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Es probable que el desprecio que exhibió hacia la ciudad de Uyuni una hasta entonces desconocida cantante, Frances Pelaez, haya puesto a la gente en un estado de buena disposición para hacer algo al respecto con relación a que “la verdad es que es muy feo Uyuni… Es muy feo, feo, feo con ganas. No tiene nada de estética (risas burlonas). La verdad no viviría aquí ni aunque me paguen tres millones de dólares, no viviría aquí” (cantante dixit a mediados de febrero). Los uyuneños se sintieron dolidos, anunciaron juicios en contra de la cantante, quien, compungida, salió a decir que recién estaba despertando y que en medio del sopor del sueño había farfullado esas ofensas.

Al poco tiempo de no haber cerrado esas heridas aún, apareció en Uyuni un francés llamado  Alexis Dessard (ahora famoso mundialmente). Ahí, en las redes, se lo veía caminar a lo largo de las rieles del Cementerio de Trenes, filmándose a sí mismo y empezando primero por elogiar a la ciudad: “Hace unas semanas estoy en Uyuni porque me gusta el encanto especial de la ciudad”. A continuación planteaba la situación problemática: “… pero cada vez que vengo al Cementerio de Trenes me da mucha pena ver toda la basura en los alrededores”, para rematar con una propuesta: “Sería mucho mejor para todos disfrutar del paisaje sin todas estas bolsas de basura que inundan el paisaje”. Y las imágenes mostraban un interminable escenario de basura, bolsas prendidas a los arbustos. Finalmente, lanzaba lo que parecía un ilusa convocatoria: “… les propongo a todos de venir este sábado, 27 de marzo, a limpiar este lugar de una vez por todas”. Cerraba su invitación con el anuncio de que él se encargaría de llevar los contenedores para la basura.

Tal vez muchos creímos que el llamado sería poco menos que un fracaso, pero, insólitamente, como si nada más se estuviera esperando el gatillazo, buena parte de la comunidad de Uyuni se sumó a la limpieza: autoridades, ejércitos, escolares, población en general. Esa fue la nota más esperanzadora de estos días, a pesar de que no faltaron voces que acusaban de intromisión la acción del turista francés, “qué vergüenza, un extranjero”.

La cuestión que no quedó con respuesta es dónde se depositó luego la cantidad de basura recogida. Uyuni, como la mayoría de las ciudades bolivianas, no cuenta con un lugar técnicamente habilitado como vertedero. En realidad, la gigantesca acción colectiva de limpiar a lo largo de las rieles del Cementerio de Trenes desnudó problemas estructurales. La prensa reveló que no era esta la primera vez que Uyuni se empeñaba en retirar la basura que acaba en sus calles, sino que en diferentes años diversas instituciones ya llevaron a cabo acciones conjuntas de limpieza, en 2014, 2016 y 2018. No obstante, la basura parece poseer patas y retorna a los lugares de donde fue retirada, pues por la acción del viento es levantada del vertedero a cielo abierto, camino a Atocha, y retorna a Uyuni, como odiosas alas de alimañas que se prenden a todo, a los arbustos y luego quedan amontonadas. Claro está, al margen de los malos hábitos de los habitantes y visitantes que arrojan sus residuos donde sea.

En estos días, se ha retomado el tema del vertedero. Como una mera acción de maquillaje, en esos días en que el Dakar pasaba por Uyuni, el entonces alcalde Froilán Condori puso en marcha el proyecto del botadero municipal  de Escara, proyecto en el que se invirtió recursos económicos, a unos 12 kilómetros de Uyuni. Por alguna razón (parece que resultaba muy caro el combustible para el traslado de los residuos), el siguiente alcalde, Patricio Mendoza, paralizó su funcionamiento. Desde entonces, los residuos quedan a solo 3 kilómetros de Uyuni, lo que ocasiona problemas sin solución: “Nuestra topografía no nos ayuda, el viento arrastra la basura que acaba enganchándose en las  plantas espinosas de la zona”, según el alcalde de Uyuni, Moisés Cruz.

El presidente de la Federación de Juntas Vecinales, Alex Muraña, en una visita al botadero de Escara junto a la prensa, desnudaba la situación: Uyuni sufre de promesas electorales incumplidas de contar con una planta de tratamiento de residuos. Muraña deploraba: “Somos una ciudad turística sin un plan de gestión de residuos sólidos. Cada elección se promete solucionar este problema, pero queda sólo en palabras.  En nuestro botadero, la basura está por todo lado sin ningún tipo de manejo. Está a la intemperie y se esparce por toda la región”.

Por lo tanto, la acción cívica liderada por el turista Alexis Dessard y que contó con el entusiasmo de las fuerzas vivas quedará dentro de poco en la nada, como si fuera una suerte de Sísifo, personaje de la mitología griega. Sísifo sufrió el castigo de los dioses de subir una pesada piedra por lo alto de una montaña empinada. Cuando faltaba nada para llegar a la cima, la gran roca rodaba hacia el valle y el infortunado Sísifo nuevamente tenía que subirla y así por toda la eternidad.

Los uyuneños (y otros voluntarios) limpiarán, encostalarán la basura, la trasladarán en camiones a nada de 3 kilómetros y cuando miren con satisfacción su gran cruzada, pronto el viento pondrá la basura en todos aquellos lugares que ya habían sido limpiados. Volverán a limpiar y nuevamente aparecerán los desechos. Y así sucesivamente. Por fortuna, no tiene por qué ser así por toda la eternidad. Las maravillas del salar, a las cuales es puerta de ingreso Uyuni, son la gran atracción para los turistas y debería ser un asunto de gran importancia para el gobierno departamental de Potosí y del gobierno central. Es urgente gestionar el turismo y darle la prioridad que merece.

Haciendo una digresión, permítame el lector contar que la ciudad de Cusco también tenía su Sísifo: no tenía red de alcantarilla ni agua potable. Para no dañar las estructuras incaicas, las autoridades no se atrevían a hacer excavaciones para el tendido de estos servicios básicos. Crean o no, por las noches, los habitantes sacaban el contenido de los bacines y lo arrojaban a la calle, sumado a que salían a defecar a lo largo de las empedradas calles de sus casas, protegidos por la oscuridad. De día, baldeaban toda esa inmundicia, sobre todo las tiendas de productos turísticos. Y así de noche y así de día. Hasta que un alcalde decidido contrató una empresa muy especializada que hizo el tendido de cañerías sin dañar el empedrado. Y fin, ciudad limpia, higiénica.

Ya que Uyuni hizo el trabajo de la limpieza, urge que haga la exigencia de contar con un vertedero técnicamente serio, con equipamiento de movilidades, personal, al mismo teimpo que se sensibilice a todos (vecinos y visitantes) en buenos hábitos, mediantes multas, sanciones, arrestos por horas, suspensión de licencias de operar a agencias de turismo. Y, si de soñar se trata, también se podrían encarar acciones de forestación con especies adecuadas a la región; no tiene por qué estar tan pelada como un desierto. Imaginemos a toda esa multitud que recogía basura plantando pinos, quinuales, arbustos como la quishuara, etc.

Y, de cumplirse ese sueño, miraremos hacia Oruro y veremos que también ahí está Sísifo, arrojando botellas y más botellas. Mientras, el turista francés intenta ayudarnos a vencer la tragedia de la mitología griega.

Elecciones en la región y gestión de conflictos sociales

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