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Tengo la costumbre de rayar los libros que estudio. Subrayo, comento, sintetizo, incluso complemento las referencias bibliográficas. Con las novelas, en cambio, me pasa lo contrario: ni un rayón, se mantienen intactas. Cuando estaba en la universidad, esos tiempos en los que no había teléfonos inteligentes y el acceso a internet era incipiente, tenía libretas donde copiaba las frases que más me gustaban de los libros que leía.

Con los libros digitales la lectura se complica un poco. Los estudios científicos sostienen que los lectores digitales retienen menos cantidad de información. Es que la sensación del libro de papel es más completa, puesto que tiene que ver con el olor, la cantidad de páginas, el tamaño, si el libro es nuevo o viejo, si tiene tapa dura o no, el tipo de letra y de papel, etc. Por tanto, el trabajo sensorial es mayor que frente a un libro digital.

Por otro lado, el hecho de apuntar, subrayar y dialogar con el libro, implica un poco más de tiempo y atención, supone poner por escrito aquel pensamiento, cita, lugar, recuerdo que provocó una conexión neuronal en el cerebro. Aunque en los textos digitales también se puede subrayar o escribir notas, esta actividad no provoca el mismo trabajo sensorial que con un libro común. Esto, dicen los científicos, hace que la concentración sea mayor cuando se lee en papel y por ende también mayor la retención.

El trabajo de escribir a pulso, que ha sido puesto en tela de juicio en los últimos años, ayuda justamente a la retención, por eso los niños aprenden más rápida y fácilmente letras y palabras, cuando las escriben a pulso, que cuando lo hacen por medios digitales.

Una ventaja bien interesante de los libros en papel consiste en que el lector se ubica en qué lugar del texto se encuentra. Aquí nuevamente entra en juego la información sensorial, puesto que nos damos cuenta de cuánto nos falta para terminar un libro y dónde nos encontramos. En un texto digital, en cambio, si bien el lector sabe en qué página va, la sensación no es la misma.

Mucha gente critica el daño al medioambiente que supuestamente se provoca con la producción de textos impresos. Sin embargo, los estudios han confirmado que también la producción de textos digitales es tan o más contaminante. Baste con mencionar que un libro digital es mucho menos reciclable que uno impreso o que 115 búsquedas rápidas en internet dejan la misma huella de carbono que un libro de 300 páginas.

Algunos insisten en que, en poco tiempo, los libros impresos desaparecerán. Aunque es cierto que durante la pandemia la venta de libros digitales ha subido, sin embargo, la tendencia entre 2008 y 2019 ha sido negativa, es decir que en vez de subir su producción se había reducido. La gente sigue prefiriendo los libros impresos. La pregunta, en cambio, tiene que ver con las nuevas generaciones ¿qué tipo de libros preferirán los niños que han nacido en estos años?

¿Cómo vamos en Bolivia? Leer en nuestro país sigue siendo una tarea pendiente. Recordemos los resultados de la evaluación educativa que conocimos en febrero. Nuestros estudiantes no comprenden lo que leen. Hoy con tanta información en la mano, la lectura es imprescindible, pero los niveles de comprensión y de abstracción son mínimos.

Con las clases virtuales han quedado en el olvido los famosos 10 minutos de lectura que se habían establecido desde 2015. Los medios impresos como revistas, suplementos y folletos no tienen cabida en el mundo digitalizado, superficial y pasajero en el que vivimos.

La escuela tiene que redoblar esfuerzos para la enseñanza y la práctica de la lectura a lo largo de todo el ciclo escolar. La lectura no puede ser solo una herramienta funcional que coadyuva a la resolución de problemas, tiene que ser también un hábito que permita el disfrute y la ampliación del universo cultural de los estudiantes.

Santiago Roncagliolo, el prestigioso escritor peruano, afirmó que el libro es y ha sido siempre una vida suplementaria. Hoy no importa el soporte, puede ser en papel o impreso, un libro nos dará la oportunidad de vivir esa otra vida, de acumular experiencias, emociones y reflexiones que de otra manera no podríamos conocer.

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