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Domingo 23 de agosto de 2023... Es el final de la Copa Mundial Femenina de la FIFA entre las selecciones de España e Inglaterra, competencia de alto nivel que ganó la primera escuadra por gol de Olga Carmona a los 29 minutos del partido. Por primera vez en su historia, las ibéricas son campeonas mundiales.

El campeonato no fue trasmitido en directo en Bolivia y nos enteramos del mismo sólo por los noticiosos deportivos de cada jornada. Muchos dicen que todavía este evento no vende lo suficiente, como si fuera una cosa de mercado y no del sistema patriarcal en el que todavía está inmersa gran parte del mundo. Otros dicen que quizá en algunos años más la calidad deportiva mejore y con ello la difusión; pero tengo mis dudas, considerando lo antes afirmado. Parece que no se trata de si nos gusta o no el fútbol, sino de quién lo practica y al tratarse de mujeres, muchos ya lo van desahuciando de entrada.

Sin embargo, a pesar de estos elementos, lo más triste es que la hermosa campaña y victoria española quedaron completamente en segundo plano, apañadas por la actitud del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, quien besó en la boca a la jugadora Jenni Hermoso, de manera no consentida, lo que desencadenó la indignación de gran parte de la población española, y por qué no, mundial.

Es evidente que muchos refirieron que fue un “piquito”, una minucia, un momento de alegría desmedida; que la reacción de la afectada fue exagerada y peor de las “feminazis” que lanzan más leña al fuego; algunos incluso alegarán que ella se lo buscó, y como es típico desde la mirada machista, no faltará quien diga que incluso ella le dio señales para que él proceda de esa manera, porque no se hizo respetar. Y hay quienes dirán que si hubiera sido al revés, no habría pasado nada.

Algo muy serio y que condice con este tema es que Rubiales, delante de los medios de comunicación, indicó de la manera más cínica que el beso fue “un acto mutuo y consentido, producto del gran entusiasmo" y que todo el problema simplemente es una campaña política y mediática para minar su reputación, contradiciendo la imagen que recorrió el mundo entero por diferentes medios de comunicación tradicionales, digitales y redes sociales. La versión de la misma afectada que indicó que se sintió irrespetada y víctima de una agresión, no vale un centavo.

Tema grave es que el primero de septiembre, el Tribunal Administrativo del Deporte en el país ibérico emitió una resolución en la que señaló tal acto como sólo una falta grave, lo que impide que las autoridades deportivas puedan proceder a la inhabilitación del titular federativo y luego alejarlo de la actividad dirigencial. ¡Victoria para el agresor!, realmente una pena para la posición de la víctima.

El mensaje que se manda no solamente a la actividad deportiva femenina, sino de otras ramas es serio. Nuevamente la violencia machista demuestra su fuerza y vigencia, mostrando que esas actitudes que se vieron a todo color en nuestras pantallas no tienen un castigo, por lo tanto, la impunidad y el cinismo pueden vencer a la verdad.

Y esto es así de evidente en todas las latitudes del mundo. En nuestro país lo escuchamos seguido en las aulas escolares y universitarias, donde docentes extorsionan por nota a sus alumnas a cambio de “piquitos” y otras cosas más serias. Lo vemos en las oficinas públicas y privadas, donde el acoso sexual está muy presente.

También lo observamos demasiado seguido en la mirada desaprobadora del policía que toma la declaración de una víctima de violencia sexual o de género, como diciendo: “Seguro te lo merecías por andar hasta tarde, por ir vestida de esa manera, por no comportarte como señorita”; en las intervenciones en audiencias de muchas y muchos abogados, fiscales y jueces que ponen en entredicho la declaración de la víctima de violación, estupro, abuso deshonesto y ponen en duda su palabra, no obteniendo las pruebas necesarias o desestimando las pocas que existen.

Asimismo, lo vemos en los hospitales públicos donde se ejerce violencia obstétrica desde el ámbito psicológico, como por ejemplo dar a la paciente un trato infantil, paternalista, autoritario, despectivo, humillante, con insultos verbales, despersonalizando o incluso con vejaciones. ¿Cuántas mujeres no han sufrido durante los dolores de parto una crítica de los médicos y enfermeras por no aguantar los mismos?, ¿dejar que te duela para que aprendas?, y un sinfín de conductas que son el reflejo de esa violencia machista.

Como se ve, no es un problema de un “piquito” porque este asunto tiene un trasfondo mucho más grande y es contra éste que debemos actuar, porque hay toda una cultura patriarcal y machista que sigue estableciendo que la mujer no tiene palabra o la misma no es relevante, que incluso con pruebas no puede sentirse segura y protegida por los organismos públicos y privados encargados, debe quedar claro el grito de las protestas de Madrid por este hecho: “¡No es un pico, es una agresión!”.

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