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“Desde hace meses que no quiero asomarme ni a la puerta de mi casa. Mis amigas y amigos me llaman constantemente para salir, pero de solo imaginarme estar afuera me siento muy mal. Tengo terror a contagiarme Covid y traer el virus a mi casa, contagiar a mis papás, a mis abuelitos…”.

Es el desesperado testimonio de una joven de 24 años durante los primeros meses del año 2021. Ella explica que desde la cuarentena rígida en marzo de 2020 ha permanecido encerrada. Además de ese miedo incontrolable, presenta crisis: tiene la sensación inminente de muerte con dificultad respiratoria, palpitaciones, temblor en las manos, insomnio, pesadillas y falta de apetito. Acude a la consulta mediante telepsiquiatría, modalidad a la que accedimos por bioseguridad y para responder a la avalancha de consultas por trastornos mentales que emergieron durante la pandemia por Covid-19.

Fue tanta la efervescencia de situaciones de emergencia por trastornos depresivos y de ansiedad en sus diversas formas, que se tuvieron que establecer plataformas de atención on line y telefónicas para contención emocional, entre otros niveles de atención especializada (hospitales, instituciones de salud mental, instituciones sociales y defensoras de derechos), principalmente dirigidos a trabajadores en salud y a la población en general afectada por la pandemia. Entre las muchas plataformas, estuvieron «Te escucho» (organizada desde Cochabamba por Infante y una red de instituciones, con alcance nacional);  «Estamos contigo» (organizada desde La Paz por Fundación La Paz y una red de instituciones, también con alcance nacional). A través de las plataformas se pudo convocar a psicólogos y médicos psiquiatras ad-honorem, que se dispusieron a brindar servicios con el único interés de acudir a tiempo a las emergencias de trastornos mentales.

Los reportes al respecto han sido constantes en Bolivia. Así por ejemplo, de acuerdo a una encuesta realizada por el Instituto de Investigaciones en Ciencias del Comportamiento (IICC) de la Universidad Católica Boliviana (UCB) y publicada en junio de 2020:  “El 16% de la población boliviana presenta depresión, el 24% ansiedad, un 26% estrés y un 27% impacto psicológico. Expertos coinciden en que estos trastornos podrían prolongarse en el tiempo en personas que ya sufrían previamente alguna alteración y en aquellas que se encuentran en una situación socioeconómica vulnerable”.

Y los reportes de organizaciones de salud internacionales también resaltaban: “Nueva encuesta de la Cruz Roja revela que la pandemia afecta la salud mental de una de cada dos personas.  El informe demuestra cómo la pandemia está añadiendo un nivel extraordinario de estrés y sufrimiento a las comunidades de todo el mundo” (Federación Internacional de la Cruz Roja – CICR. Octubre 2020).

Y todo esto es corroborado por la casuística que fuimos atendiendo de cientos de personas que han solicitado atención de emergencia, presentando principalmente:

  • Trastornos Depresivos: caracterizados por tristeza o irritabilidad, desesperanza, apatía, adinamia (falta de ganas para realizar sus tareas domésticas, laborales o académicas, descuido en el aseo y arreglo personal), ideación de muerte, anhedonia (incapacidad de disfrutar de cosas o situaciones que antes le eran gratas), insomnio (dificultad para conciliar el sueño o despertar al amanecer) o hipersomnia (aumento del sueño durmiendo de noche y de día).  Estos síntomas pueden estar en mayor o menor magnitud, según el tipo de depresión que esté atravesando la persona.
  • Trastornos de Ansiedad: estos pueden tener diferentes manifestaciones. Así están los trastornos de ansiedad generalizada que se presenta con dolores corporales e irritabilidad; las fobias o miedos extremos difíciles de controlar; los trastornos obsesivo compulsivos con rituales como lavarse constantemente las manos, limpiar reiteradamente los alimentos, los pisos, las perillas de las puertas u otras superficies con la idea fija de que están “contaminadas”; o los trastornos de pánico, con constantes crisis caracterizadas por sensación inminente de muerte o de que algo terrible va a acontecer; dificultad respiratoria, palpitaciones, sudoración profusa, temblor en manos, pies o generalizado. En todos estos casos también pueden presentarse trastornos del sueño o alimentación.
  • Trastorno por Estrés Agudo: cuando las personas pasan por una situación de estrés más intenso, que ha amenazado su vida o su salud y los síntomas duran menos de un mes y aparecen casi inmediatamente de haber ocurrido el hecho traumático.
  • Trastorno por Estrés Postraumático: cuando los síntomas perduran más de un mes o aparecen después de seis meses del acontecimiento traumático. La persona siente miedo intenso, desamparo u horror, con pensamientos intrusivos que le hacen revivir los hechos traumáticos. Hay estado de hiperalerta e hipervigilancia, con presencia de arrebatos de furia e irritabilidad, problemas de concentración y alteraciones del sueño. También puede presentar síntomas disociativos, como los fenómenos de despersonalización (sensación de irrealidad de uno mismo o de su propio cuerpo) o desrealización (sensación de irrealidad del entorno).
  •  Agotamiento Laboral o Síndrome de Burnout o Síndrome del Trabajador Quemado («quemarse de dentro para afuera»): se caracteriza por un cansancio insoportable a nivel emocional, pérdida de energía, agotamiento tanto físico como psicológico; despersonalización con un cambio llamativo de actitud hacia las personas con las que mantiene contacto en el ambiente laboral, a las cuales las puede llegar a tratar con cinismo e insensibilidad. Sentimiento extremo de falta de realización personal con respuestas negativas hacia uno mismo y hacia el propio trabajo, con conductas típicas de depresión, irritabilidad, huida de las relaciones profesionales, baja productividad, abuso de alcohol, automedicación con psicofármacos y pérdida de la motivación llegando a tener reiteradas faltas al trabajo e incluso la renuncia. En casos entremos, se ha llegado al suicidio.

Este síndrome ha afectado a más del 90 por ciento del personal médico y de enfermería, según algunas investigaciones como un estudio realizado en Ecuador en 2021. En nuestro medio, se identificó sobre todo durante la primera, segunda y tercera ola de Covid-19 que varios profesionales médicos que estaban en primera línea atendiendo pacientes con esta enfermedad atravesaron por este síndrome, llegando incluso a renunciar a sus fuentes laborales y en algunos lamentables casos, al suicidio. Por ello, fuimos convocados de urgencia por el Colegio Médico de Cochabamba para que, como Sociedad Científica de Psiquiatría, podamos brindar la orientación y atención oportuna a los colegas de las Sociedades Científicas que estaban expuestos a la atención supernumeraria de pacientes con Covid-19, en los hospitales y centros de salud, en condiciones de falta de insumos, limitada infraestructura y en muchos casos los reclamos agresivos de familiares de pacientes.

  • Situaciones de violencia física, psicológica y sexual a las que fueron sometidas niñas, niños, adolescentes y mujeres, ante todo durante la cuarentena rígida que dieron lugar a que las víctimas convivieran con sus victimarios. Como resultado de ello, tuvimos que atender diferentes trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, estrés agudo o estrés postraumático.      

Es indudable que con la pandemia por Covid-19 ha eclosionado una pandemia de trastornos mentales, más silenciosa, menos atendida, pero no por ello menos peligrosa. Y lo que se ha puesto en evidencia es que los trastornos mentales pueden ser más incapacitantes que otros trastornos somáticos (corporales), si es que no son tratados a tiempo y con el debido cuidado. Pero lamentablemente, alrededor de los trastornos mentales hay mitos y estigmas cuando son vistos sólo como una “debilidad”, una “maldición” o un “capricho” del cual puede salir la persona sin ningún apoyo profesional, pues hay gente que está convencida erróneamente de que los médicos psiquiatras o los psicólogos son sólo para “locos”.  Y así, la persona, familiares o allegados acuden a pedir ayuda sólo cuando la situación ya es inaguantable.

La salud mental es la que rige y da sentido a nuestra vida. Por ello, es un derecho, pues conlleva el sentirse bien con una o uno mismo y con el entorno, sobreponiéndonos a los problemas y dificultades que atravesamos cotidianamente, siendo capaces de construir de manera positiva el presente y el futuro. ¡No renunciemos a ello!    

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La autora de este artículo es médica psiquiatra y actual Presidenta de la Sociedad Boliviana de Psiquiatría Filial Cochabamba. Estudió en la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca e hizo el Postgrado Residencia Médica en la Especialidad de Psiquiatría en el Hospital de Clínicas de la ciudad de La Paz y en Universidad Mayor de San Andrés. Y además de trabajar como profesional independiente es docente en diplomados y maestrías de la UMSS y otras universidades del país y del exterior, en temas referidos a políticas públicas y salud mental positiva de la niñez y adolescencia. Entre 1993 y 2014, también fue Directora de Defensa de Niñas y Niños-Internacional Filial Cochabamba (DNI-C) y fue elegida como psiquiatra representante de Bolivia ante la Red Sudamericana de Expertos en Prevención y Atención a Niñas, Niños y Adolescentes Víctimas de Violencia Sexual. Fue codirectora para Sudamérica de terre des hommes-Alemania, responsable de seis países.

Si quieres comunicarte con la psiquiatra, puedes llamarla al 75987778

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