una gran sobrecarga de trabajo en condiciones psíquicamente exigentes y con deficientes medios para que puedan desarrollar su trabajo en condiciones adecuadas (falta de medicamentos, de oxígeno, de infraestructura suficiente para atender un sinnúmero de pacientes…), la incapacidad para abarcar a todas las personas enfermas que necesitaban asistencia, la preocupación por propagar la infección entre sus seres queridos y los turnos laborales interminables con pocos descansos.

Un estudio de la revista oficial de la Sociedad Internacional dedicada a promover la Investigación sobre Trastornos Afectivos – ISAD, señalaba en julio de 2020: "Más de un tercio de los sanitarios expuestos a Covid-19 son víctimas de  Burnout".

Y un estudio realizado en Ecuador a inicios de 2021 daba cuenta de que más del 90 por ciento del personal médico y de enfermería presentó Síndrome de Burnout en un grado de moderado a severo. Se identificó también que el personal médico es afectado con mayor frecuencia que el personal de enfermería.

Los cuatro aspectos básicos que encontramos en el Burnout son:

  1. El cansancio emocional se define como la pérdida de energía y el agotamiento tanto físico como psicológico.
  2. La despersonalización supone una actitud negativa hacia las personas con las que se mantiene el contacto en el ambiente laboral, a las cuales se las puede llegar a tratar con cinismo e insensibilidad.
  3. El sentimiento de falta de realización personal supone la aparición de respuestas negativas hacia uno mismo y hacia el propio trabajo, entre las que podemos encontrar conductas típicas de depresión, irritabilidad, evitar las relaciones profesionales, baja productividad y pérdida de motivación, por lo que constantemente solicitan permisos, llegando más adelante a la renuncia.
  4. También se pueden asociar otros síntomas físicos como cefaleas (dolor de cabeza), insomnio, dolores osteomusculares, alteraciones gastrointestinales, alteraciones cardíacas, fatiga crónica, alergias u otros síntomas.

Para prevenir este trastorno que puede afectar sustancialmente el presente y futuro de la vida de una persona, es importante establecer ambientes laborales amables y respetuosos, aún en momentos de adversidad, organizados con equidad y justicia, en un clima de reconocimiento al trabajo que realiza cada persona.

Sumado a ello, Macaya y Aranda (2020) proponen los siguientes consejos para el autocuidado:

1) Respire: trate de hacer una respiración consciente varias veces en el día y haciendo breves pausas durante su jornada laboral para inhalar aire, eso le calmará.

2) Mantenga hábitos saludables: a medida que el estrés y las demandas aumentan, habitualmente los buenos hábitos se debilitan. Trate de comer bien, limite la ingesta de alcohol, trate de dormir o descansar cuando pueda, haga ejercicio aeróbico (caminar), trate de exponerse al sol si es posible.

3) Realice ejercicios para reducir el estrés, juegue con su familia.

4) En su casa, tome tiempo para disfrutar una actividad de su preferencia: leer un libro, hacer ejercicio o compartir con su familia. Esto le ayudará a recargarse física y emocionalmente. Intente no llevar los problemas a casa.

5) Recuerde que no está solo o sola, usted pertenece a un equipo, es su fortaleza.

6) No se aísle: manténgase conectado de alguna manera a su red familiar y social.

El tratamiento que debe efectuarse ante este trastorno es:

  • Psicoterapia. Cuando se trata de grados iniciales o leves se trabajará en el fortalecimiento de los factores protectores de resiliencia.
  • Psicofarmacológico. En casos de moderados a severos se utilizan antidepresivos u otros fármacos acordes a la valoración y criterio psiquiátrico.

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