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No es exagerado decir que la ciudad de Trinidad, sobre todo el casco viejo, se encuentra en una especie de abandono: calles de ladrillo desvencijado; crecida de maleza en las calzadas ubicadas al borde las aceras; falta de limpieza e inadecuado manejo de la basura y de residuos sólidos que provoca malos olores; falta de señalización en calles y avenidas; deficientes servicios de agua potable y de alumbrado público, además de asentamientos urbanos no planificados que carecen de servicios básicos y provocan contaminación.

Otro indicador para caracterizar a la ciudad de Trinidad en abandono es la falta de alcantarillado público al que pueda acceder toda la población, debido a la topografía plana que obliga a sus habitantes a usar pozos o cámaras sépticas para la eliminación de las aguas servidas. Mucho más complicado en la época de lluvia, donde provoca inundación por la falta del desagüe pluvial que ocasiona el estancamiento de las aguas, provocando otra vez malos olores y una contaminación visual que influye negativamente en el turismo, el comercio y la fuente de acceso a recursos económicos por parte de la población.

Otro argumento para caracterizar a la “ciudad de abandono” es la carretera que une Trinidad con Loma Suárez, ubicada en orillas del río Ibare a una distancia de 12 kilómetros. Se percibe que el camino alguna vez tuvo asfalto y que, por falta de mantenimiento, ahora es una vía de tierra, con baches por todo lado, donde circulan muy pocos vehículos de transporte. El servicio de mototaxis tiene un tráfico intenso hacia la ribera del río Ibare, donde se encuentra una serie de restaurantes que ofrece sobre todo comida cuya estrella principal es el pescado y constituye un centro de atractivo turístico. Un tramo que podría ocupar unos de 15 minutos lleva un promedio de 45 y exige mucha tolerancia para quien decide comer y contemplar las aguas del río Ibare.

¿A qué se debe esta dejadez, esa especie de abandono?, podríamos ensayar varias causas o explicaciones: el hecho de no formar parte del “eje troncal”, es decir no estar en medio de La Paz-Cochabamba-Santa Cruz con una fuerte vinculación carretera, transporte vehicular, aeropuerto, intercambio económico, permanente movimiento de bolivianos que viajan por diferentes motivos, etc. En cambio, Trinidad, por su ubicación geográfica, es un territorio que no dispone de vías de comunicación por carretera, salvo la de Santa Cruz y La Paz, y que lleva muchas horas de viaje y que se puede transitar sin mayor dificultad en tiempo seco, pero no en época de lluvia porque los caminos se vuelven inaccesibles para el transporte de pasajeros. Mucho más complicado es el viaje hacia otras regiones al interior del departamento de Trinidad.

Otra razón de ese abandono es que los nacidos en Trinidad prefieren migrar al exterior y hacia otros departamentos del país, principalmente a Santa Cruz, donde buscan mejores oportunidades de vida, principalmente las y los jóvenes en edad escolar y universitaria, los que aun teniendo acceso a escuelas, colegios secundarios y una universidad pública, prefieren buscar otros derroteros y cuando logran la profesión universitaria, no tienen interés de regresar a su lugar de origen ante la falta de fuentes de trabajo para la profesión elegida de acuerdo a su formación académica.

Pero, en Trinidad no todo es un mar de lágrimas, son los collas los que dinamizan la economía. Allá se siente una fuerte presencia de paceños, orureños y potosinos que han migrado hace dos o tres décadas y se dedican al comercio, a la venta de ropa, abarrotes y verduras en los mercados y proveen a la ciudad, comprando principalmente en Santa Cruz. Los collas le han dado un fuerte impulso al movimiento económico, además reconocido por los benianos que suelen decir: “Los collas son muy trabajadores y esforzados” o “los collas mueven la economía de la ciudad”.

Y a pesar de las dificultades que se perciben desde afuera, Trinidad tiene atractivos turísticos que conviene visitar. Uno de ellos es la navegación en la barcaza denominada la Reina de Enin por el río Ibare y el río Mamoré, y la unión de ambos ríos. Al amanecer vale la pena zarpar en una lancha para ver la variedad de aves y sentir el transcurso del tiempo en medio de la suave brisa del río o por el atardecer divisar la puesta del sol, recorrer en lancha por el borde del río para ver a los caimanes y sentir el follaje de los árboles en el crepúsculo de la noche, otro momento importante, percibir los bufeos de los delfines del río, pescar y gozar del agradable clima tropical. En la ciudad visitar la Plaza Principal, la Catedral de la Santísima Trinidad construida por los sacerdotes jesuitas. Si encontramos una ciudad en el “abandono”, advertimos también la presencia de sitios turísticos que vale la pena visitar. “Una de cal y otra de arena”.

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