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Usar la tecnología para fines prácticos es positivo; pero siempre será más importante leer, comprender, expresar ideas, escribir poesía o un ensayo para desarrollar el intelecto humano y ampliar el conocimiento científico.

No obstante, si permitimos la tendencia actual de sustituir toda capacidad de razonamiento, reflexión, introspección, deducción que aporten a la capacidad humana de trabajar y potenciar el pensamiento complejo, la población se convertirá en autómata, una masa inerte incapaz de sentir o pensar, sólo podrá recibir órdenes de unos pocos que tengan poder político-ideológico y económico especialmente.

Atrás quedarán los ideales de una sociedad justa con igualdad de derechos humanos para todos y todas las habitantes de nuestro país y nuestro planeta. Entiéndase bien que no estoy planteando dejar de usar la tecnología para la industria o la producción, hablo de usarla sabiamente para mejorar nuestras condiciones de vida, alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible para potenciar el desarrollo humano integral, la convivencia pacífica y la inclusión de millones de personas que siguen viviendo en desventaja y pobreza.

Planteo cuestionar los planes de desarrollo y las políticas internacionales de crecimiento económico que siguen beneficiando a algunas potencias económicas en desmedro de las condiciones de vida del resto del mundo. Los países de América Latina por ejemplo siguen luchando por vencer su pobreza ahogados por deuda externa internacional que al final no termina de disminuir la pobreza. En 2021 la tasa de pobreza de América Latina alcanzó el 32,3% de la población total de la región (una disminución de 0,5 puntos porcentuales respecto a 2020), mientras que la tasa de pobreza extrema fue de 12,9% (0,2 puntos porcentuales menos que en 2020) (CEPAL, 2022).

El impacto de la pandemia también ha sido destacable. A pesar del repunte económico vivido en el 2021, la pobreza extrema en América Latina se mantiene por encima de los niveles del 2019. Según la Corporación Andina de Fomento (CAF, 2022), cinco datos sobre pobreza en la región ofrecen una radiografía sobre la situación actual:

  • Más de un tercio de los latinoamericanos son pobres. Representan al 33,7% de la población, o 209 millones de personas para fines de 2020.
  • Las mujeres las más perjudicadas. Según la Cepal, en 2020 el 13,4% de los hombres no recibían ingresos propios, mientras que las mujeres representaban el 25,8%.
  • Mayor pobreza extrema con la pandemia. La tasa de pobreza extrema en la región pasó del 13,1 % en 2020 al 13,8 % en 2021. Esto se explica porque los trabajadores de bajos ingresos, los informales, las mujeres y los jóvenes fueron desproporcionadamente afectados por la crisis”, dice Arreaza de la CAF (2022).
  • Creció el grupo de personas vulnerables. A diferencia de los más pobres, los vulnerables no suelen estar cubiertos por programas de transferencias condicionadas de ingresos, la clase media informal en muchos países no recibe los típicos servicios de la protección social básica.
  • Informalidad laboral, bajos niveles de ahorro y falta de protección social. Esta realidad tiene que ver con la ausencia de ahorros, informalidad laboral y en consecuencia falta de protección social para aproximadamente la mitad de los latinoamericanos (CAF, 2022).

Cuando nuestros gobiernos hablan de crecimiento económico asumimos que son expresiones muy formales porque los alimentos siguen subiendo de valor, se sigue promoviendo una sociedad de consumo a la que la mayoría de la población no puede acceder por sus bajos salarios y condiciones de precariedad laboral que no le garantizan aportes para su jubilación ni seguro médico.

En consecuencia, la tecnología va por un lado y la humanidad por otro. La inteligencia artificial, por ejemplo, propicia muchas “facilidades” y nuevos escenarios para el empleo; sin embargo, no es la solución para nuestros problemas de fondo: salud y educación. Se habla de desarrollo económico, pero mientras no se priorice la capacitación del capital humano y, por tanto, el desarrollo humano de la mayoría de la población no podremos hablar de estabilidad económica y menos de “vivir bien”.

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