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El 15 de abril de este año, la afamada catedral de Notre Dame en París sufrió un incendio sin precedentes. Las personas más ricas del mundo y grandes corporaciones no tardaron en responder al llamado de socorro de Emmanuel Macron con generosas donaciones de hasta 225.000 dólares. En menos de dos días las contribuciones a nivel mundial sumaron los 956 millones de dólares; se sumó el apoyo del Banco Central Europeo con 10.1 millones de dólares y el Comité Olímpico Internacional con 562.000 dólares. Sí, estamos hablando de todo este apoyo para una construcción de piedra.

Hace más de dos semanas que arde el pulmón más grande del Planeta, que provee de recursos para nuestra especie. Brasil ha sido asolado por 72.843 focos de incendios durante este año, más de la mitad (52,5%) en la Amazonía, el pulmón del mundo. Brasil, que concentra el 65% de la Amazonía en su territorio, no se ha inmutado en solicitar ayuda. Mucho menos se han pronunciado los 30 multimillonarios con que cuenta este país, el mayor número de millonarios de América Latina. Esto se debe a que las enormes funciones de un árbol o un bosque son imperceptibles y los beneficios que genera en un ecosistema, a nivel local y global, son invisibles e incalculables versus las increíbles ganancias que reporta la ganadería. Antonio Machado decía que solamente el necio confunde valor con precio. Los grandes poderes económicos han lucrado históricamente a costa de sacrificar los recursos naturales y lo han hecho porque confunden precisamente ambos conceptos.

La Amazonía sufrió otro embate en mayo de este año. El gigante corporativo Amazon ganó un juicio contra ocho países de América Latina que denunciaban la usurpación de esta denominación en internet. La sentencia le da derecho a Amazon a disponer en exclusiva el nombre de dominio de internet ".amazon". Esta apropiación cultural no es casual y su aspecto aparentemente irrelevante es parte de la absurda tendencia que tiene el capitalismo de ponerle precio a todo, en una sociedad que le cree más a lo que ve en internet que en la vida real. Cuando las futuras generaciones piensen en Amazon, es posible que no recuerden un bosque, sino una gran tienda donde pueden comprar y vender en un libre mercado, atosigadas de un consumismo desmedido.

Las investigaciones son fundamentales para reforzar el valor de los bosques más allá de lo estrictamente comercial. Un estudio realizado en 1984 de la Universidad de Delaware, por ejemplo, demostró que los pacientes hospitalizados con vista a árboles se recuperaban más rápido que quienes veían solo edificios, estos últimos además sufrían depresión. También probó los efectos de los árboles en los niños que, en un entorno arbolado, desarrollan más rápidamente capacidades cognitivas y mejoran su aprovechamiento escolar. En efecto, también se llegó a la conclusión de que tenía un impacto directo en la reducción de la criminalidad. En Suecia, se realizaron estudios sobre la importancia de los parques en la ciudad, demostrando la función sobre la salud de enfermos y ancianos que pasan tiempo en estos espacios y se sienten más felices, duermen mejor, precisan menos medicación y están más tranquilos. La Universidad de Illinois demostró el efecto de estos espacios sobre la sociedad con la simple contemplación de estas áreas para ayudar a restaurar la paz mental.

Sin lugar a dudas, la academia juega un rol determinante en la conservación para que los gobiernos tomen decisiones políticas acertadas en esta materia. No es menor el número de alcaldías en el mundo que han adoptado estudios académicos que reflejan la relación entre la disminución de la delincuencia y conflictividad con la preservación de espacios verdes. Las investigaciones también han servido para generar concientización a mayor escala, en los gobiernos nacionales. Cada vez se acerca el momento de las priorizaciones y de decidir qué es más importante: ¿El dinero o nuestra existencia? Comencemos con algo simple en nuestra vida cotidiana: dejemos de consumir carne de vaca.

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