Un antropólogo propuso un juego a unos niños de una tribu africana. Puso una canasta llena de fruta cerca de un árbol y les planteó una competencia, quien ganara se llevaría el premio. Cuando les dio la señal de partida, los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos hasta la meta. Luego se sentaron en círculo para compartir la fruta. Cuando el antropólogo les preguntó por qué corrieron como grupo si podrían haber tenido más fruta de forma individual, un niño con voz fuerte le dijo: “UBUNTU”, cómo puede uno de nosotros ser feliz si los otros están tristes. Ubuntu en la cultura Xhosa (costa sudafricana) significa: Yo soy porque tú eres”.
Retomo esa bella narración para compartir un discurso distinto, uno que nos recuerde el valor que tiene la vida de cada ser humano. No es posible vivir en armonía y paz si el otro sufre, tiene hambre, está enfermo o cansado; si el otro sufre injusticia o no tiene educación. Los derechos humanos son fundamentales para soñar en cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible para una humanidad cegada por el consumo y la acumulación de ganancias económicas.
Es pertinente hablar de estos temas no sólo en esta época del año, sino siempre porque hemos olvidado quiénes somos, obnubilados por “las verdades” que creemos: es mi tierra, es mi cultura, es mío. Y así como poseemos objetos, pretendemos poseer personas: es mi mujer, es mi hijo, es mi grupo político.
Hace apenas unos días conmovió al mundo la noticia de una masacre en Guatemala que se produjo entre el viernes 17 y el sábado 18 de diciembre en la aldea de Chiquix, debido a un conflicto territorial entre los pobladores indígenas de los municipios de Santa Catarina Ixtahuacán y Nahualá por fuentes de agua y caminos vecinales que ambas comparten y reclaman como propios.
El procurador de los Derechos Humanos de Guatemala, Jordán Rodas, afirmó que las víctimas de la masacre, luego de ser emboscadas y asesinadas, "fueron quemadas en el camión donde se conducían y los niños descuartizados con machete" (BBC, 20/12/2021).
¿Es concebible algún argumento que justifique esas muertes de forma tan violenta? Hemos retrocedido a la época de barbarie. ¿Cuánto vale una vida humana hoy?
En nuestro contexto, ese lamentable hecho remueve el recuerdo de aquella madrugada del domingo 24 de enero de 2000, en la que comunarios del ayllu Qaqachacas (provincia Avaroa, Oruro) dejaron como saldo 18 muertos y 10 heridos cuando asaltaron y quemaron 25 casas de la comunidad de Sora Sora en el ayllu Laymes de la provincia Bustillos (norte de Potosí).
La guerra de ayllus Qaqachacas, Laymes y también Jucumanis dejó 57 muertos entre los años 2000 y 2001, así como más de 500 fallecidos entre las décadas de los 80 y 90; aunque se estima que casi 10.000 desde el inicio de esa guerra por límites territoriales iniciada en 1830. Con la fundación de la entonces República de Bolivia, se dividió territorialmente nuestro país (departamentos, provincias, secciones municipales y cantones), sin respetar ni tomar en cuenta los dominios jurisdiccionales de los ayllus.
El Decreto Supremo reglamentario de la Ley 2904 de delimitación de límites entre Potosí y Oruro (18/11/2004) declaró prioridad nacional el Plan Estratégico Integral de Desarrollo de los Ayllus en Paz y reafirmó la necesidad de buscar la paz debido a la frontera invisible que los divide, situación que demandaba 44 millones de dólares del Estado para dar cumplimiento (Carrasco, 2007).
De forma más reciente, el 11 de junio de 2021, el Ministerio de Obras Públicas Servicios y Vivienda participó en la construcción del Plan Estratégico Integral de Desarrollo de los Ayllus “En Paz”, en la gobernación de Oruro. Los ayllus: Layme, Puraca, Jukumani, Pocoata, Qaqachaka, Norte Condo, Aguas Calientes y K’ulta (municipios de Uncía, Challapata, Pocoata y Chuquihuta en los departamentos de Potosí y Oruro) evaluaron su Plan Estratégico Integral de Desarrollo 2015-2020 y diseñaron el nuevo plan para el periodo 2021-2026. (Ministerio de Obras Públicas, 21/06/2021)
Son buenas noticias para un país polarizado política y regionalmente. A pesar de la sangre derramada de tantos inocentes, quiero pensar que la humanidad y los bolivianos pueden aún construir país desde el “Ubuntu: yo soy porque tú eres´”, desde el respeto a lo más sagrado: la vida (en especial de mujeres, niños, niñas y adultos mayores), la interculturalidad, la tolerancia y el freno a cualquier tipo de violencia que enfrente fratricidamente a los unos con los otros. Habitamos una misma casa, el planeta, que nosotros llamamos “madre tierra”, respiramos un mismo aire, ¿no sería bueno regalarnos el privilegio de cuidar al otro porque de su subsistencia depende la nuestra?
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