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Por Guiomara Calle para Guardiana (Bolivia) 

“¡Mujer maldita, sal de mi vida!”...“¡Estoy harto de mi puta vida!”... “¡¿Por qué no te mueres?!”...“No me da la gana”, son solo algunas respuestas que recibieron dos maestros por parte de estudiantes de primaria y que les dejaron sorprendidos. La frustración y otros sentimientos incómodos suelen ser las causas del comportamiento agresivo en niños, y entender el problema es un buen comienzo para hallar soluciones. La pandemia tiene su huella en estas situaciones.

Marco es un niño de seis años que cursa el 1° de primaria en la ciudad de Cochabamba. Su comportamiento pone en vilo al director, los profesores, los porteros y hasta a las enfermeras de su colegio, pues acostumbra a salirse de las clases con el pretexto de ir al baño, desaparecer y provocar intensas búsquedas. Pero, la agresividad a su corta edad es lo que más preocupa a la comunidad estudiantil. 

“Un día estábamos entregando instrumentos de música y a él no le tocó el que quería, y empezó a meter mucha bulla. Lo cambié de asiento y me gritó: ‘Estoy harto de mi puta vida’. A modo de reflexionarlo le dije: ‘Creo que no escuché bien, ¿qué dijiste? Se paró y gritó para que todo el curso escuche. Este caso es muy serio porque él falta el respeto a todos los profesores, se ríe cuando se lo reprende, no tiene miedo a la autoridad”.

Maestra que prefirió mantener en reserva su nombre para cuidar la identidad del menor de edad.

El colegio activó en este caso un protocolo para tratar a niñas y niños agresivos, y convocó a los padres para hallar las causas con la ayuda de una psicóloga y aplicar un plan de seguimiento, el mismo que fue implementado para otro estudiante de la misma edad que gritó a la maestra: “Mujer maldita, sal de mi vida”, cuando esta le pidió entregar su examen. La mamá, en la entrevista con los profesores, contó que el papá la maltrata con esas palabras. 

Carlos Mendoza, profesor de Matemáticas de 3° de primaria de un colegio de La Paz, pidió a uno de sus estudiantes de solo ocho años de edad mejorar sus notas y éste le respondió: “¡¿Por qué no te mueres?!”. Aunque los casos son más frecuentes en niños, según la percepción de este maestro, las niñas no están exentas, pues a este educador también le tocó lidiar con una alumna de nueve años que acostumbraba a responder a sus profesores: “No me da la gana”. 

¿Por qué estos niños actúan así?

Para la psicopedagoga Carla Pérez, la causa más habitual es el sentimiento de frustración y el hecho de que las y los pequeños aún no han desarrollado la habilidad necesaria para resolver los problemas sin mostrar enojo. Aunque la ansiedad puede ser una causa interna de estos comportamientos. 

La especialista señaló que también hay causas externas, pues los factores que rodean al niño desempeñan un rol importante en el desarrollo de su personalidad. “La familia es el primer círculo donde el niño aprende las normas básicas de convivencia, el respeto. En estos casos, la disciplina de los padres es fundamental porque si ellos no exigen mucho o educan de una forma hostil, fomentarán el comportamiento agresivo. Los extremos no son aconsejables”. 

Para Liang Rodríguez, psicóloga y especialista en el comportamiento de la niñez, la pandemia de la Covid-19 dejó su huella en estas situaciones porque bien pudo ahondar el problema de la agresividad infantil con el encierro y la abrupta anulación del relacionamiento social de los menores con sus pares y otras actividades. Precisamente, las especialistas brindaron recomendaciones para los padres que enfrentan estos problemas.

1. Preguntar al niño el porqué de su comportamiento 

Averigüe qué desencadenó el comportamiento agresivo para conocer si se tratan de causas externas o internas. Tal vez fue apurado en alguna acción, tratado de manera abrupta o se le negó algo que quería, pues estas son las causas más frecuentes de frustración que derivan en enojo y la posterior agresividad. 

2. Cambiar sus actividades 

Cuando la o el niño se muestre agresivo, frene su comportamiento y ofrezca una nueva y diferente actividad, o llévelo a un lugar donde descargue los sentimientos agresivos sin hacerse daño ni a los demás. 

Crédito: alohaecuador.com
3. Enseñar a manejar las situaciones de conflicto 

Con el uso de ejemplos, enséñele a manejar algunas palabras para evitar un conflicto o solucionarlo cuando el niño esté en calma. Ellos necesitan sugerencias y demostraciones específicas de los adultos para aprender maneras alternativas a los insultos o ataques físicos. 

4. Destacar siempre el buen comportamiento 

Destaque su comportamiento cada vez que el niño logre entrar en calma y recuperar la compostura. Lo mismo cuando él intente contar lo sucedido de forma calmada y muestre esfuerzos de control. 

5. Los adultos deben cuidar su comportamiento 

Las madres y padres son los modelos más importantes para el comportamiento de las y los niños. Si en la familia hay muchas discusiones o peleas físicas en presencia de los hijos o que ellos puedan oír, ellos pueden reflejarlas e imitarlas. 

6. Los límites son importantes 

Establecer restricciones razonables al comportamiento del niño es importante porque es una forma de demostrarle el cariño. Los niños que se sienten queridos quieren agradar a sus padres la mayoría de las veces y responden de mejor manera a la disciplina. 

7. La paciencia es vital en el proceso 

El proceso para que el niño aprenda a razonar antes de mostrar agresividad y a vivir en armonía con su entorno es gradual y puede durar años, por eso es importante mantener en mente la visión a largo plazo. También es vital mantener la calma, porque cuando se enfrenta a un niño enfurecido, es fácil sentirse fuera de control y gritarle. Mantener la calma y controlar las propias emociones pueden servir de ejemplo para el niño y enseñarle a imitar esas reacciones. 

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