Con la caída del gobierno del MAS, una de las preguntas urgentes para el país está relacionada con los cambios que se deben realizar en el ámbito educativo. ¿Hay que derrumbar todo el aparato educativo construido a partir de la Ley 070? ¿Existen aspectos rescatables? ¿Borrón y cuenta nueva?
Considero que sería un error derrumbar todo y comenzar de cero. Una actitud así solo denotaría una miopía aguda a nivel político y educativo. Evidentemente existen aspectos que tienen que ser corregidos, mejorados y algunos desechados; pero también los hay positivos.
Uno de los aspectos que merece la pena destacarse es la iniciativa de que todos nuestros jóvenes concluyan la escuela obteniendo una certificación de Bachillerato Técnico Humanístico (BTH). Esto añade una formación técnica básica, además de la humanística que se ofrece a lo largo de los doce años de escuela.
Las ventajas de este bachillerato son variadas. La desmitificación de la formación universitaria es una de ellas. La universidad no es el único camino para la formación profesional de los jóvenes. Nuestra realidad demanda de los profesionales un sinnúmero de habilidades prácticas que las universidades, enajenadas en la “academia”, se han vuelto incapaces de ofrecer. Una buena formación técnica en las escuelas es capaz de abrir la mente, las iniciativas empresariales y el terreno laboral para muchos jóvenes.
Aunque existe aún una corriente que considera que este tipo de profesionalización supone una condición ideal para la dominación de la población, más allá de la demagogia y de la formación para la burocracia, el BTH forma para el trabajo. Un joven técnico pone en práctica lo que aprende, valora su formación y se esfuerza para ganar el salario que merece. Esta realidad le ayuda a comprender el valor de su saber hacer en un mundo competitivo.
La formación humanística, bien planteada, sería sin ninguna duda la base para que cualquier joven no solo comprenda cómo funciona el mundo, sino también por qué funciona así. Le debería otorgar además herramientas éticas para discernir lo bueno de lo malo. La formación que las escuelas están ofreciendo a nuestros hijos se ha quedado tan alejada de la realidad que ni siquiera está pudiendo explicar cómo funciona el mundo. En otras palabras, nos hemos conformado con que nuestros bachilleres tengan las mínimas nociones del lenguaje, las matemáticas y las ciencias.
Un técnico medio, en cambio, al menos sabe hacer alguna cosa, además de aquellas nociones básicas que le ha ofrecido la escuela.
Muchas son las dificultades para poner en práctica este bachillerato. Para empezar, se requiere de gente formada. Y, a pesar de que es difícil encontrar profesionales dispuestos a enseñar a los adolescentes de nuestras escuelas, el Ministerio de Educación les exige que posean también el título de maestros normalistas. ¿Cuántos chef normalistas habrá en el país? ¿Cuántos reposteros, mecánicos, gestores ambientales, diseñadores, etc., etc. que posean además el título de normalistas? Estos requisitos hacen muy difícil que todas nuestras escuelas cuenten con formadores en sus bachilleratos técnicos. Este dato supone también un desafío para las escuelas de formación docente.
El otro aspecto que habría que repensar es que por motivos políticos el diseño curricular no puede ser planteado bajo el modelo por competencias. Desde hace más de dos décadas el mundo se ha dado cuenta de que la mejor manera de formar profesionales es ayudándoles a desarrollar competencias, es decir capacidades idóneas y éticas más relacionadas con el saber hacer que con la repetición memorística de algunos conceptos. El nuevo gobierno deberá revisar y orientar el diseño curricular de este bachillerato.
Los gobiernos municipales son los encargados de dotar de infraestructura y equipamiento para todos los BTH del país. Pero ya vemos que el afán electoralista de muchos alcaldes, les lleva a invertir millones en mochilas que contengan el logo de su gobierno municipal y se olvidan de hacer mantenimiento, de ofrecer agua potable, baños higiénicos, limpios y con agua, pupitres en buen estado, aulas amplias, iluminadas, aseadas y seguras. Si no logran esto que es lo mínimo, mucho menos estarán en condiciones de equipar a cada escuela para su bachillerato técnico.
Y no se trata de dotar de un aula. ¡Por favor! Pensemos, por ejemplo, que una escuela haya decidido que su bachillerato técnico sea en gastronomía. Necesitará un espacio especialmente diseñado para el desarrollo de esta profesión. Cocinas, refrigeradores, hornos industriales, microondas, mesas de trabajo, sala de conservación, sala de despensa y todos los utensilios necesarios para esto, considerando además la cantidad de estudiantes que deberán cocinar (no simplemente mirar), no se tratará de una inversión menor.
¿Cuánto les interesa a los gobiernos municipales dotar de infraestructura y equipamiento a todos sus bachilleratos técnicos? ¿Qué réditos les trae? No sé si a los alcaldes les alcanzará el sentido común para dejar de hacer política sucia y comenzar a pensar seriamente en el futuro de sus municipios. Veamos nada más qué ha sucedido en las actuales gestiones de los gobiernos municipales de Quillacollo y Cochabamba.
Las autoridades educativas tendrán que evaluar el Bachillerato Técnico Humanístico (BTH), para darle el impulso que se merece.
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