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El Gobierno de Bolivia dispuso el 28 de mayo, mediante el Decreto Supremo 4245, seguir con la cuarentena nacional, condicional y dinámica hasta el 30 de junio. Sin embargo, ha dejado en manos de las gobernaciones y alcaldías la autonomía para pronunciarse sobre aspectos como el transporte.

La determinación llegó en el peor momento de Covid-19. Aún no se alcanzó el pico mayor de la enfermedad y no existen en los departamentos más azotados como Santa Cruz, Beni, Cochabamba y La Paz los suficientes equipos de terapia intensiva disponibles.

Con el paraguas de una descentralización que en los últimos 14 años no fue tal, el Gobierno central de transición ya delegó mayores responsabilidades a gobernaciones y alcaldías. ¿Están pudiendo asumir esta responsabilidad de manera eficiente?

No, es evidente que no todas las gobernaciones y alcaldías pueden con la misión. En departamentos como Santa Cruz la respuesta y organización parecen más rápidas, lo que no ocurre en otros como Cochabamba.

Diferentes personas se han manifestado contrarias a que algunos departamentos flexibilicen la cuarentena cuando el número de casos presentado y de equipos de terapia intensiva no debiera permitirlo.

Para tal efecto, el fin de semana se apuraba la aprobación de una ley que permita trasladar a los enfermos con Covid-19 a centros médicos privados. Sin embargo, se debió esperar a que esta decisión sea aprobada, comunicada y organizada debidamente.

A nivel internacional, ya se recomendó que cualquier flexibilización debiera producirse el momento en que la Covid-19 no esté en su mayor escalada. Y se aconsejó revisar cuántos equipos de terapia intensiva y médicos hay disponibles para atender a la gente que caiga gravemente enferma.

En Bolivia, el número de enfermos se acerca a los 10 mil y departamentos como Cochabamba que estaba en cuarto lugar, pasó al tercero. A pesar de ello, el fin de semana se discutía en universidades como San Simón cuántas horas deberá trabajarse desde este lunes. Un despropósito que fue revertido el domingo por la noche.

Aún no se hacen pruebas masivas entre la población para saber, por ejemplo, cuántos asintomáticos siguen recorriendo las calles contagiando a otras personas.

Uno de los pocos datos escuchados sin mayor explicación en el caso de Cochabamba en la última semana es que un 70 por ciento de las personas contagiadas son asintomáticas. Ese dato habrían arrojado pruebas realizadas que subieron de 25 a 150 por día en ese departamento de casi dos millones de habitantes .

El pico más alto de la enfermedad, según Yercin Mamani, director del Sedes de Cochabamba, se producirá en este departamento a fines de junio; pero para eso faltan 29 días y ya estamos en las calles.

No es este, por tanto, el mejor momento para salir de la cuarentena rígida que vivía Bolivia, por lo menos no en algunos departamentos.

El escenario se agrava por la politización de la pandemia. Y de este problema en parte es culpable la actual presidenta transitoria de Bolivia, Jeanine Áñez.

Al lanzar su candidatura a la presidencia el 25 de enero de este año, Áñez dio lugar a que se intente enlodar cualquiera de sus acciones desde el Gobierno. Lógico, a ningún otro candidato le interesa, menos a los azules, que a ella le vaya bien.

Algunos de los funcionarios de la administración de Áñez también se han encargado de oscurecer cualquier acción al empañar con corrupción y autoritarismo su gestión.

Y es que la politización ha alcanzado a todos los órganos del Estado, a unos de manera directa y a otros de rebote.

En el caso del Órgano Judicial, fue uno de los primeros en ser nuevamente manoseado por el Órgano Ejecutivo como ocurrió durante el gobierno anterior.

Se han venido produciendo detenciones sin el mínimo respeto a la presunción de inocencia. A pesar de que se trata de un derecho universal reconocido como tal en la Constitución boliviana, se lo ha pisoteado.

Ni siquiera se termina de entender por qué continúa el hábito de mandar a la gente aprehendida a la cárcel para defenderse. ¿Todos los aprehendidos tienen listo su plan de fuga o el poder para influir en los demás?

Las acciones del Gobierno a la hora de atropellar derechos han terminado arrastrando a algunos medios de información. Se han prestado al juego de mostrar imágenes e identificar con nombre y apellido a los aprehendidos enmanillados, sin que medie aún juicio y menos sentencia.

A pesar de que muchos politólogos, candidatos y opinadores en general le pidieron a Áñez renunciar a su candidatura, no lo hizo.

La politización de la pandemia no ha hecho más que empeorar día que pasa el escenario de Covid-19 en Bolivia.

En esas condiciones, hoy lunes 1° de junio, miles de bolivianas y bolivianos intentaremos volver al trabajo. Lo haremos de manera improvisada y atentando contra nuestra salud porque al no existir protocolos debidamente socializados, se deja al criterio de cada persona su propio cuidado.

La falta de socialización de protocolos no es el único problema. Hay contradicciones en la información. Mientras el Ministerio de Salud no aconseja usar guantes, algunas alcaldías como la de Cercado los exigirá.

También está la falta de cumplimiento de disposiciones. Siguen funcionando los túneles de supuesta desinfección de personas que ya fueron prohibidos. La Organización Mundial de la Salud ya indicó que estos no ayudan, todo lo contrario, pueden terminar enfermando a la gente.

Ni qué decir de las fotos y videos que circulan todos los días mostrando y demostrando que las personas no actuamos con las mínimas medidas de seguridad. Aún salimos a la calle sin barbijo o con el barbijo en el cuello porque nos estorba. Tampoco guardamos la distancia física mínima necesaria con los demás.

Sin protocolos socializados y sin terminar de entender lo que ya se informó incluso más de una vez, estaremos en las calles. Y lo haremos en medio de un gran miedo e incertidumbre sobre el futuro...

  • ¿Cuál es el futuro que nos espera?
  • ¿Dónde debemos buscar quienes nos quedamos sin trabajo porque ya nos dijeron que no tendrán con qué pagarnos?
  • ¿Qué medidas debemos asumir las empresas si ya no hay dinero y estamos con las deudas hasta el cuello?
  • ¿De dónde podemos sacar dinero si tenemos que dar de comer a cinco, ocho hijos...?
  • ¿Qué decisiones debemos tomar si tenemos hijas e hijos en colegios fiscales y las clases siguen paralizadas?
  • ¿Qué podemos hacer quienes jamás dimos una clase virtual y ahora debemos hacerlo si queremos seguir y que no nos echen?

Una de las pocas claras del mundo de hoy es que son más las preguntas que las respuestas.

¿Qué debe hacer una persona, empresa, autoridad o país cuando no sabe algo? Buscar las respuestas, escuchar y dialogar.

Si tú, amigo lector o lectora, te pones por un momento a pensar en cómo es nuestro aprendizaje ciudadano diario, coincidirás conmigo en que lo que menos sabemos hacer las personas es escuchar a los demás, ponernos por un instante en su lugar y luego dialogar.

A las autoridades les criticamos todo el tiempo... Si se enojan y levantan la voz, les criticamos. Si permiten que suceda lo que no debió suceder, es su culpa. Si alguien roba, la Presidenta también debe estar metida porque así conviene que sea y, sobre todo, que parezca. Lo mismo le pasó a Evo Morales, a quien se le criticó hasta su forma de hablar y falta de lentes a la hora de leer.

Así somos y no creo que seamos mucho mejor en nuestras fuentes laborales donde damos o nos van dando estocadas de cuando en cuando. ¿Y en la familia?

¿Realmente nos interesa saber qué tiene que decirnos la otra persona o solo buscamos, la mayor parte del tiempo, demostrar cuán buenos somos? Peor en un país que quedó tan dividido después de octubre y noviembre de 2019. Las redes sociales están llenas de estas poses, de esta falta de sinceridad y, sobre todo, de esta falta de escucha y diálogo.

¿Quién normalmente escucha? No es lo mismo oír que escuchar porque el escuchar implica una actitud de “me interesas”, “quiero aprender de ti”, “construyamos juntos este espacio”, “pensemos juntos en el futuro”.

Ahora, nos guste o no, tendremos que empezar a pensar entre todas y todos porque solos no vamos a salir de esta. De eso, podemos estar seguros. Aprendamos a escuchar para encontrar las salidas y veremos que sí es posible, sobre todo ahora que tú y yo nos encontraremos en la calle.

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