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La construcción de una sociedad pacífica ha sido, es y será el faro que oriente la gran aspiración de los trabajos de la Dra. Montessori. Entendiendo a la paz como “relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos”. Sería lindo pensar que es una relación que debería fluir naturalmente entre nosotros. Sin embargo, en el camino de la vida vamos confrontándonos con sentimientos y actitudes opuestos a la armonía tanto dentro de nosotros como fuera. En nuestras manos está que la situación cambie, más si somos una guía para los niños y niñas porque al fin y al cabo ”el niño es el constructor del hombre” (Mente absorbente, 1959, Edición 2010).

Mente absorbente

Dentro de los periodos de crecimiento por los que atraviesa el ser humano, serán fundamentales los primeros seis años de vida. No solo en este primer periodo se forma la inteligencia, el gran instrumento del hombre y la mujer, sino también el conjunto de sus facultades psíquicas. Es decir, el niño o niña absorberá los conocimientos con su vida psíquica y las impresiones que absorba no solo penetrarán en su mente, sino que se encarnarán en él, en ella.

Los niños y niñas hasta alrededor de los seis años tienen este tipo de mente absorbente y es un proceso natural y espontáneo que es transitorio, universal e incluyente porque absorbe todo y pasa de ser inconsciente a ser consciente. La mente absorbente es como una cámara fotográfica que captura absolutamente todo.  Por ello, la mente del niño o niña puede absorber lo maravilloso de la vida como lo más triste de ella. De ahí que como adultos nos queda la tarea de velar por esas impresiones que absorba del ambiente que le rodea.

Responder a la pregunta sobre qué necesita la sociedad para convertirse en una más pacífica, puede implicar horas infinitas de reflexión. En este camino hacia la paz, las escuelas Montessori se preocupan por desarrollar valores cotidianamente, que también pueden construirse en los hogares porque estamos sumergidos en una filosofía de vida.

Paciencia

En un ambiente Montessori (llamémosle aula), existe un solo ejemplar de cada material. Esto implica que si un niño o niña desea realizar una actividad, pero ya hay alguien que está trabajando con dicho material, no le queda más que esperar. Puede decirle a su compañero que le avise cuando termine, y mientras tanto seguramente esperará realizando otra actividad. Ahora bien, nosotros podemos promover esta capacidad de espera, útil en la vida, sabiendo ya por experiencia que no obtenemos todo inmediatamente y que debemos ser pacientes. Hablando de la familia, se puede fomentar el respeto de turnos entre hermanos. En nuestra cotidianidad, somos testigos de una pérdida de paciencia que puede desencadenar en la pérdida del autocontrol.  Tener paciencia con todos, pequeños y mayores, nos acerca al respeto y nos aleja de la impulsividad.

Competitividad con uno mismo

Aunque en nuestra infancia hayamos crecido rodeados de libretas con calificaciones, comparaciones, concursos, premios y castigos tanto en el sistema escolar como en la familia, siempre podemos dar vuelta a la tortilla con el fin de proteger y que no afecte la autoestima del niño o niña que es tan delicada hasta sus primeros seis años de vida. Comprender notas, saber quién es mejor, quién merece o quién no, es algo que viene del exterior, así como un sticker que es un incentivo. Lo ideal sería generar la motivación intrínseca, la satisfacción de haber realizado una actividad y haber aprendido o estar en el camino de ello.

No cabe duda de que en un futuro se espera contar con profesionales competentes y sobre todo humanos. Pero, sería interesante abordar la otra connotación de la competitividad, esa cuya definición la describe como rivalidad. En este sentido, estaríamos hablando de considerar a compañeros, amigos o hermanos como rivales. Seguramente, queremos alejarnos de ponerlos a competir entre ellos y más bien acercarnos a valorar el esfuerzo y no así el resultado. Lo que seguramente la sociedad necesita es contar con futuros adultos que trabajen y den de su potencial por el mero interés de mejorar y progresar para sí mismos, teniendo una satisfacción interna sin buscar una recompensa y/o la aprobación de los demás. En la actualidad, seguramente se sigue escuchando: “Profe: '¿Este ejercicio tiene nota?', si no lo va a calificar ¿para qué lo voy a hacer?'”

Convivencia

En la Casa de los Niños, dado su nombre por asemejarse a la réplica de una casa, se reciben a niños y niñas cuyas edades oscilan entre los tres y seis años. De este modo, conviven pequeños y grandes en un grupo. Los mayores sienten que pueden ayudar a los menores, les gusta y se sienten útiles. Por su lado, los menores observan y admiran el trabajo de los mayores; aprenden a relacionarse entre sí. Esta forma de convivencia fomenta una interacción dentro de lo que es la vida social. Por otra parte, esta estructura se asemeja a un ambiente real, ya que la sociedad está compuesta de grupos variados de edades como lo es la familia. Saber relacionarse con grupos de rangos diferentes de edades promueve esta relación fluida entre los futuros adultos con los diferentes grupos de la sociedad, por ejemplo, adultos mayores, niños y todos en general.

Respeto por el trabajo de otros

Cuando un niño o niña está trabajando con el material de su elección, siempre que ya se le haya presentado, si hay otro niño o niña que esté interesado en su trabajo, puede observarlo en silencio sin interrumpirlo. Esas son las reglas. Valorar el trabajo de los demás en la sociedad nos permite desarrollar ese respeto hacia lo que están haciendo las otras personas. Lo que vendrá a contribuir en un futuro, un ambiente laboral armonioso. Sin ir más lejos, el respeto por el trabajo de los otros también pasa por velar por nuestra actitud en nuestro entorno. Por ejemplo, guardarse un papel si no hay basurero en la calle; también es un gesto de respeto.

Lo más cerca de la objetividad

A lo largo de la vida, uno ha escuchado juicios y también los ha emitido, dejándose llevar por la subjetividad. Sin embargo, iniciarse en esta pedagogía conlleva una transformación y un trabajo en sí mismo para acercarse a la objetividad. Al tratar de ser objetivos, los niños y niñas pueden serlo también. El trabajo de los guías y asistentes en las escuelas consiste en observar al niño o niña sin emitir juicios ni interpretaciones. Una de las principales actividades durante la formación para trabajar con esta pedagogía consiste en muchas horas de observación, nueve para los asistentes. Es un trabajo que consiste en observar y describir objetivamente a un niño o niña de diferentes rangos de edad, dos horas por niño. También, se dedica una hora a la observación de una planta, describiéndola objetivamente con términos geométricos. Entonces, "el me parece" o "creo" no entran en juego en esta actividad. Cabe recordar que el trabajo científico de la Dra. Montessori se ha basado en la observación de los niños durante unos 50 años.

En el mundo que nos rodea, existe una tentación de dar una opinión sin que nadie la haya solicitado. También, a veces pronunciamos críticas pasando de la apariencia de alguien hasta diferentes situaciones, haciéndolo delante del niño o niña. Entonces, él/ella al escucharlas tendrá la tendencia a replicar eso en su entorno, con sus compañeros y amigos.  

“Si queremos llegar a una reconstrucción es el desarrollo humano que debe ser el objetivo de la educación” (Mente absorbente, ídem). Por lo tanto, tenemos en las manos a los futuros adultos. Cambiar la forma de verlos y promover valores desde nuestra convicción y acción, generará esa reconstrucción. Recordemos siempre que somos un espejo en el que el niño y niña se mira y él/ella será ese adulto que la sociedad espera ya que como la Dra. dice: “El hombre ha sido construido por el niño, éste es el padre del hombre.”

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