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Hace más de diez años, cuando trabajaba en la ex Normal Católica, tuve la oportunidad de reflexionar y analizar la realidad política y social de nuestro país de manera sistemática, con un grupo de estudiantes de distintas especialidades. Uno de ellos, brillante estudiante de matemáticas y al mismo tiempo entusiasta participante del grupo, me comentó que la ascensión de Evo Morales a la presidencia le había cambiado la manera de mirar su propio futuro. “Yo estudio para ser maestro porque el ejemplo de Evo me ha dado un lugar en este país”.

Sin duda, la victoria electoral de Morales en diciembre de 2005 desvelaba la existencia de un sector de la población nacional a la que se le había negado el acceso al poder político desde la fundación de la república. Mirar a Evo juramentar en el Palacio Legislativo fue para muchos, mirarse también como en un espejo. De allí la importancia de la famosa frase de la campaña del MAS “Evo soy yo”.

Como es natural, el caudillo estuvo acompañado de la construcción de un mito que lo hizo ver más grande de lo que es, como en los antiguos mitos de los héroes a quienes se les atribuyen poderes extraordinarios y virtudes inalcanzables.

Entre los aspectos mitológicos de Evo podríamos mencionar una serie de virtudes morales que provienen de las culturas indígenas de nuestro país. Por ejemplo, los famosos principios de la cultura quechua no seas flojo, no seas mentiroso, no seas ladrón, son ya atributos personificados en el caudillo. Si traspoláramos, con la salvedad del tiempo transcurrido, algunos términos del discurso de Choquehuanca: el diálogo como principio del vivir bien, el ayllu como sistema de organización de vida, el chachawarmi como complementariedad de opuestos, etc. ya fueron atribuidos a Evo.

Sin embargo, la esperanza que suponía el gobierno de Morales se desbarató en los hechos. La mitificación del héroe fue destructiva para el mismo, las virtudes morales y los principios ancestrales eran demasiado grandes para un simple mortal, que sin duda fue un luchador, por todo lo que sabemos de su infancia y juventud, pero al mismo tiempo un hombre frágil con una larga lista de defectos e incluso delitos.

Los altos niveles de corrupción en su gobierno nos hablan de que el principio “no seas ladrón” quedó solo en un listado de buenas intenciones; el autoritarismo y la falta de concertación nos dicen que el diálogo no le interesaba; el machismo y el abuso a niñas menores de edad desvela que el discurso del chachawarmi era solo un cuento para el exmandatario, la falta de respeto a la tierra por todo lo que pasó en la Chiquitania en 2019 nos habla de que la Madre Tierra estaba más allá de su comprensión cognitiva y psicológica.

En otras palabras, los atributos míticos arrogados a Evo Morales provenientes de las culturas indígenas, le quedaron demasiado grandes. Esta fue, sin duda alguna, una de las razones por la que Evo perdió en las elecciones fraudulentas del 2019. Y esta es una de las razones por la que el “evismo” hoy no es lo más sano para el MAS de Arce.

A pesar de todo lo dicho, un gran número de personas despidieron a Evo en Argentina y una caravana de movilidades lo acompañaron en su ingreso a tierra boliviana y se prevé que hoy llegue a Chimoré en el Chapare. Los mitos generan sesgos. La gente no puede ver que detrás de ese nombre engrandecido solo se encuentra un pobre hombre, sediento de poder y de gloria, a pesar de ser incapaz de controlar sus impulsos más bajos.

Casualmente la internación de Maradona la semana pasada tiene relación directa con nuestras reflexiones. Un buen número de personas, hinchas de distintos equipos, fueron a la clínica donde estaba hospitalizado, porque para ellas no solo es un futbolista, es un Dios. Sí, a ese punto ha sido elevado Diego, una víctima de la fama, la presión, las drogas y el alcohol; una víctima de su propio mito.

Solo que Diego, el “barrilete cósmico”, como lo calificó Víctor Hugo Morales en el relato del segundo gol de Argentina a Inglaterra en el Mundial de 1986, cumplió con el mito. Diego ganó algo más que el Mundial de fútbol, derrotó futbolísticamente y simbólicamente al enemigo inglés que por esos años había tenido un conflicto bélico con Argentina. Diego cumplió.

¿Evo cumplió? ¿Cuál fue su victoria? ¿No sería mejor comenzar de una vez a desmitologizarlo?

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