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Es difícil ser objetiva y optimista porque son tiempos en que la vida humana parece valer poco. La obra “La insoportable levedad del ser” es una novela de las ilusiones perdidas del escritor y filósofo checo Milan Kundera (1984) ambientada en Praga durante 1968. El libro explora cómo las relaciones de pareja y su dimensión psicológica son fuente de conflictos y contradicciones para el ser humano.

Según Kundera hemos de elegir entre el peso o la levedad de nuestras vidas. Ésta fue la interrogante que se planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio, todo el mundo estaba dividido en principios contradictorios: luz-oscuridad; sutil-tosco; calor-frío; ser-no ser.

Por otra parte, para el filósofo moderno Byung Chul Han, la sociedad necesita una revolución en el uso del tiempo. El ritmo frenético en el que vivimos reduce nuestra capacidad de permanecer, precisamos más tiempo para nosotros, para emplearlo en áreas que nada tengan que ver con el trabajo. Han (2014) describe a los habitantes de esta sociedad como sujetos de rendimiento, hombres- emprendedores que tan sólo trabajan y que “libremente” se arrojan a la autoexplotación voluntaria (Han, 2015).

En una sociedad moderna en la que la productividad y rentabilidad gobiernan la vida de las personas, todas esas afirmaciones filosóficas deben sonar muy utópicas e irreales. No obstante, si por un segundo quien lee estas líneas se pone a pensar en el ritmo frenético que tienen nuestras vidas, coincidirá conmigo en que algunos de los mandatos sociales ya no funcionan y se están desmoronando por sí solos. En un país como el nuestro existe crisis en la educación, la ética y los valores humanos no mencionaré los religiosos intencionalmente, ésa es otra discusión.

Un ejemplo concreto de esta pugna entre el peso y la levedad de la vida humana lo plantea la trata y tráfico de personas. Según el portal Ethic (20/10/2022), más del 50% de las víctimas de trata proceden de América Latina; por cada víctima de trata identificada existen 20 más sin identificar. En los últimos años, las víctimas procedentes de América Latina han subido de un 28,9% a un 50,9%, Colombia y Venezuela fueron los principales países de origen, usualmente son niñas, adolescentes y jóvenes menores de 24 años.

Cuando lo que importa es la ganancia, los escrúpulos sobran, las vidas de las personas no valen, sólo son “objetos” que comercializar sin responsabilidad o empatía alguna. Las personas, en especial las niñas, niños, adolescentes y mujeres jóvenes son cosificadas como mercancía en un mercado global altamente rentable.

Según el Informe Mundial sobre Trata de Personas 2022 de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés), que examinó varios casos judiciales, las mujeres víctimas son sometidas a violencia física o extrema a manos de los tratantes en una proporción tres veces mayor que los hombres, y los niños, casi dos veces más a menudo que los adultos.

La trata y tráfico de personas en América Latina y el Caribe generan 12 mil millones de dólares al año, que es el 8% del total (150 mil millones de dólares) que genera este ilícito a nivel global, que es el tercer crimen más lucrativo para las mafias internacionales después del tráfico de drogas y la falsificación de bienes de consumo, según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (Los Tiempos, 26/03/2023).

El informe del BID titulado “La trata de personas en América Latina y el Caribe” da cuenta de “un fenómeno criminal global y creciente que toma diversas formas” y en el que millones de mujeres, hombres, niñas, niños y adolescentes son víctimas con fines de “explotación sexual, trabajos forzosos, producción e intercambio de material de abuso y/o explotación sexual infantil, matrimonio forzoso, servidumbre doméstica, reclutamiento forzoso o extracción de órganos” (Los Tiempos, 26/03/2023).

El negocio más nefasto y oscuro del mundo ha crecido porque el 2009, según estimaciones de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD por sus siglas en inglés) la trata de personas representaba unos 32.000 millones de dólares al año. Esa cifra significaba que anualmente entre un millón y dos millones de mujeres, hombres, niñas y niños eran traficados para fines de explotación, y los traficantes ganan entre 4.000 y 50.000 dólares por persona, dependiendo del lugar de origen y destino de la víctima.

Mis cuestionamientos apuntan a cuestionar la frenética búsqueda de quienes “compran placer” a costa del dolor de inocentes y de quienes lucran con ese negocio. La doble moral de muchos impide frenar este flagelo porque es muy rentable. La levedad del ser no es sólo filosófica, es fáctica, cobra vidas, se intercambian como mercancías de efímero valor del momento, de la búsqueda del poder y la impunidad.

La vida es un suspiro, pero qué dura la existencia de quienes caen en las redes de la trata y tráfico de personas. Muchas víctimas rescatadas se suicidan y nunca recuperan la tranquilidad; lástima que sus problemas no sean asunto de políticas públicas que les den respuestas. Nadie cuestiona la moral de nuestra sociedad porque quienes lo hacían también están siendo cuestionados por sus delitos de pedofilia y lavado de dinero. Nadie parece tener la autoridad moral de hacerlo; aunque en el fondo, cada ciudadano tenga esa potestad.

Para Kundera (1984), la vida humana está condenada a la levedad y busca algo que le aporte sentido, densidad. Según el autor, todo aquello que implique un compromiso, una fidelidad, la lealtad a una causa, a una profesión, a una persona, son maneras de sujetarnos y de trazar con paso firme el camino de nuestras vidas.

Anhelo recuperemos esos compromisos y esas causas humanas para cuestionar “la levedad del ser” que lleva a efectos y causas sin meditar ni dimensionar. Si no se tiene conciencia de lo efímero de nuestras vidas, aunque se tenga todo el poder y dinero del mundo, no se podrá comprender que ese tipo de acciones siniestras suponen un enajenamiento sistemático de las raíces mismas de nuestra humanidad.

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