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Aplaudo los esfuerzos de cientos de personas en el mundo que trabajan por los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el slogan “no dejar a nadie atrás”, en el marco del acuerdo de todos los países que forman parte de Naciones Unidas, Bolivia entre ellos. No obstante, en nuestro país cientos de personas están sufriendo y la respuesta es muy lenta, en particular niños y adolescentes contrajeron dengue hemorrágico que pone en riesgo sus vidas en Santa Cruz con el 70% de los casos y Beni con 21%, Tarija y Cochabamba poseen índices mucho más bajos.

Hasta fines de enero de este año, el Servicio Departamental de Salud (Sedes) Santa Cruz contabilizó 860 casos positivos, 434 son menores de 18 años. De esos casos, los niños de 0 a 2 años representan el 3%, los niños de 2-5 años el 11%, los niños de 6-11 años el 23%, los adolescentes de 12-17 años el 14%, los jóvenes de 18-29 años el 15% (El Deber, 27/01/2023). Como se aprecia el dengue hemorrágico está atacando al 66% de la población en ese hermano departamento.

La mayoría llega a los hospitales con malestar general, fiebre, dolor abdominal, sangrado nasal y por las encías. Los muertos son 29 en todo el país, 25 se registraron en Santa Cruz, el epicentro de la epidemia. También ha subido la cantidad de enfermos de 5.000 a más de 8.000. De ellos, un porcentaje puede desarrollar el dengue grave, que produce hemorragia interna y que es particularmente agresivo con los menores de 12 años (El País, 22/02/2023).

El dengue es trasmitido por el mosquito Aedes aegypti, que procrea sobre superficies de agua limpia, canales y acequias, enseres en los patios y techos de las casas, esas condiciones propician que el insecto se multiplique. El Servicio Único de Salud (SUS) cubre la internación en los hospitales públicos, cuando hay camas, pero la atención en salud colapsó y no cuenta con los medicamentos necesarios, que entonces deben ser provistos por los familiares del paciente. Varias familias con niños enfermos piden ayuda a través de los medios de comunicación para cubrir los gastos del tratamiento intensivo, que es muy costoso, pues se requiere de transfusiones de sangre diarias y del suministro de sofisticados corticoides (El País, 22/02/2023).

Por otro lado, una alternativa de solución sostenible para enfrentar este tipo de epidemias es la comunicación para el desarrollo desde una planificación de los gobiernos en todos sus niveles y de la población organizada (universidades, colegios, asociaciones de padres de familia, emprendedores, etc.).

En América Latina, la comunicación para el desarrollo (CpD) se inició con acciones de difusión a mediados de los años 50 del siglo pasado, hoy son al menos 80 años de impulsar procesos de educación y comunicación para concientizar sobre desarrollo agropecuario, malaria, paludismo, educación sexual y reproductiva. Ha permitido el asesoramiento técnico a proyectos y programas de desarrollo agrícola y rural en el diseño e implementación de estrategias y planes combinando medios de comunicación locales y el uso de TIC centradas en la comunidad.

En el artículo “Comunicación para el desarrollo en Latinoamérica. Una evaluación sucinta al cabo de cuarenta años” Luis Ramiro Beltrán (1993) precisó las diferencias entre tres concepciones de la comunicación y el desarrollo:

En su definición más difusionista, entre los años 50’s y 70’s, “la comunicación de desarrollo es la noción de que los medios masivos tienen la capacidad de crear una atmósfera pública favorable al cambio, la que se considera indispensable para la modernización de sociedades tradicionales por medio del progreso tecnológico y el crecimiento económico”.

Por otro lado, para Beltrán la comunicación de apoyo al desarrollo “es la noción de que la comunicación planificada y organizada –sea o no masiva– es un instrumento clave para el logro de las metas prácticas de instituciones y proyectos específicos de instituciones que propician el desarrollo”.

Finalmente, de forma más reciente, “la comunicación alternativa para el desarrollo democrático es la noción de que, al expandir y equilibrar el acceso y la participación de la gente en el proceso de comunicación, tanto a niveles de medios masivos como a los interpersonales de base, el desarrollo debe asegurar, además de beneficios materiales, la justicia social, la libertad para todos y el gobierno de la mayoría”.

En ese sentido, si bien cada ciudadano y cada familia es corresponsable de frenar y prevenir la expansión de esta enfermedad que también afectó a esta región el año 2019, aún no se visibilizan estrategias de comunicación en salud de parte de las autoridades nacionales, departamentales y municipales que promueva campañas masivas y con medios alternativos para educar en la limpieza de cada habitación en los hogares en cada barrio, escuela, iglesia, comunidad y ciudad.

Una respuesta más efectiva la pueden dar los y las maestras de escuelas y colegios; los y las docentes de universidades públicas y privadas estamos llamados a impulsar estrategias de comunicación para el desarrollo desde cada unidad educativa y cada aula universitaria para concientizar y educar a miles de niñas, niños, adolescentes, jóvenes y adultos en cómo prevenir y frenar cualquier tipo de epidemia. ¡No dejemos a nadie atrás!

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