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Esta columna versará sobre las dimensiones del conflicto: episodio y epicentro. Los conflictos son una parte intrínseca de las relaciones --atrayentes o antagónicas-- entre los seres humanos. Su alta complejidad y muldimensionalidad causal requieren realizar un análisis desafiante y creativo al momento de plantear respuestas de ilimitadas posibilidades. Y la equidistancia será el sello de la presente columna, más no la neutralidad tanto a la vulneración de derechos humanos como al machismo y patriarcado.

Los conflictos de alta tensión que tienen alta complejidad son aquellos en los que se requiere encarar su gestión desde una amplia visión para determinar un análisis y abordaje constructivo que incluya asuntos de resolución del problema (el evento o episodio); pero también decisiones estratégicas de los asuntos estructurales (el epicentro).

Los especialistas Jhon Burton y Jean Paul Lederach consideran que este abordaje debe involucrar por lo menos a las dimensiones individual y contextual: la primera a partir de que “el análisis del conflicto requiere del estudio de las relaciones humanas en su totalidad, tanto si son conflictivas como si no lo son, porque son motivaciones y valores humanos los que están involucrados, condicionados por el medio en su totalidad (económico, político, social y ecológico) en el cual se desarrolla esta relación.”

En el segundo caso, Lederach señala la importancia de tomar en cuenta la teoría de cambio “atendiendo las urgencias del presente, pero no encapsularse en el momento de la crisis (episodio), sino avanzar en el proceso de cambio (epicentro)”.

Burton sugiere tomar en cuenta los dos factores del conflicto: la severidad (sus consecuencias y el factor de la violencia), así como el arraigo de un conflicto sobre la naturaleza que tiene ese conflicto, cuán imbricado está en las estructuras y en la propia historia (del espacio territorial, de las relaciones entre los actores, entro otros hitos).

Por eso los procesos de abordaje constructivo de conflicto -que atienden tanto el evento como las causas estructurales- requieren esfuerzos articulados y sistémicos, donde “se debe visualizar y responder a la crisis, pero respaldarla y conectarla con el cambio”.

El iceberg del conflicto: episodio y epicentro

Las dimensiones del conflicto se representan a través de un iceberg, en el cual en la parte más visible --generalmente la más pequeña y evidente-- se ubica el episodio expresado a través de medidas de presión –paros “movilizados”, bloqueos, cabildos y un largo etcétera en Bolivia, y su efervescencia se manifiesta plenamente en las calles, en las vías públicas.

En la parte más grossa y menos visible de este iceberg se encuentra el epicentro o “lo que no vemos, causas, fuentes donde se enraízan las energías que hacen posible la dinámica de esos conflictos”, asentados en causas estructurales, generalmente arraigadas e irresueltas a lo largo de la historia y que con el tiempo se enraízan más y cruzan con otros afluentes multidimensionales, lo que complejiza su comprensión, así como su gestión constructiva.

Si no se trabaja de manera sustantiva sobre el episodio del conflicto (anclado esencialmente en las relaciones y comportamiento humanos) se convierte en una tarea ardua, compleja, riesgosa y muchas veces estéril. Pero también abordar el epicentro implica comprender su propia complejidad; aunque es de un orden diferente, para el que la experiencia señala se deben desarrollar tres grandes dispositivos para encargar la emergencia del conflicto: el diálogo, la negociación y mediación social.

Hay que tomar en cuenta que los conflictos tienen una estructura compleja compuesta por tres elementos: el problema, las personas involucradas y el proceso evolutivo temporal y comunicacional que forman un conglomerado que nos permite visibilizar posibles respuestas o conexiones que requieren ser fortalecidas (esas denominadas capacidades locales de paz) y donde las tensiones se puedan atenuar.

Por ello es importante que los tres elementos de la estructura del conflicto se tomen en cuenta en un balance de fuerzas y de correlación de poder para desarrollar una infraestructura que aquilate las desigualdades y se siente las bases para una adecuada transformación del contexto y cambio social, necesarios para promover la paz y la vigencia plena de los derechos humanos.

* Gabriela L. Ugarte Borja es periodista y comunicadora boliviana. Realizó sus estudios de Maestría en Gestión Pública y Desarrollo Local en la FLACSO-Sede Ecuador y en el Diplomado de Conflictividad Latinoamericana del Instituto de Mediación de México. Trabaja en la Fundación UNIR Bolivia desde hace 15 años. Desde 2019 es Coordinadora de Proyectos en Acción sin Daño y Diálogos de Paz Territorial en el Área de Transformación Constructiva de Conflictos. También fue Coordinadora Nacional de la Red de Información y Gestión del Conocimiento (Information Networking) para el Programa nacional TIC Bolivia. Y como periodista se ha desempeñado en los diarios El Deber y La Razón. También tiene experiencia en radiodifusión y medios audiovisuales. Es coautora, editora o revisora de varias publicaciones.

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