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Empezamos esta columna de opinión con una frase de “Cassandra”, una de las canciones de avanzada del emblemático e inmortal grupo musical Sui Géneris. Con ello, queremos seguir desmontando los estigmas y mitos que se ciernen sobre la salud mental, para aportar al objetivo de valorarla y cuidarla constantemente.

El titular de un artículo publicado en diciembre de 2019 por la joven periodista Macarena Duarte señalaba: “La minimización de la salud mental puede provocar daños irreparables”  y en él daba cuenta de varios casos de homicidios, feminicidios, infanticidios y suicidios, cometidos por personas con trastornos mentales (depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia…), no atendidos oportunamente y que tuvieron un desenlace irreversible. 

Y todo esto no es nada más que el resultado de la actitud generalizada de negar, ocultar, disimular, subestimar las molestias y el dolor que causan los trastornos mentales. Cuanto más sean postergados, más ataduras producen y se constituyen en una cárcel, un encadenamiento producido por nuestra propia mente, cuyo poder es el que rige toda nuestra vida. Nuestra mente puede aprisionar nuestra vida o liberarla para disfrutar de ella. Vivir a plenitud.

Falsas creencias o mitos

Siguiendo con las reflexiones sobre la importancia de detectar a tiempo los trastornos mentales, para que no crezcan como una bola de nieve y nos aplasten, queremos exponerles algunas falsas creencias con respecto a dos de las patologías más frecuentes: la depresión y la ansiedad (en los próximos artículos iremos abordando otros trastornos). 

 "Llorar es malo"

Esta aseveración, que además se constituye en una nefasta exigencia con un tinte patriarcal para los niños, como “los hombres no lloran”, es una de las formas más comunes de entrenar a las personas a reprimir sus emociones, privarles del derecho a expresar sus sentimientos.

Hay una razón biológica por la que tenemos lágrimas. Cuando lloramos, liberamos hormonas útiles que nos ayudan a relajarnos y a sentirnos mejor. Llorar nos permite liberar sentimientos en lugar de embotellarlos y que salgan después en forma de ira o irritabilidad. Cuando lloramos, estamos mostrando fuerza, no debilidad. Estamos demostrando a los demás que somos seres humanos y que podemos mostrar cómo nos afectan las cosas sin agobiarnos ni sentirnos avergonzados.

"Tener depresión quiere decir que te sientes triste"

Estar triste no es lo mismo que estar deprimidos. La tristeza es una emoción normal y saludable que todas y todos sentimos a menudo. En cambio, la depresión ya es un trastorno, que muchas veces incluye sentimientos de tristeza, pero va acompañada de otros síntomas mucho más molestos. Para tener un diagnóstico de depresión, la persona puede sentirse triste, decaída o en algunos casos puede estar irritable, sin ánimos de hacer nada, perder el interés por muchas cosas que antes las disfrutaba y que ahora le resultan indiferentes. A esto se suman los trastornos del sueño, la falta de concentración, la inquietud o lentitud, sentimientos de culpa o sentirse sin valor, la fatiga y en muchos casos pensamientos de muerte o suicidio. Para un diagnóstico de depresión deben estar presentes por lo menos cuatro de estos síntomas, con una data mínima de dos semanas.

“La terapia es para locos”

Todas y todos requerimos en algún momento de la vida acudir a una atención profesional. La falsa creencia de que la terapia es sólo para locos, ha llevado a callar y cargar dolores internos y malestares incluso durante años, y como ya señalábamos más arriba: incluso con desenlaces fatales.

La terapia es para todos, igual que como ir al médico por trastornos en la salud física es para todos. Cuidamos de nuestro cuerpo yendo a médicos de diferentes especialidades, entonces ¿por qué no cuidamos nuestras emociones yendo al médico psiquiatra o al psicólogo? La terapia nos ayuda a entendernos mejor, llegar a nuestras metas, tener relaciones saludables, y vivir una vida más saludable. ¡Incluso los terapeutas psiquiatras y psicólogos van a terapia!

¿Qué podemos hacer para para ayudar a otros y otras o a nosotros mismos, cuando detectamos algún síntoma que está causando malestar interno?

Permítannos, brindarles algunas pautas sencillas que debiéramos hacerlas cotidianas en nuestra vida:

  1. Respiración adecuada: Consiste en inhalar muy lenta y profundamente, llevando el aire al abdomen, para luego exhalar también lentamente. Repetir este ejercicio hasta sentir que uno se relaja física y mentalmente.
  2. Concentrarse en el presente: No repensar las preocupaciones por el futuro y lo oscuro que éste nos pueda parecer. El pensar y ver el presente como algo que podemos mejorar y cambiar, ayuda a no magnificar la visión negativa o desesperanza de lo que puede ser o no ser.
  3. Hablar de lo que nos está pasando: Expresar a tiempo nuestras emociones, pensamientos y vivencias aversivas, con una persona en la que confiamos y que nos escuchará sin juzgarnos, es una catarsis saludable y evitará que se llegue a estallar el rato menos pensado.
  4. Vivir sin apuros: Cuando va sintiendo que las emociones aversivas van subiendo de tono, hay que reorganizar el tiempo, priorizar las tareas principales y delegar aquellas que nos pueden causar más estrés.
  5. Activarse. Es decir, realizar tareas que nos gustan, que nos relajan y nos ayudan a interactuar con los demás, sintiéndonos acompañados.

La importancia de la salud mental no es algo de qué avergonzarse: Animemos a la gente a hablar con amigos, familiares y profesionales en un esfuerzo por desestigmatizarla  en nuestras comunidades. Pedir ayuda y hablar de los problemas que rodean a la salud mental es un signo de fortaleza y no de debilidad. Y es mucho mejor estar en el grupo de los “locos” y no de los “mediocres”. ¿No lo creen así?

¡La salud mental no es un privilegio, es un derecho!

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