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Texto y fotos de Miriam Telma Jemio de La Pública y foto portada de Cipca Regional Altiplano (Bolivia)

Miércoles 2 de agosto de 2023.- Los cultivos de la aromática quillquiña perecieron en la última helada que afectó a la comunidad Cuno Cuno en junio. La misma suerte corrieron la lechuga, las vainitas, el perejil y la acelga que crecían en las carpas solares de la familia de agricultores Quispe Álvarez.

Cuno Cuno es una de las 36 comunidades del municipio de Calamarca, población ubicada a 56 kilómetros de la sede de gobierno (La Paz), en Bolivia. Allá yace impactada por las heladas y las sequías, lo que motivó a Germán Quispe a probar nuevas técnicas para producir papa con mayor rendimiento.

Su curiosidad de saber cómo sería la producción de papa en un ambiente atemperado, lo cual no es usual, lo llevó a experimentar con la variedad huaycha, que tiene alta demanda en las ciudades de La Paz y El Alto. El resultado: papas producidas en menor tiempo y con menos riego.

“Usamos riego por inundación y hemos tenido buenos resultados: papas de buen tamaño, peso y buen sabor”, afirma Germán Quispe. Las ha consumido con su familia y siente que esas papas eran más dulces y harinosas.

Para él la única diferencia importante es que produjeron esa papa en menor tiempo. En tres meses y medio ya pudo cosecharla, mientras que en campo abierto tiene que esperar un mes más.

Quispe considera que el rendimiento por surco fue de más de un quintal de papa. Eso en época de sequía es una alternativa para la familia, la comunidad y otras asociaciones, que podrían implementar a gran escala en los siguientes años.

El agricultor Franklin Quispe en plena cosecha de la papa huaycha producida en una de sus carpas solares (foto: Cipca).

“Les ha resultado bastante bien. Por ejemplo, una de las carpas ha producido casi 30 toneladas por hectárea. Han ingeniado una serie de manejos de la carpa. Para que no haya mucho calor, han abierto las ventanas y las puertas regularmente. Así evitaron que crezca el follaje”.

Fredy Villagómez, Director de Cipca Altiplano

Cuando está completamente cerrada la carpa, la temperatura llega hasta los 40 grados Celsius. En esa situación tienen que abrir las ventanas; aunque eso no es necesario en invierno.

La ONG Cipca ha acompañado este proceso de experimentación de algunos productores de Calamarca como la familia Quispe Álvarez. Ha evidenciado rendimientos altos, más de 33 toneladas por hectárea, asegura Orlando Ticona Flores, responsable de la Unidad de Desarrollo Territorial de Cipca Regional Altiplano, quién realizó un análisis comparativo de los rendimientos a campo abierto y en carpas solares.

Con la implementación de la Propuesta Económica Productiva (PEP) de Cipca, que plantea una agricultura sostenible con manejo agroecológico, fueron evidenciados rendimientos altos en superficies considerables, llegando al promedio en el Altiplano de La Paz y Oruro de 18 toneladas por hectárea en los municipios San Pedro de Totora, San Andrés de Machaca, Taraco, Calamarca y Colquencha.

Bolivia produce actualmente papa con un rendimiento de 7 toneladas por hectárea. El Gobierno tiene la meta de duplicar la productividad y alcanzar un promedio de 15 toneladas por hectárea y exportar hasta 2025.

La rentabilidad versus la necesidad

A inicios de este año, la sequía impactó la producción de papa. Empezó a faltar en los mercados y el precio subió de 40 a 80 e incluso 100 bolivianos la arroba. En ese contexto, era rentable producir la papa en carpa y vender la arroba en 80 bolivianos.

Para Quispe, la rentabilidad está en vender la arroba de papa en 80 bolivianos, pero habitualmente el costo en el mercado es de 40 bolivianos. A ese precio, dice que le conviene más producir lechuga, no papa.

Fredy Villagómez, Director de Cipca Altiplano, considera que se debe hacer un estudio más detallado sobre la base de los resultados obtenidos, para ver cómo continuar, si puede ser viable para ampliar la producción o si sólo sería para casos de emergencia, cuando hay mucha sequía.

Para Orlando Ticona, la producción en carpas solares se convierte en una alternativa real porque quintuplica la productividad por superficie de La Paz y existen otros factores favorables como la reducción del periodo del cultivo a 3,5 meses, lo que permitiría realizar hasta tres cosechas por año.

Pérdida económica por eventos climáticos adversos

Las sequías, heladas e inundaciones han afectado a las comunidades de Calamarca en el último lustro. Tanto que en 2018 se promulgó la Ley Municipal de Gestión de Riesgo Agropecuario para enfrentar los impactos atribuidos al cambio climático.

A nivel nacional, en el verano 2022-2023, la sequía afectó a más de 140 mil familias productoras de todo país y a cerca de 190 mil hectáreas de cultivos, según el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras.

En Calamarca, las lluvias no comenzaron en septiembre sino en noviembre de 2022 y fueron discontinuas. “Tres semanas sin lluvia, luego llovía fuerte y otras dos semanas nada”, rememora Germán Quispe.

Pero no ha sido la sequía sino la helada la que ha golpeado este año la producción de la familia Quispe Álvarez. En la visita que realizó La Pública el 14 de junio a la comunidad Cuno Cuno, se evidenció la gravedad de la afectación. En una de las carpas solares se pueden ver hileras de lechugas florecidas cuyas hojas tienen una mezcla de color amarillo tenue con manchas marrón. Están quemadas por la helada.

Un panorama similar se observa en la carpa de las acelgas. Hace un mes que no están cosechando. Esto les representa unos mil bolivianos de pérdida mensual. Junto a la acelga, perdieron repollo y vainitas. “Cada domingo, media arroba de vainitas llevábamos para vender”, remarca Quispe. Y cada semana vendían 100 amarros de acelga.

Las acelgas afectadas por la helada, junto a otros cultivos como la arveja.
Gladys Aroata muestra el estado en que quedaron las lechugas y otros cultivos tras la helada de junio.

“En esta carpa hemos perdido como unos dos mil bolivianos (285 dólares, aproximadamente)”, explica Gladys Aroata. Ella hace un recuento a detalle de las pérdidas. Habitualmente venden sus productos los jueves y domingos en la ciudad de El Alto, hasta antes de la helada sacaban a la venta 80 amarros de apio, 60 de perejil, cilantro y quillquiña. Estas plantas son demandadas para el chairo y el fricasé, por ejemplo.

En el caso de la quillquiña en un área de dos metros cuadrados de producción tenían una venta de 100 bolivianos semanales, vendiendo amarros de un boliviano. Ahora sólo hay hojas secas y amarillentas. Hasta la raíz se ha quemado con la helada. La temperatura llega a menos 12 grados Celsius en estas ocasiones.

El impacto abarcó también a las lechugas que se extienden a lo largo de una de las carpas. No han sido removidas porque deben mantener la humedad de la carpa para que no se deterioren. Para agosto preparan la nueva siembra escalonada.

En el caso del perejil vendían de diez en diez los amarros a sus caseros de la ciudad de La Paz. “Me preocupan los caseros que hemos perdido, los que compraban hasta 30 amarros. Se van a ir a otro lado a comprar. Volver a empezar es difícil”, lamenta Gladys Aroata.

La sequía es otro problema. “Desde febrero dejó de llover y el agua poco a poco ha bajado. En otros años, nevada caía, de eso salía agua”, dice Aroata, a quien le preocupa que sus vecinos no tengan agua para el riego y se esté secando la producción de sus carpas solares.

Una malla contra las heladas

En una de las carpas solares se ven hileras de lechugas en pleno crecimiento. Tienen dos semanas y para el día de la visita tenían planificado realizar el deshierbe. Las 1.500 lechugas crespas serán cosechas a fines de agosto. “Hay que deshierbar para que no le quite los nutrientes. En un día lo hacemos.  Es un trabajo sencillo”.

Las lechugas están cubiertas por una tela blanca. Es una malla “antihelada”, dice Quispe, a quien le parece que “es una buena inversión pagar un boliviano por el metro”.

Germán Quispe muestra la malla antihelada que cubre los cultivos de lechuga que serán cosechados a fines de agosto.

“La helada es terrible, ha quemado el pepino, el tomate y la arveja. La carpa solar no controla el frío, si afuera estamos a menos diez grados Celsius, aquí adentro estamos a menos de ocho grados Celsius. Con la malla antihelada logramos controlar y se puede estar aquí adentro a menos de cinco grados”.

Estamos pensando introducir la papa con la malla antihelada y vamos a ver cómo nos va, adelanta sus planes de experimentación.

“Este año fuerte afectó la helada. No conocíamos esa malla, si hubiéramos conocido antes no nos habría afectado”, dice Gladys Aroata al recordar a sus cultivos perdidos.

La producción agrícola continua

La cebolla que producen es la arequipeña. La siembran en toda la provincia Aroma, donde está Calamarca. Está en pleno crecimiento. Estará lista para la cosecha en septiembre.

“La moradita, la más común, es la más demandada en el mercado”, afirma Quispe. Tardan tres meses y medio en estar listas para la cosecha. En ese tiempo al menos tres veces se tiene que deshierbar y requiere riego semanal por inundación. Es una especie resistente a la helada. “En campo abierto resiste, pero no desarrolla bien. Va a estar sufriendo hasta que pase la helada y recién va a crecer”.

Piensan introducir otras variedades de acelgas porque hay demanda de la morada. “Incluso hemos producido acelgas aromáticas, pero no compraban y ahora están empezando a buscar”. También producirán col rizada, col china, nabo gigante.

La familia Quispe Álvarez ya se está preparando para realizar una siembra escalonada en las seis carpas, cada semana un producto para que la cosecha no sea simultánea. Eso le permite contar con diferentes productos para vender en el mercado.

Así está programado para finales de agosto, porque la temperatura va a empezar a subir. Por ahora, Gladys, Germán y su hermana están a cargo de la producción en las seis carpas, porque Franklin Quispe - papá de Germán- es el actual mallku, la máxima autoridad de la comunidad Cuno Cuno. Germán ya cumplió con ese deber en 2022. Las autoridades comunales tienen un año de gestión.

Van a privilegiar la producción de lechuga que es el producto que más rápido sale, entre 35 a 40 días, y les da mejores ganancias. Venden a un boliviano cada lechuga, de las 1.500 que plantaron obtendrán 1.500 bolivianos.

También han proyectado producir cebolla, zanahoria y forraje en campo abierto desde agosto.

La cebolla puede verse en una de las carpas.
La cosecha de agua surge como opción

Cuando llueve o cae una nevada, los comunarios captan esas aguas para el riego. Usan una motobomba para llevar desde una vertiente agua a los tanques, desde donde circula por las cañerías instaladas a lo largo del campo.

El pozo de agua de esta familia tiene una profundidad de cuatro y medio metros y una capacidad para almacenar entre cinco mil y seis mil litros, que se recargan en cuatro horas con la ayuda de una motobomba. “Alcanza tranquilamente para el riego. Nos costó unos cinco mil bolivianos, pero tiene beneficios”, comenta Quispe.

La familia Quispe Álvarez tiene uno de los pozos más grandes de la comunidad. A los demás comunarios les alcanza sólo para su consumo familiar, no para el riego.

Los meteorólogos predijeron que, a nivel mundial, entre 2023 y 2026 se presentará uno de los años más calurosos desde que se tienen registros. Este año habrá un incremento del calor por la presencia del fenómeno de El Niño. A mayor calor mayor probabilidad de sequías.

Si es así estaríamos perjudicados. Estamos viendo la posibilidad de captar proyectos de la cosecha de agua. recolección de agua de la lluvia, perforación de pozos estamos en esos proyectos como asociación como familia, como comunidad estamos viendo esa posibilidad”.

Germán Quispe

Actualmente, han instalado el riego por goteo en el 50 por ciento de sus carpas solares, lo que proyectan es hacerlo en el 100 por ciento. “Tenemos que implementar -explica Quispe- en toda la infraestructura de las carpas solares, debido a que no sabemos si en los siguientes años va a seguir lloviendo o si va a empeorar la situación”.

Adelanta que buscarán alternativas para que estas zonas sigan siendo productivas, “porque de otra forma vamos a ser obligados a migrar a la ciudad. Es una preocupación, pero estamos con las ganas de seguir buscado soluciones”.

Para Gladys Arota, la solución está en la cosecha de agua. Van a colocar canaletas en el techo de las carpas solares y sembrar agua. Es lo que han determinado del intercambio de experiencia que han hecho en Cochabamba, Sucre y Potosí, donde los agricultores también están sufriendo por la falta de agua.

Aroata lamenta que desde hace tres a cuatro años no hay agua para sembrar a campo abierto. “En enero y febrero llueve mucho y el agua está corriendo. Tenemos que cosechar esa agua”, remarca.

Esto lo podrán lograr con el apoyo de alguna institución que pondrá la geomembrana para impermeabilizar el suelo y la mano de obra la pondrán los agricultores. “Con ese apoyo -aclara la agricultora- vamos a poder salir de estas sequías que están afectando a todos los productores”.

Una de las dificultades centrales es que hay menos agua para producir alimentos en campo abierto y en carpas solares, pero también para la producción ganadera, explica el director de Cipca Altiplano. Cita como ejemplo el hecho de que este año hay menos forraje, lo que lleva a la gente a vender sus bovinos o sus llamas porque no va a alcanzar el follaje para alimentarlos.

Por eso están trabajando en varias acciones como la cosecha de agua, la construcción de zanjas de infiltración o la reforestación, que son a largo plazo, no son inmediatas. Se implementa una serie de estrategias para mitigar un poco la escasez de agua que es muy severa en el Altiplano.

Las innovaciones

Una de las mayores fortalezas para mejorar la producción es que las familias productoras de hortalizas de Calamarca y de la asociación se reúnen y cuentan sus experiencias. Por ejemplo, recién conocieron los beneficios de la malla antihelada. Quispe ha invertido ya 200 bolivianos en esa malla y piensa comprar para todas sus carpas, al igual que las seis familias de esa comunidad que producen en carpas solares.

Quispe comenzó a introducir mejoras en su producción en 2016. Con el apoyo de un proyecto construyó su primera carpa solar que aún está de pie en su propiedad, es de adobe. Allí introdujo la producción de tomate cherry con éxito. No siguió porque es un producto muy sensible a las bajas temperaturas.

En sus proyectos está producir fruta como durazno, ciruelo, manzana, plátano y frutilla. “Hay que probar todos”, comenta entusiasmado, con una sonrisa que no lo abandonó durante toda la visita.

Usan fertilizante que preparan ellos mismos en bidones con el huano de la vaca, le agregan chancaca (un dulce de caña), levadura, suero de la leche de vaca y lo dejan fermentar por uno o dos meses. Esa preparación la aplican a sus cultivos.

“Son nutritivos. Hemos hecho la prueba con cebolla y haba en campo abierto. Los resultados han sido increíbles con la cebolla a campo abierto. Las habas tenían dos metros de altura. En noviembre va a ser una belleza”, señala entusiasmado el agricultor de Cuno Cuno.

Lo que necesitan

Por la experiencia de más de 12 años trabajando en la producción agrícola, Quispe cree que cuando a la comunidad llega un proyecto completamente gratuito, las familias no lo cuidan. Prefieren usar los créditos de fácil acceso y no como el SIBOLIVIA, que otorga el Banco de Desarrollo Productivo (BDP), a una tasa anual del 0,5%, porque pide muchos requisitos y hace esperar más de tres meses.

“Los créditos ayudan a no depender de un gobierno o del municipio. Los gobiernos tienen que trabajar en créditos de más fácil acceso y con un interés del 2 o 3%. Creo que eso estaría bien, devuelves ese dinero con interés, pero trabajando te fortalece la responsabilidad de seguir creciendo”, resalta el agricultor.

A decir de Quispe, la asistencia técnica es necesaria para cuando el productor quiere iniciar. Piensa que los proyectos vienen con técnicos que no conocen la realidad del lugar y por eso prefiere el intercambio de experiencias, como ocurrió en otros departamentos y Perú. “Entonces un productor dice 'esto me interesa' y se lo trae. Incluso lo implementa y mejoramos. Es así cómo estas tecnologías las hemos traído acá y las hemos mejorado, y las vamos a seguir mejorando”.

Germán Quispe reconoce que en todo lo que avanzó contó con el apoyo de ONG como Cipca y Ayllu. También construyeron un centro de procesamiento. “Todas las hortalizas que vamos a producir las vamos a procesar ahí. Se va a embolsar y etiquetar y se van a llevar al mercado. Tenemos un convenio firmado con una empresa comercializadora Valle Verde. A ellos les entregamos ahora nuestra producción. En el futuro como asociación tendremos nuestra propia marca”.

Algunas acciones

Una de las dificultades centrales es que hay menos agua para producir alimentos en campo abierto y en carpas solares, pero también para la producción ganadera, dice Fredy Villagómez, investigador y director de Cipca Altiplano. Cita como ejemplo el que este año hay menos forraje, lo que lleva a la gente a vender sus bovinos o sus llamas porque no va a alcanzar el follaje para alimentarlos.

Por eso están trabajando en varias acciones como la cosecha de agua, la construcción de zanjas de infiltración o la reforestación, que son a largo plazo, no son inmediatos. Se implementa una serie de estrategias para un poco mitigar la escasez de agua que es muy severa en el Altiplano.

El investigador de la Fundación Proinpa Miguel Barrantes señala que hay varios colegas suyos que están probando nuevas formas de producción. Conoce que en Tiahuanaco hay una carpa de más de media hectárea donde se trabaja con tractores y que están produciendo dos veces al año papa.

“Las carpas solares sí son una respuesta porque puedes optimizar el agua, puedes optimizar nutrientes y además puede sacar tres veces la producción en un año”, señala Barrantes.

El investigador de la Fundación Proinpa presentó en el congreso de Cambio Climático realizado en junio en La Paz, el proyecto “Jatun Puka, una alternativa para la adaptación al cambio climático y la producción”, el cual busca generar alternativas para la adaptación al cambio climático y la producción de papa en el Altiplano.

El resultado de la investigación muestra que en el Altiplano es posible elevar la productividad con la introducción de la variedad de papa peruana Jatun Puka, usada para papa frita por su tamaño grande, sin ojos, fácil pelado, piel delgada y lisa.

Los resultados muestran que se ajusta su ciclo para las siembras tardías. La cosecha adelantada de la Jatun Puka rompe la estacionalidad en el Altiplano, lo que permite obtener un mejor precio en el mercado. “Es competitiva en el mercado y tiene gran demanda para la comida rápida”, señala Barrantes.

Reducen el tiempo de crecimiento y tiene un mayor rendimiento. “Si se atrasan las siembras como en 2022, en diciembre se puede sembrar y alcanza para cosechar en febrero, mes en el que se tiene mejor precio por la papa”, explica Barrantes.

Los desafíos sin pausa

Estamos en el mes más seco del año, remarca Willy Rocha, jefe de la Unidad de Meteorología y Climatología del Servicio Nacional de Hidrología y Meteorología (Senahmi).

“Estamos con pocas precipitaciones, esto no es muy alentador. Adicionalmente a esto tenemos la condición de El Niño que se está haciendo visible”, dice Rocha.

Lo preocupante es que desde 2019 se ha extendido un periodo largo de sequía hasta 2023. “Son casi cuatro años de condiciones deficitarias continuas, pero este no es un problema solamente a nivel nacional, es un problema a nivel mundial. Uruguay por ejemplo ya no tiene agua potable, en Argentina de igual manera están en estas condiciones. Ha sido bastante largo este último periodo y bueno anteriormente no se ha registrado similar caso. Ha sido continuo desde el 2019”.

Con la confirmación que hizo la Organización Meteorológica Mundial en la primera semana de julio, sobre la presencia del fenómeno de El Niño a partir del segundo semestre de 2023, se prevé un aumento global de las temperaturas, lo que cambiaría las precipitaciones de diferentes puntos del planeta. En Bolivia, principalmente en la ciudad de La Paz, la academia ha alertado de una posible escasez de agua similar a la sufrida en 2016.

En tanto, la familia Quispe Álvarez no para con sus proyecciones, Construirá dos carpas más y cosechará agua. “Cada carpa da en promedio de 800 bolivianos al mes, con 10 carpas, tienes ocho mil bolivianos al mes. Es mejor”, dice seguro Germán Quispe.

*Este informe ha sido redactado y elaborado en el marco de un programa de formación periodística impartido por la Fundación Thomson Reuters. El contenido es responsabilidad exclusiva de la autora y del editor.

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