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Un día en el reino de las aves

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Texto de Erick Ortega y fotos de Gabriela Villanueva y Pedro Laguna para Guardiana (Bolivia)

Domingo 23 de mayo de 2021.- El sábado 8 de mayo no fue un día cualquiera en la vida de Gabriela Villanueva Arano. Durante aquella jornada ella observó una parte del reino de las aves del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Cotapata (PANMI). Ante sus ojos y su lente fotográfico desfilaron algunos de los ejemplares más coloridos y bellos del cielo paceño. Cada vez hay más amantes de la naturaleza y observar aves se ha convertido en una apuesta turística mundial.

Durante esta aventura Gabriela estuvo acompañada por el fotógrafo profesional Pedro Laguna Vacaflor, los guardaparques de Cotapata Andrés Flores Apaza, Teodoro Torrez Choque, Armando Mamani Chino, Toribio Laura Alaña y Santos Mamani Choque, además de Julio Chávez Quispe (jefe de protección), Joaquín Loayza Aliaga (técnico de monitoreo del área protegida) y Alberto Espinoza (voluntario). El equipo fue parte del Global Big Day, la jornada mundial en la cual se hace el avistamiento y recuento de aves existentes en el país y en todo el orbe.

El guardaparques Andrés Flores, Gabriela Villanueva con un lente que le permite sacar fotos desde lejos y el guardaparques Armando Mamani (foto: Pedro Laguna).
En el Parque Nacional Cotapata

Las más lindas aves son parte de la naturaleza y suelen tener su reino lejos de la mano dañina del hombre. Cotapata es el sitio ideal para descubrir estas especies en el departamento de La Paz. El Parque Nacional Cotapata (que obtuvo ese rango el 9 de julio de 1993) se despliega en 400.000 hectáreas y su horizonte varía entre los 1.000 y 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar.

¿Cómo hacer para llegar al PANMI Cotapata? El punto de partida es la Terminal de Minasa, en la ciudad de La Paz. De allí se toma un bus hasta la intersección de la carretera Cotapata-Santa Bárbara (a dos horas y media de viaje). La otra ruta va de Coroico hasta el río Huarinilla por carretera y de ahí toca caminar un poco. Es recomendable ir en vehículo propio porque no existe servicio de transporte público permanente a la zona. El área protegida comienza en el sitio conocido como Cumbre camino a los Yungas, está al lado izquierdo de la carretera Cotapata – Santa Bárbara.

En el Parque Nacional Cotapata hay riachuelos de agua transparente, selva espesa, senderos al borde de los cerros por donde los amantes de la naturaleza –léase guardaparques y biólogos, principalmente– ponen un pie en la superficie, el otro casi en el vacío y así avanzan con cuidado pues es una travesía que puede ser letal. Aquellos parajes también están llenos de historia, los incas dejaron las rutas del Choro y el Sillutinkara que suelen ser visitadas por algunos valientes dispuestos a caminar horas de horas solo acompañados por animales, árboles y humedad, mucha humedad.

Uno de los guardaparques, en uno de los puentes colgantes que atraviesa el río Huarinillas en Yungas (foto: Gabriela Villanueva).

En cercanías de Yolosita, poblado anterior a Coroico, está el Campamento Elena que en el Global Big Day se convirtió en el cuartel general donde llegó el equipo de Gabriela.

Los expedicionarios se prepararon con antelación para la gran jornada. Dos semanas atrás, Gabriela se dedicó a dar clases a los guardaparques sobre el uso de aplicaciones que ayudan en la identificación de aves. Ellos, a su vez, transmitieron sus secretos para mimetizarse en estos senderos y solo con el sentido del oído descubrir qué aves vuelan por ahí. El viernes 7 el equipo estuvo en el campamento dispuesto para sacar sus fotos históricas.

Recién desde 2017 Bolivia cuenta con una guía de aves, importante para varias actividades (foto: Gabriela Villanueva).
Descubrimientos

Al amanecer del sábado 8 de mayo Villanueva despertó entusiasmada y con frío, el termómetro apenas llegaba a los cinco grados. La humedad a las cinco de la mañana suele actuar como un incómodo espanta sueños. El equipo se dividió en dos: dos guardaparques, un técnico de Cotapata y un voluntario descansaron en el campamento de la cumbre para hacer registros en las lagunas de la cumbre, alrededores de Pongo y parte del camino precolombino del Sillutinkara y los otros cuatro guardaparques, además de Laguna y Villanueva, descansaron en el Campamento Elena.

Aproximadamente a las 05.00 subieron a un coche y emprendieron marcha durante unos 20 minutos hasta encontrar al puente colgante ubicado en el río Huarinilla. La neblina empezó a ceder un poco, los colores y el ruido de la naturaleza fueron el preludio de una gran jornada.

Uno de los varios puentes colgantes que se tiene que atravesar en la aventura. Abajo, las frías aguas del río Huarinilla (foto: Gabriela Villanueva).

Para ingresar al reino de las aves hubo que cruzar otros cuatro puentes colgantes encima del rumor del río Huarinilla y por fin se divisó algo de este paraíso natural. Por ahí, un mono silbador se desplazaba despreocupado con una mandarina entre las manos. El animal apuró el paso al sentir la presencia de los intrusos. Andar por allí requiere de mucha discreción y silencio.

Un mono silbador, amante de los cítricos que ahora en Yungas los encuentran regados en el suelo. Nadie le peló la mandarina, ellos lo hacen (Foto: Gabriela Villanueva).

Los personajes que habitan en Cotapata tienen su magia. Está por ejemplo el Pato de las Torrenteras (conocido en el mundo científico como Merganetta armata). Este ejemplar despliega sus alas y suele meterse al río y nadar contra corriente. Una de estas aves se hizo ver encima de una roca a eso de las 06.30. Desapareció por un momento y tres horas después reapareció  acompañada de su pareja, más cerca del río.

Las características de la mayor parte de estos pájaros es que machos y hembras son muy diferentes entre sí. Para el ojo humano resulta más vistoso toparse con machos como el coqueto Pato de las Torrenteras.

Patos de las Torrenteras, conocidos por nadar contra la corriente. Son muy sensibles a la contaminación y por eso no pueden estar en agua contaminada (foto: Gabriela Villanueva).

El patrono de Cotapata se denomina Tunqui. El guardaparque Andrés Flores lo escuchó a lo lejos, pero el pájaro no se divisaba a simple vista, fue entonces que Pedro aplicó una técnica para atraerlo en medio del bullicio natural: usó playback. Con un pequeño parlante, quien fuera fotoperiodista de La Razón, inundó el ambiente con el sonido grabado del Tunqui. Pronto el ave bajó de su reino celestial y se posó cerca de los ojos humanos. El animal macho desplegó su belleza cerca del lente de las cámaras fotográficas.

Tunqui es el pájaro característico de la zona y es de buen augurio para los lugareños de esta parte de Yungas. Con su plumaje rojinegro, un coqueto penacho y ojos pequeños e inquietos es la figura turística por excelencia de Coroico. Resulta un deleite para la vista verlo libre. Aquel Global Big Day fue posible divisar una pareja de Tunquis aproximadamente a las 11.00.

Tunqui, ave también conocida con el nombre de Gallito de las Rocas Andino que suele tener mayor actividad a las 06.00 y a las 18.00 (foto: Pedro Laguna).

Después de fotografiar al Tunqui, los expedicionarios continuaron su caminata hasta que en el cielo unos 30 ejemplares pasaron volando de un lado para otro y en medio se descubrió a un pájaro que fácilmente puede ser una representación de patriotismo, en aquella tropa celestial estaba el Bolivianito (foto de portada de este artículo).

El Bolivianito (Eubucco Versicolor) tiene los colores de la bandera nacional en su emplumado traje. Es como una kantuta regordeta que vuela con un canto estridente. Eso sí, esta ave es capaz de hacerse escuchar a lo lejos. Durante aquella jornada, dos ejemplares (macho y hembra) volaban en medio de esa bandada demostrando su cualidad social. Pero siempre se puede ser más sociable…

Pájaro Ardilla en cuyo canto creen mucho los guardaparques del lugar porque presagia buenas o malas novedades (foto: Gabriela Villanueva).

¿Es posible danzar en el aire?, claro que sí, la Tangara del Paraíso es un ejemplo de aquello. La palabra Tangara proviene de la lengua tupi (propia de Sudamérica) y en español significa “bailarín”. Gabriela y Pedro han conseguido un registro de esta ave en el mismo Global Big Day.

Para aquella jornada cada miembro del equipo tenía listo un tapeque donde llevaba sus alimentos. Dejaron a un lado los celulares, binoculares, el libro biblia de las especies en el país (Aves de Bolivia, Guía de campo) y almorzaron en el sitio conocido como Pacallo. Mientras a lo lejos los picaflores hacían respetar su territorio aéreo e iban a combatir a algunos pájaros visitantes. Por su cuenta, los loros revoloteaban de un lado para el otro en constante vaivén. Así, durante aquel almuerzo en el cielo se desplegaba todo un espectáculo aéreo.

Colibrí Ermitaño, uno de los mejores polinizadores después de las abejas (foto: Gabriela Villanueva).
Un Tunqui espía a los fotógrafos (foto: Gabriela Villanueva).
Riqueza

Durante aquella jornada se observaron 34 ejemplares en Cotapata; pero esta cifra es pequeña considerando todo lo que el reservorio tiene en su cielo. En Bolivia se registraron 889 especies avistadas, un número importante en el ámbito mundial. El país ocupó el quinto sitial en el Mundial del Global Big Day. Los primeros cuatro lugares fueron: Perú (1.351), Colombia (1.190), Ecuador (1.114) y Brasil (985).

Tangara Paraíso, apreciado por sus siete colores y considerado premio mayor por quien busca aves con mucho color (foto: Pedro Laguna).

Una de las mejores cifras para Bolivia fue en 2019, cuando se registraron 875 especies. Sin embargo, aquel año no existía la pandemia y resultaba más sencillo salir a tomar fotos. En 2020 el resultado fue de 631 especies avistadas; ahora en 2021 la cifra es de 889.

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Los resultados del portal eBird.org fueron publicados el jueves 12 de mayo y demostraron que los apasionados por esta actividad son cada vez más en el mundo. Hubo un nuevo récord mundial de participantes (51.816) distribuidos en 192 países. Y, se observaron 7.234 especies de aves durante esa jornada.

Trogón, más conocido en Bolivia como Aurora. Los machos tienen varios colores a diferencia de las hembras (foto: Gabriela Villanueva).
Aviturismo

El avistamiento de aves (también conocido como orniturismo o aviturismo) es una veta turística en distintos países. En la región, Colombia es uno de los países pioneros al respecto. Además, el Estado dio un espaldarazo a esta actividad y, en 2017, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo publicó la "Guía de buenas prácticas para la actividad de aviturismo en Colombia".

El país sudamericano tiene razones para creer en la riqueza que vuela en sus cielos. Según el Programa Paisajes de Conservación –realizado por Usaid (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), ejecutado por el Fondo Patrimonio Natural y la Sociedad Nacional Audubon y con el apoyo de la Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes– la nación cafetalera cuenta con la mayor diversidad de pájaros en el mundo. Observadores estadounidenses estarían dispuestos a pagar hasta 60 dólares por persona para vivir una jornada de avistamiento.

Con el aviturismo es posible apoyar las economías locales y a la industria sin chimeneas en general. Esto también fue comprendido en otros países americanos. Por ejemplo en la provincia ecuatoriana de Pichincha hay al menos 15 áreas para el aviturismo y los avituristas son cada vez más, según la nota de El Comercio Aviturismo y andinismo, actividades que ganan interés en Pichincha.

Alrededor del vuelo de los pájaros también es posible crear una oferta turística privada, por ejemplo el hotel panameño Santa Catalina ofrece promociones para avistar aves en la isla de Coiba, donde habitan más de 147 especies de aves distintas. Guías incluidos y una experiencia única es la oferta del establecimiento.

En Bolivia aún no hay un impulso decidido a esta experiencia turística, aunque el país está en el top five de avistamiento de aves. En la actualidad conocer la rebeldía del Pato de las Torrenteras que deja el cielo y nada contra la corriente, la belleza del Tunqui o el “patriotismo” del Bolivianito solo es un placer aprovechado por unos cuantos. Gabriela, quien vació la maleta del viaje a Cotapata, ya se alista una siguiente aventura, se ha propuesto ubicar y fotografiar al Tunqui negro. Pedro es su compañero de aventuras y está entusiasmado con esta actividad, después de todo, dice, solo la inmensidad del cielo es el límite para los amantes de las aves.

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