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El 22 de octubre próximo se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en nuestro país vecino, Argentina, aquella de grandes futbolistas, del mate fraternal, el tango, la zamba entrañable, la carne, una de las capitales  más bellas del mundo, aquel país que cobija a muchos bolivianos y bolivianas que buscaron un destino mejor, a pesar de la discriminación y racismo; ese Estado que se encuentra de manera inexplicable en una crisis desde hace muchos años, al igual que otros países de la región, con riquezas naturales por todo lado, pero que parecería que tiene como destino la desventura.

Estas elecciones son particularmente interesantes y, al mismo tiempo, preocupantes. Según las encuestas actuales, y lo que nos mostraron las elecciones primarias, el candidato Javier Milei sería el ganador; aunque todavía no está claro si en una primera vuelta o tendrá que jugársela en un eventual balotaje. En todo caso quedan algunos días para que las y los indecisos asuman una determinación.

Resulta llamativo cómo en nuestro país existe una gran cantidad de “Milei lovers” (casi los mismos que los fans del salvadoreño Bukele) que exaltan sus discursos, su posición sobre lo que él denomina “casta política”, su intención respecto a esta (sierra en mano), su añoranza del pasado, su querer liberar el uso de armas, su defensa de la economía de mercado, como la panacea más grande de la historia de la humanidad y que hará libres y felices a argentinos y argentinas, y por qué no al mundo entero, el negacionismo de la situación ambiental, su conservadurismo sobre el aborto, realmente hacen mucho ruido en diversos sectores.

Señalábamos que las elecciones resultan también preocupantes. En su discurso, Milei no habla de derechos humanos, ni siquiera aparecen en su plan de gobierno. Sólo aparecen aquellos derechos usados por los liberales post revolución francesa de “vida, libertad y propiedad”, que ya sabemos cómo acabó todo ello, y justamente ahí deviene la angustia de quienes apalancan el desarrollo de los derechos humanos.

Al respecto, Milie señalaba en un discurso: “Donde hay una necesidad nace un derecho y, en ese sentido, el problema es que si hay un derecho, alguien lo tiene que pagar y el problema es que estamos con necesidades infinitas y siempre los recursos son escasos, algo básico para todos los economistas que entienden que el mercado es un proceso de cooperación social en donde voluntariamente se intercambian derechos de propiedad y este conflicto entre necesidades infinitas y recursos finitos se resuelve pacíficamente por la vía del mercado”. Evidentemente nada es gratis en la vida, pero el liberalismo económico decayó en el mundo porque el mercado fue una solución parcial a los problemas de la humanidad.

Históricamente, las declaraciones de derechos adoptadas en Estados Unidos y en Francia en el siglo XVIII, que dieron nacimiento al liberalismo económico y político, representan sin dudarlo grandes conquistas para su época, asentando las bases para una concepción de derechos humanos centrada en la dignidad igualitaria de todas las personas. No obstante, las propias normas y el desarrollo posterior del modelo republicano limitaron el alcance de las declaraciones de igualdad, al basarse en la primacía de la libertad individual y en la defensa del derecho de propiedad a mansalva, lo que sólo dio más riqueza a un sector de la población que contaba con el capital y empobreció a los grandes sectores de la sociedad que solo podían vender su fuerza de trabajo.

Justamente el abuso de ese modelo fue el que dio nacimiento a ideas de corte social que son las que actualmente gozamos, pero que costaron sangre, sudor y lágrimas a la humanidad, en la búsqueda de la emancipación de las grandes mayorías frente a la explotación laboral, económica y política de los sectores burgueses capitalistas.

Milei asegura: “… la Argentina hace más de 100 años que no para de hundirse desde que empezó a aplicar políticas con dosis crecientes de socialismo que no lo resuelve por la vía pacífica y natural que ofrece el mercado al problema de las necesidades infinitas y los recursos finitos, sino que lo resuelve por la vía violenta, con la mano opresora y represora del Estado, se nutre de una fuente coactiva de ingresos llamado impuestos, que no es ni más ni menos que una rémora de la esclavitud y termina destruyendo las sociedades”.

De lo dicho por el candidato, es cierto que el socialismo y menos el comunismo tampoco fueron la solución a los problemas de la humanidad, por sus grandes afectaciones a los derechos humanos que supuestamente defendían y exaltaban, principalmente económicos, sociales y culturales, olvidando las libertades fundamentales; lo que nos permite siempre afirmar que para los derechos humanos ningún extremo es bueno, ni izquierda o derecha, salvo aquel que se circunscribe a pensar solamente en la persona, su integralidad, el disfrute máximo de sus libertades y todos sus derechos, es decir de su dignidad e igualdad.

Ese es el único camino posible, solamente centrado en la persona, el ser humano, sin importar su condición. Será libre cuando la igualdad en sus sentidos formal y material se vuelvan una realidad palpable.

Milei nos llama a revisar la historia señalando que a inicios del siglo XX hacia el 1910, Argentina era una potencia, se encontraba entre los principales países del capitalismo mundial por su alto producto interno bruto, obviando el retraso social y la dependencia del capital externo a la que se asociaba la oligarquía terrateniente en esos tiempos, la destrucción de los pueblos indígenas que fueron sustituidos por migraciones europeas y muchas otras vulneraciones a los derechos humanos que omite referir. Y es que la historia no puede ser sesgada ni miope.

Otro elemento preocupante para los derechos humanos es que se le escuchó decir en el último debate presidencial que pide 30 años para levantar a la Argentina, y eso sonó a otro “Mesías”, a alguien que se considera el “elegido” al estilo evista, bukelista, chavista, madurista, orteguista, etc. y ya sabemos que esa no es la vía. Es seguro que si este candidato argentino gana y comienza a aplicar lo que propugna, de la forma en que lo hace, estaremos escuchando más pronto que tarde algo parecido al “¿Evo de nuevo? Huevo carajo!!!", pero al estilo rioplatense.

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