Por Carlos Tellería para Guardiana, foto de Unicef
Miércoles 6 de abril de 2022.- Wara tiene 29 años y cinco hijos. Su experiencia de vida en pareja se convirtió en un ciclo de violencia. Cuenta que desde el primer día de concubinato era golpeada, desde que tenía 17 años. Su agresor le pedía disculpas, pero ese perdón se esfumaba con una nueva golpiza, incluso llegó a romperle la cabeza. Ella no denunciaba las agresiones porque él le hacía sentir culpable, pero se armó de valor, buscó ayuda y la encontró.
Este es uno de los casos atendidos por Familia Segura, un servicio gratuito de apoyo psicológico y emocional para prevenir y atender la violencia durante la pandemia, impulsado por Unicef y otras institucionales desde abril de 2020, tiempo en el que los contagios de Covid-19 empezaban a multiplicarse en Bolivia.
En un recuento global de 20 meses, la línea gratuita 800-11-3040 recibió 50.982 llamadas. La mayoría era de personas mayores de 13 años hasta los 45; es decir, adolescentes, jóvenes y adultos.
En un video difundido por Unicef, el representante en Bolivia de esta institución, Rafael Ramírez, recordó que este servicio nació con la idea de apoyo a la salud mental, pero se ha transformado en parte del sistema de protección. El 22,7 por ciento de las llamadas en estos 20 meses fueron por casos de violencia.
El de Wara es uno de esos casos. Esta vendedora de empanadas en la ciudad de El Alto le contó a quien atendió sus llamadas que su concubino no solo es violento, sino que también gastaba el dinero de la familia en el consumo de bebidas alcohólicas e incluso hacía faltar comida. Agregó que sus hijos no querían permanecer en casa debido a los líos y preferían estar en la calle. El caso pasó a conocimiento de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia y de las instancias defensoras de la niñez.
Los adultos y sus problemas
Daniela Riveros, miembro del Programa de Protección de Unicef, explicó a Guardiana que las personas que tienen más de 26 años se contactaron por problemas de trabajo o que no se sienten capaces de independizarse, y también hubo llamadas por asuntos de pareja.
En los ocho meses de trabajo de 2020, la mayor cantidad de llamadas provenían de niños, adolescentes y jóvenes de hasta 25 años. Las medidas asumidas por los riesgos de contagio, como el aislamiento o la suspensión de actividades educativas calaron hondo en la población estudiantil de colegios y universidades.
Este grupo etario continuó afectado en 2021. Los efectos del no relacionamiento con amigos y compañeros de estudio o vivir un encierro ha causado tristeza, desesperanza, depresión, falta de apetito y de sueño, hasta autolesiones, según Virginia Pérez, jefa del Programa de Atención a la Niñez y Adolescencia de Unicef.
Sin embargo, de a poco las autoridades han flexibilizado las medidas de bioseguridad, incluso las y los estudiantes han comenzado a tener clases presenciales y semipresenciales.
Otro grupo de llamadas mayoritarias es de quienes necesitan primeros auxilios psicológicos. La psicóloga Daniela Riveros explica que son herramientas de apoyo y acompañamiento a personas que viven alguna situación de crisis emocional que van desde la escucha activa hasta el uso de técnicas de respiración y otras.
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