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Por Guardiana (Bolivia)

Lunes 11 de octubre de 2021.- Desde marzo del 2020, un ejército de salubristas bolivianos está en el frente de batalla contra la Covid-19, un enemigo invisible que ya cobró casi 19.000 vidas en el país. En esta primera línea de combate están 22.631 enfermeras, un grupo que debe pelear durante más horas al día contra el virus debido a las características de sus tareas, que van desde el control de los signos vitales hasta el apoyo al paciente para los servicios sanitarios e higiénicos, una cercanía que tal vez fue la razón para la pérdida de 130 de ellas hasta la fecha.

“El virus nos encontró desarmadas y sin posibilidad de reacción, pero nosotras dimos el pecho para las balas”, resalta Elba Olivera, licenciada en Enfermería y presidenta del Colegio de Enfermeras de Bolivia, al recordar la tragedia que se vive en el país desde el 10 de marzo del 2020, cuando aparecieron los dos primeros casos de Covid-19 y la posterior primera ola de contagios.

Hasta ese entonces, las enfermeras y los otros salubristas del sistema boliviano conocían la pandemia por la teoría y los libros, comenta Olivera. El temor y la inseguridad comenzaron a apoderarse de ellas, tal como ocurrió con el resto de la población, con la diferencia de que los deberes y la vocación comprometían a estas guerreras de mandil blanco a entrar a la primera línea de defensa contra el enemigo.

En las primeras batallas, la carencia de equipos de bioseguridad para su protección fue el primer golpe para este ejército. El contagio acelerado en el mundo había agotado estos implementos especiales. La necesidad obligó a las enfermeras a fabricar sus propias armas de defensa con telas, nailon, plásticos y todo lo que podían conseguir para crear barbijos, protectores e indumentaria, aunque éstos no sean los más seguros. Olivera recuerda varias protestas en las calles en demanda de estos elementos esenciales para cuidar la vida de las y los salubristas que atienden a pacientes infectados.

En el Día de la Mujer Boliviana, Guardiana erige un monumento digital como homenaje a las 22.631 guerreras de mandil blanco que estuvieron al pie de la cama de las y los enfermos con Covid-19 o como parte esencial de la cadena de atención en general en los centros de salud. Y a través de algunas historias de ellas recuperadas en este reportaje, les decimos a todas: ¡Gracias!

El equipo de enfermeras de la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Hospital Obrero de la ciudad de Santa Cruz, en su espacio de trabajo.
Al filo del contagio

Si bien normalmente todo el personal de los hospitales está en riesgo de contagio, las enfermeras están al filo porque pelean más tiempo con el enemigo, están más horas expuestas al virus. Si no hay complicaciones, los médicos revisan y valoran al paciente con Covid-19 en media hora, en promedio, pero las enfermeras son responsables del cuidado y la atención, tareas que van desde el control de los signos vitales, la administración de los tratamientos, hasta los cambios posturales y apoyo al paciente para los servicios sanitarios e higiénicos, durante turnos de 24 horas. Ellas necesitan tener el mayor acercamiento posible para cumplir con su deber, explica Mery Romero, licenciada en Enfermería y supervisora nacional de Enfermería de la Caja Nacional de Salud (CNS), la aseguradora de salud más grande del país.

Los datos del Ministerio de Salud hasta julio del 2021 dan cuenta de que 22.631 enfermeras bolivianas, entre licenciadas y auxiliares, dieron un paso adelante y han estado en la primera línea para combatir a la Covid-19. La mayoría de este valiente ejército está en los departamentos de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, en ese orden.

En este batallón está Sandra Parra, licenciada en Enfermería y quien lideró a estas salubristas en el Hospital Municipal Boliviano Holandés, uno de los “hospitales Covid” de El Alto. El gesto de tristeza es evidente cuando esta joven profesional recuerda las tres olas y los picos altos de contagio. “Eran tantos pacientes y varios llegaban ya sin señales de vida. Ha sido muy doloroso para nosotras, hemos sentido mucha impotencia”.

Cuando el nosocomio fue designado como “hospital Covid”, el miedo fue el sentimiento compartido entre las enfermeras, más aún cuando se les anunció que todas rotarían en la atención de pacientes infectados. Parra rememora que sus padres fueron los primeros que pasaron por su mente. Ella vivía con ellos y su mayor temor era contagiarlos.

“Tenía miedo a contagiar a mis papás. Mi mamá tiene una enfermedad de base y es más vulnerable. Creo que ese era el principal problema de todas: llevar el virus a nuestras casas luego de 24 horas seguidas de estar expuestas (…) varias colegas perdieron a sus familiares y este sentimiento de culpa se queda. Yo he perdido a mi papá recientemente, en junio de este año, y es lo más me duele de todo”.

Sandra Parra, licenciada en Enfermería y jefa de Enfermería del Servicio Covid-19 en el Hospital Municipal Boliviano Holandés.

Ella decidió trasladar a su papá, un hombre de 56 años, al Boliviano Holandés, debido a que él contó que no estaba siendo atendido en el hospital de la seguridad social donde inicialmente fue internado. “Me lo devolvieron muy mal. Aquí se le atendió y estaba mejorando, pero tenía muchos coágulos en su cuerpo, ya era tarde. He visto morir a mi papá en este servicio”, relata con inevitables lágrimas en los ojos.

Pese a su tragedia, Parra no podía derrumbarse del todo porque tenía en sus manos la dirección del trabajo de las enfermeras que atendían a decenas de pacientes con el virus y los problemas se sumaban. Le tocó resolver la depresión de algunas de sus colegas y los problemas que les causaban los equipos de protección, debido a que las sofocaba y les impedía escuchar los signos vitales. Ellas tuvieron que darse modos y seguir la pelea contra un enemigo que no daba tregua.  

Sandra Parra lideró a las enfermeras del Hospital Municipal Boliviano Holandés durante las tres primeras olas de la Covid-19.

A unos 850 kilómetros de distancia, en la ciudad de Santa Cruz, Edith Mancilla y sus colegas también luchan horas y horas, días y días contra el mismo enemigo en los hospitales de la Caja Nacional de Salud (CNS). En la primera ola, la regional desplegó inicialmente a las enfermeras más jóvenes y aquellas sin enfermedades de base a la primera línea de atención, para cuidar a su personal más vulnerable, luego de que en marzo de 2020 el Gobierno transitorio instruyó poner en resguardo a los salubristas adultos mayores y con enfermedades crónicas (diabetes, hipertensión, afecciones cardiacas, obesidad y otros).

En el primer grupo estaba Mancilla, quien actualmente es coordinadora del domo de Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Hospital Obrero, donde muchas soportan la deshidratación, el dolor de cabeza y las heridas que les causan los Equipos de Protección Personal (EPP), sobre todo los más gruesos, debido a que permanecen hasta cuatro horas continuas dentro de ellos. A esto se suman el llanto de las familias de los pacientes y su desesperación por verlos, situaciones con las que a veces no pueden más. “Tratamos de hacer videollamadas, pero a veces no se puede porque el paciente realmente está muy crítico y no puede ni hablar, pero la familia quiere estar con ellos. Es doloroso ver todo esto”.   

Mancilla está casada con un enfermero que también está en la primera línea de atención, lo que hace que tengan el doble de cuidado con sus hijos, un niño de tres años y otro de seis. La pareja habilitó áreas exclusivas dentro de su casa para su desinfección y aislamiento cuando corresponda, con el fin de evitar cualquier riesgo para sus niños, más aún cuando ambos siguen librando la lucha contra la pandemia. Por ejemplo, ellos ya no comparten el baño con sus hijos.

“Es muy difícil para mi esposo y para mí porque los dos somos enfermeros y tenemos niños pequeños en la casa. En nuestra mente siempre está la pregunta de qué pasará con ellos si algo nos ocurre, es la parte más dura. Hemos tenido que poner reglas en la casa para no arriesgarlos y es complicado hacerles entender que no debemos acercarnos en ciertos momentos (...) Cuando llego a casa, mi hijo siempre me pregunta: ‘Mamá, ya lo terminaste de matar al virus; no dejes que se escape, mátalo de una vez’. Cada día le respondo que lo estamos hiriendo, que le estamos ganando, que pronto morirá”.

Edith Mancilla, coordinadora de Enfermería del domo de Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Obrero de Santa Cruz.
Edith Mancilla es licenciada en Enfermería y madre de dos niños pequeños, de seis y tres años.
Seis municipios críticos

Precisamente El Alto y Santa Cruz fueron dos de los seis municipios más críticos durante las tres primeras olas, según el Colegio de Enfermeras de Bolivia. Los otros fueron Cochabamba, La Paz, Trinidad y Riberalta (Beni), y no solo porque tenían las mayores cifras de contagios, sino por las condiciones en las que tuvieron que trabajar las enfermeras y los contagios masivos de estas salubristas, lo que derivó en más turnos y más trabajo. Se estima que el 90% de las enfermeras padeció Covid-19.

Las necesidades en la primera ola obligaron a Olivera y a las afiliadas a recaudar fondos y comprar equipos de bioseguridad y medicamentos, sobre todo para las enfermeras de Trinidad y Riberalta, y de áreas rurales, donde sus condiciones laborales son más preocupantes. Para La Paz se intentó incluso contratar un hotel con el fin de evitar el retorno a las casas por el temor a contagiar a las familias, pero ninguno quiso proporcionarles ese servicio.

El Colegio de Enfermeras de Bolivia señala que las licenciadas en enfermería perciben los salarios más bajos, que llegan a los Bs 700, en municipios rurales, clínicas privadas de El Alto y ciudades intermedias, y que la diferencia con la remuneración de auxiliares de enfermería es entre Bs 100 y 300. Estos Bs 700 son el sueldo que reciben por 120 o más horas de trabajo al mes; Olivera recuerda que encontraron casos de licenciadas en Enfermería a las que alcaldías del área rural les pagaban Bs 700 u 800 por hasta 220 horas de trabajo al mes. La seguridad social (cajas de salud) es la que ofrece mejores salarios al sector.

“Las licenciadas estudiamos cinco años, al igual que el médico y otros profesionales, incluso nos formamos en especialidades con dos o tres años más de estudio; pero hay una subutilización de nuestro recurso llevado al extremo y una precarización de condiciones laborales. Así y todo nos enfrentamos al virus, así y todo arriesgamos nuestras vidas y no todas estamos salimos vivas para reclamarlo”, expresa Olivera.

Parra y Mancilla coinciden al afirmar que uno de los hechos que más las marcó fue atender y ver morir a sus propias colegas, a quienes vieron días antes sentir impotencia cuando perdían a sus pacientes y alegría cuando se recuperaban. El 13 de junio de 2020, el Hospital Obrero de Santa Cruz perdió a Alicia Ayala, una joven licenciada en Enfermería que batalló desde el principio contra el virus; sus compañeras no soportaron la noticia y salieron a las puertas del nosocomio para darle un último adiós y en busca de consuelo entre ellas, como se observa en el video:

Olivera acierta al hablar sobre las pérdidas de vidas en una guerra que las enfermeras y los otros salubristas libran hace un año y siete meses. Los datos del Ministerio de Salud señalan que hasta julio de este año murieron 41 licenciadas en Enfermería y 89 auxiliares, lo que hace un total de 130 bajas definitivas, 34 fueron varones.

El viceministro de Gestión del Sistema Sanitario, Álvaro Terrazas, informa que se firmó un convenio con la aseguradora Univida para pagar a todos los familiares de estas víctimas y de aquellas que quedaron con discapacidad, dentro del grupo de trabajadores en salud. El seguro contratado cubre el riesgo de muerte por coronavirus e invalidez total y permanente a causa de esta enfermedad, y su vigencia fue desde el 14 de abril de 2020 hasta el 14 de abril del 2021.

“El rol de las enfermeras es fundamental en la pandemia. Ellas realizaron cambios en la rutina de la asistencia, adecuación de horarios y comprensión de la importancia y necesidad de disponibilidad de equipos de protección personal adecuados, por lo que el trabajo de enfermería se hizo evidente para la sociedad, además que ahora tienen que continuar enfrentando los desafíos que se van presentando conforme surgen las necesidades para el cuidado y tratamiento de los pacientes”, destaca Terrazas.

La adversidad no doblegó el brazo a las enfermeras, resalta Romero, supervisora nacional de Enfermería de la CNS, más al contrario, la pandemia puso en evidencia que “el personal de enfermería es mucho más necesario de lo que muchos piensan” y eso se ve reflejado en la búsqueda de enfermeras por parte de las familias, del sistema de salud del país y del mundo.

“Esta tragedia nos ha fortalecido como profesionales de enfermería, nosotras mismas nos hemos recordado el valor que tenemos, nos hemos visto solas ante un enemigo desconocido que no nos daba tregua. Si una colega se enfermaba, otra tenía que cubrir su trabajo; si eran dos, la otra tenía que sacar fuerzas y cubrir el trabajo de ambas. Muchas de nosotras son madres solteras y sustento de su familia, y esta tragedia nos ayuda a conocernos y apoyarnos mejor”, afirma Romero.

Como cada 11 de octubre, hoy se celebra el Día de la Mujer Boliviana en homenaje al nacimiento de Adela Zamudio, pionera del feminismo en el país, además de escritora, maestra y luchadora social por las mujeres bolivianas. Sobre todo, en este día, se reconoce el esfuerzo y la dedicación de la mujer y su aporte a la familia y la sociedad. Es inevitable relacionar esta conmemoración con la batalla actual contra la Covid-19, en la que las mujeres enfermeras han demostrado grandes capacidades de organización, resolución, adaptación a entornos cambiantes e innovación en busca de una mejor atención y cuidados a sus pacientes.

Este material forma parte de un reportaje de cuatro artículos que son los siguientes:

1. Covid-19 mató a 130 enfermeras de 22.631 que hay en Bolivia con sueldos desde Bs700

2. La enfermera embarazada cuyo esposo y hermanos enfermaron en la Llajta

3. Caos y muerte por Covid en Emergencias del Hospital Obrero de Trinidad

4. Enfermeras recuerdan esos días de barbijos sucios, pañales, embarazo y pánico cruceño

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