0

Por Daniel Carvallo*:

Como bien lo plantea Lisa W. Foderaro, el turismo es una “bendición y un tormento” para el mundo y, claro, para Bolivia también. “Bendición” por el hecho de que es un sector económico que tiene más capacidades que cualquier otro para proteger y poner en valor a nuestra cultura, generar empleos inclusivos, en especial para mujeres y jóvenes, quienes son el grupo con mayor representación en el sector, y para proteger el ambiente, a los ecosistemas y a los seres vivos con quienes compartimos el planeta[1]. Para este último punto, Foderaro da como ejemplo la protección de rinocerontes en Sudáfrica o de halcones en Pakistán como un resultado directo del turismo, lo cual también se da en Bolivia con especies como las parabas de frente roja de Toro Toro o del oso jukumari en parques nacionales administrados por el Sernap [2].

Por otra parte, la parálisis de la actividad turística debido a la pandemia de Covid-19 ha puesto en serias dificultades a diferentes comunidades y ciudades que dependen de ella. En Bolivia, el efecto de la caída del turismo ha golpeado particularmente a comunidades y centros poblados como los de Uyuni y Rurrenabaque, que no solo reciben sus principales ingresos a través de esta actividad, sino que también les sirve como un freno a la migración campo-ciudad, principalmente de jóvenes, y a la preservación de los ecosistemas en los que habitan, entre otros. En este sentido, el turismo se afirma como una actividad económica capaz de mantener y dar “vida” a amplios territorios y poblaciones.

Otra de las “bendiciones” del turismo se da en que facilita la articulación de muchos actores (desde agricultores y hoteleros, hasta gestores culturales y grupos de danza folklórica), por su amplia cadena de valor. Es decir, el turismo facilita la organización social o comunitaria con importantes niveles de participación, lo que a su vez permite que se den a lugar procesos de gobernanza muy concretos y con resultados casi inmediatos. Sin lugar a duda, éste es un aspecto muy relevante en cuanto al aporte del sector en términos políticos. Los procesos de gobernanza generados son un medio y un fin para que los actores del sector se empoderen, fortalezcan su asociatividad, su identidad colectiva y encuentren, a través de esta actividad, un espacio de diálogo y de negociación con el Estado para generar inversiones orientadas a mejorar la actividad turística, pero también para mejorar la calidad de vida de sus poblaciones. Son comunes los casos en los que, a través de una agenda turística, poblaciones rurales y/o comunitarias han mejorado su acceso a servicios básicos o han logrado inversiones en cultura y educación, como, por ejemplo, en la construcción de museos comunitarios.  Solo estos dos ejemplos ya señalan con claridad que los beneficios del turismo trascienden a la actividad turística en sí misma y se convierten en un medio para mejorar la calidad de vida de las poblaciones que aceptan el reto y toman la oportunidad.

El turismo es un “tormento” en parte porque esta actividad también genera y ha generado un daño medioambiental considerable. El sector turístico mundialmente se ha expandido de casi 550 millones de llegadas turísticas internacionales en 1995 a 1,400 millones el 2018[3]. En Bolivia, el número de visitantes extranjeros ha aumentado de 529.601 en 2008 a 1.239.281 en 2019, lo que implica un crecimiento del 8% anual [4]. Con esta explosión del turismo en las últimas tres décadas es indudable que, aunque sea imposible de cuantificar el verdadero impacto, el turismo tiene una importante contribución en el calentamiento global y la polución del aire. Al mismo tiempo, como Foderaro indica, la ausencia de turistas en diferentes destinos debido a la pandemia de Covid-19 ha permitido el regreso de muchos animales a sus hábitats naturales, como las tortugas a las playas de Tailandia o el regreso de ballenas a sus costas, las cuales dejaron de ser avistadas debido al excesivo tráfico de botes turísticos, que irónicamente trabajan de la observación de ballenas.

Es evidente que el sector turístico no es uno perfecto y tiene muchos problemas que solucionar. Por ello, es necesario que el sector encuentre mejores formas de promover esta actividad con menores impactos ambientales, limitando, por ejemplo, el turismo masivo (como el de los cruceros) o el turismo de observación de animales, que más que protegerlos a veces implica un daño directo a su vida y existencia. Al mismo tiempo, es importante que los y las turistas tomen decisiones de consumo de actividades turísticas que favorezcan a la protección de las culturas, al empleo inclusivo, o que tomen decisiones de viaje con base en un cálculo de su “presupuesto de carbono”, con el fin de limitar excesivos y largos viajes aéreos, principalmente. Es decir, para que el turismo siga creciendo y trayendo consigo sus múltiples beneficios, pero sin que esto implique un desgaste acelerado de los ecosistemas del mundo y un aporte significativo al calentamiento global, será necesario enmarcar y guiar a este sector hacia el cumplimiento de los Objetos de Desarrollo Sostenible. Para ello, será fundamental que tanto los operadores de turismo como las y los turistas tomen decisiones de oferta y de consumo cada vez más informadas y acordes a las respuestas que como sociedad global debemos dar en cuanto a la protección medioambiental, el calentamiento global y para no dejar a nadie atrás.

Bolivia es un país que todavía tiene camino por recorrer para descubrir los beneficios del turismo, pero también sus tormentos. Por eso, para evitar los tormentos y asegurar un desarrollo sostenible,  es imperativo que los actores del sector público, comunitario y privado acuerden una agenda integral de trabajo con un horizonte claro y compartido, lo cual permita que el turismo se convierta en un generador de nuevas economías (economías verdes, naranjas y creativas), que practican el comercio justo, que priorizan la inclusión laboral de mujeres, jóvenes y pueblos indígenas, que llevan en su esencia la protección con dientes y garras de nuestra riqueza natural, y que mantienen  vivo a nuestro insondable patrimonio cultural.


[1] Naciones Unidas-Bolivia (2020) Turismo y la COVID-19. Obtenido en: http://www.nu.org.bo/mensaje-del-secretario-general/turismo-la-covid-19/#_ftnref8

[2] Foderaro, L. (2021) For Planet Earth, No Tourism Is a Curse and a Blessing. Obtenido en:   https://www.nytimes.com/2021/03/07/travel/covid-pandemic-environmental-impact.html

[3] Organización Mundial de Turismo (2019) Panorama del turismo internacional. Obtenido en: https://www.e-unwto.org/doi/pdf/10.18111/9789284421237

[4]Naciones Unidas-Bolivia (2020) Turismo como motor de desarrollo sostenible en Bolivia. Obtenido en: https://www.sdsnbolivia.org/turismo-como-motor-de-desarrollo-sostenible-en-bolivia/

*Daniel Carvallo es Gestor Territorial del PNUD Bolivia

Tiempo de siembra

Noticia Anterior

Reforma judicial y pueblos indígenas

Siguiente Noticia

Comentarios

Deja un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *