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“Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para consumar el milagro de la Unidad”. Esta frase es un famoso pasaje de la Tabla Esmeralda, una lista de pensamientos de autor desconocido —aunque muchos le atribuyen al mítico padre del esoterismo, Hermes Trismegisto— y cuyo origen es muy controvertido —puede ser chino o indio o griego o persa o varias otras más— al igual que su fecha de datación.

Lo que sí es evidente es la fuerza y —por qué no decirlo— la universalidad de este pensamiento cuya aplicabilidad se la puede encontrar en casi todas las culturas del planeta.

Empecemos refiriéndonos a la formación de centros urbanos. Desde las pirámides de Egipto, pasando por los templos de Caral en Perú o Tiwanaku en Bolivia nos sorprendemos al encontrar que la posición y ubicación de sus edificios principales guarda una relación con el movimiento de los astros. En Caral, por ejemplo, una de las civilizaciones más antiguas de Perú y América, durante el solsticio de junio, el sol se oculta por las escaleras de una de sus pirámides con una precisión que debió ser casi perfecta hace unos 4.000 años. Un estudio de la revista Latin American Antiquity, indica que varios de los edificios piramidales más grandes de la ciudad sagrada de Caral están orientadas astronómicamente, la mayoría lo está hacia la salida o a la puesta de sol en los solsticios. Según el Journal of Ancient Egyptian Architecture, en Egipto, cada pico de las pirámides de Giza fue instalado justo debajo de las 3 estrellas que constituyen al cinturón de Orión. Algo similar sucede en Tiwanaku, Bolivia, donde todos los templos de la antigua urbe se orientan astronómicamente, especialmente el templo de Kalasasaya, en el que se verificaban con exactitud los cambios de estaciones y el año solar de 365 días.

Carl Jung (1875-1971), un importante médico y psiquiatra suizo, decía que las ramas de ningún árbol pueden llegar al cielo si es que sus raíces no llegan al infierno, lo que nos hace pensar en la dualidad del ser humano y en que, así como crecen nuestras esperanzas pueden crecer también nuestros temores, en igual proporción y con el mismo impacto positivo o negativo. Hay un dicho popular que dice que mientras más alto eres, mas fuerte caes.

La unidad, como dice el pasaje de la Tabla de Esmeralda, se da justamente en una situación espejo, donde lo de arriba es lo de abajo y viceversa. Esto no sólo lo aplicamos como una metáfora para construir nuestros centros urbanos o para proyectar nuestros deseos y miedos, sino que forma parte del diario vivir. La frase “mente sana en cuerpo sano” tiene el mismo principio, debemos cultivar nuestro espíritu y nuestro cuerpo para ser una persona íntegra.

En este sentido, lo de arriba no es el contrario de abajo, sino su complementario porque ambas representan la unidad. Esta unidad que hay entre dos complementarios está expresada en toda la naturaleza: tenemos dos piernas, pero sólo caminamos un sendero, tenemos dos ojos y vemos una sola cosa, tenemos dos oídos y escuchamos un solo sonido.

A lo largo de la historia, mirar el cielo nos ha servido de modelo para entendernos y, a la vez, construirnos a nosotros mismos.

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