En los 80 había una epidemia de VIH Sida en Portugal. Los casos se habían disparado sobre todo porque adictos a la heroína compartían sus jeringas para inyectarse esta sustancia. Ante este problema de salud pública, ese Estado legalizó el uso de sustancias e implementó la llamada Reducción de Daños, por la que se crearon programas de intercambio de jeringas, asegurando su uso único y otros programas innovadores para ir deshabituando a los adictos. Con estas medidas, el índice de contagios de VIH- Sida en ese país ya no aumentó desde entonces.
Actualmente, muchos países están superando el prohibicionismo al implementar este enfoque de Reducción de Daños, inclusive en Latinoamérica en países como México, Colombia y Argentina por mencionar algunos. Nosotros tenemos problemas también en Bolivia, en especial con el consumo del alcohol, una práctica extendida a nivel cultural y social que, en su abuso, desemboca en hechos lamentables, afectando a quienes consumen, su entorno y su patrimonio.
La pandemia ha evidenciado que nuestra relación como seres humanos con las sustancias es frágil y tendemos al abuso de estas. Por ello, la reducción de daños como perspectiva de abordaje a estos problemas de abuso de sustancias es una solución real y actual. Los problemas de abuso de sustancias no deben ser tratados en el ámbito penal represivo, sino desde un enfoque de salud pública.
Los días de encierro, sin duda, han venido afectando la mente y estabilidad emocional de las personas por la angustia y ansiedad que genera esta situación. Sumado a esto, los problemas personales por los que todos atravesamos hacen de este periodo de cuarentena la excusa perfecta para hundirnos en el abuso de sustancias. Los medios de comunicación ponen en evidencia nuestra predilección por el consumo de alcohol.
La tabla que comparto a continuación evidencia que el alcohol es la sustancia más dañina tanto para el que usa como para su entorno y su patrimonio, tanto en Bolivia como en el mundo, ya que los datos que se ven a continuación reflejan la situación de Inglaterra en 2017 y han sido publicados por la revista The Lancet.
No vengo a cuestionar si el consumo de sustancias es bueno o no, sino a cómo mejorar nuestra relación con las sustancias de manera responsable y sin afectar a terceros. Al respecto, el Estado boliviano plantea la prevención como única solución, viendo en la sobriedad y el abstencionismo la única manera de evitar el abuso de sustancias y drogodependencias.
Dado que la realidad dista mucho de las aspiraciones que tiene el Estado con la prevención, en el mundo se viene desde los 80 instaurando un enfoque alternativo para mitigar el daño que ocasiona el abuso de drogas y la drogodependencia. Este enfoque es la Reducción de Daños, que se puede implementar tanto en estrategias dirigidas a la prevención del consumo en personas no usuarias; prevención del uso problemático en personas usuarias experimentales, ocasionales, habituales; y prevención de sobredosis o manejo de abstinencia en personas usuarias habituales, crónicas o problemáticas, mismas situaciones que, a su vez, se han incrementado durante la pandemia global de Covid-19.
La Reducción de Daños se traduce en políticas estatales, programas e intervenciones públicas/privadas y prácticas entre personas que no quieren/pueden dejar de usar estas sustancias. Son opciones que protegen el derecho a la salud, aun cuando una persona no esté preparada para abstenerse del consumo de sustancias legales o ilegales.
Todavía nuestras normas punitivas, que persiguen el narcotráfico, prescriben acerca de la prevención del abuso de sustancias y adicciones. Situación que no es compatible con el objeto de la ley, ya que estos planes de prevención y atención debieran estar planteados en políticas públicas en materia de salud pública y normas no penales.
El Estado, a través de la Ley 1008, asume una postura prohibicionista, y de manera tímida con la Ley 913 ha buscado abrir una ventana a la regulación del consumo medicinal de sustancias. Sin embargo, se deja que los usuarios con problemas de abuso o adicciones aún puedan ser encarcelados y no se les ofrece una alternativa terapéutica para superar estas enfermedades.
Nuestro mayor problema actual es el abuso de alcohol y debemos, como sociedad, buscar la manera de concientizar para un uso adulto y responsable. Y las instituciones bolivianas públicas y privadas de tratamiento a drogodependientes tienen la obligación de mirar y adoptar este enfoque de reducción de daños dentro de sus planes de “rehabilitación”.
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