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Y triunfará el amor, como energía primera, y triunfará como el sol triunfa cada mañana, ante la promesa del nuevo día, ante el futuro, volando por encima de la soledad y de la sombría sombra del sinsentido.  

Y triunfará el amor, como las plantas nuevas cuando llueve, verdeciendo el campo, llenando de frescor y fragancia el mundo, brotando en los riachuelos de fe y esperanza, renaciendo en las nubes y sus misterios todavía indescifrados, triunfará por las horas quietas en que la vida se vuelve buena.

Y crecerá el amor, dentro de aquellos a quienes toca con su brisa fresca, para llevarlos volando por los campos de Acheral, bajo la luna buena que, gracias al amor, besa al cañaveral.

Y crecerá el amor en las montañas de siete colores, de mil colores, de todos los colores, en los Andes, en la Quebrada, en Purmamarca, en Vinicunca, en nuestros ojos cuando simplemente se miren unos a los otros, ojos llenos de los colores del amor.

Y brillará el amor, como un caminito indio, al atardecer, por los trigales, por los paisajes, por los lugares que recorreremos juntos, sin prisas ni condenas, escuchando las voces lejanas de los pájaros que cantan al ángelus, las quenas, el significado del viento.

Y lloverá el amor, para reverdecer el mundo, nuestro mundo, nuestros sueños, nuestras seguridades, nuestras ilusiones, nuestro ir por la vida que crece, que surge, gracias al amor, derribando las desdichas y las penas.

Y triunfará el amor porque dos, simplemente dos sobre el ancho mundo, así no quieran, floreciendo y poblando de luces y palabras y guitarras y conquistas y sabores y justas causas, el día nuevo, el año nuevo, el destino, la fortuna, el futuro que ya es hoy, cuando dos se quieren.

Y vencerá el amor, simplemente, porque no hay otra opción en la vida que sin él no sea muerte. El amor, que puebla la vida de vida, y que la aleja, así sea por un momento, del adiós, de la nada, de la ruina, de los estragos del tiempo, de la parca.

En el valle nuevo del amor, el año nuevo triunfará abriendo sus alas bellas y sencillas, llenas de amor, del amor que señorea sobre aquellos que, ahora sí, se aman.  No le demos fuerza al mal. Démosle amor al amor, que nada más nos queda.

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