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"¡Fraude! ¡Fraude! ¡Fraude! Así grita la gente que asiste a los cabildos. Y cuando uno se sienta a conversar con algunos de los jóvenes que desde el martes 22 de octubre bloquean las esquinas del país, uno se da cuenta de que muy poco conocen cómo funciona el sistema electoral de Bolivia.

Las y los jóvenes hablan de que los muertos votaron, de las actas encontradas en poder de ciudadanos, de la interrupción del conteo rápido la noche de las elecciones y del informático Villegas que, según ellos, demostró el fraude.

Como ciudadanas y ciudadanos, sabemos que votar es nuestro derecho. ¿Solo eso necesitamos saber? No es suficiente. También necesitamos estar bien informados y, por responsabilidad, debiéramos ejercer también este derecho.

Si a mediados de noviembre la comisión de la OEA, que está haciendo una auditoría de las elecciones del 20 de octubre, sale a decir que no hubo fraude, sino anomalías fruto de la incompetencia del Tribunal Supremo Electoral, que se ahorre la molestia porque la gente no va a escucharla y menos a creerle.

Entonces surge la duda sobre si el asunto de fondo es si hubo o no fraude. Si en un solo día, el 21 de octubre, tal palabra tuvo el poder de instalarse en el imaginario colectivo es porque, tal vez, cayó como anillo al dedo en un entramado de otros hechos.

Es probable que Evo Morales y su Gobierno hayan cansado al país. Creyeron que con darle cierta estabilidad económica era suficiente. Por eso, el ministro de Economía, Luis Arce Catacora, fue la estrella en todo este tiempo.

Evo Morales creyó que del resto la gente se olvidaría a pesar de que juró gobernar escuchando al pueblo. La verdad es que no lo hizo ni en febrero de 2016 cuando en las urnas le dijo NO a su reelección.

También creyó que la gente dejaría pasar el atropello cometido contra todos los poderes del Estado, a los que intentó dominar. El control que ejerció sobre ellos terminó volcándose en su contra porque es el Tribunal Supremo Electoral el que terminó en total descrédito por su intromisión.

El Primer Mandatario de Bolivia tampoco se preocupó por escuchar ni dialogar con el país a pesar de sus innumerables viajes. Por lo menos no lo hizo con quienes no forman parte de sus organizaciones sociales y eso es gran parte del país.

El Gobierno se aplazó a la hora de informar y comunicarse con el país durante más de 13 años. Siempre fue autoritario y quiso imponer a la mala lo que tenía que decir. En el caso de los medios de información, lo hizo usando la publicidad que les da como chantaje para hacerles callar.

Evo Morales no sabe comunicarse. En momentos tan delicados como este, se hace la burla de los jóvenes que bloquean. Les dice que les va a enseñar a bloquear. Se ríe de las pititas que ponen en las esquinas que, por si acaso, son muy efectivas. Les insulta diciéndoles que les han pagado con nota o dinero. Y este domingo redujo el asunto a un recordatorio del plan de viviendas que activó también para ellos.

Tampoco supo comunicarse con los empresarios. Les impuso durante muchos años los dobles aguinaldos, sin importarle si los podían pagar. Creía que con ello quedaba bien con los pobres asalariados, muchos de los que terminaron perdiendo su trabajo cuando las empresas se cerraron.

Menos se comunicó con las mujeres que representan la mitad de la población. A ellas las hizo sentir mal con sus bromas machistas porque, si de algo puede estar seguro el país, es del machismo de Evo Morales.

Así se podría seguir dando ejemplos de las tremendas deficiencias que tuvo su administración en relación a la información y la comunicación. Ni siquiera el monopolio informativo que tuvo bajo su control fue manejado de manera eficiente.

Todo lo ocurrido nos muestra que el ser humano no solo vive de pan. Hubo estabilidad económica en Bolivia, pero no fue suficiente. El país esperaba más y ese MAS no hubo.

Ahora, tal parece que todas las puertas que en un momento estuvieron abiertas para Evo Morales, se han cerrado. Solo le han dejado una abierta para que se vaya.

El problema es que para que cruce esa puerta le han dado los cívicos de Santa Cruz 48 horas. Mala idea. Así solo le están dando al Presidente argumentos para demostrar que, en todo este tiempo, incluso antes de las elecciones, lo que ocurrió en Bolivia es que se montó un golpe de Estado.

Tocar a las puertas de las Fuerzas Armadas como anunció el líder cívico de Santa Cruz, Fernando Camacho, es un gigante despropósito que perjudica el movimiento ciudadano de las y los jóvenes.

Si se realizan nuevas elecciones, tienen que producirse dentro de los marcos legales y eso no es mañana. La democracia tiene sus tiempos y requiere de actores. El problema es que a estos les han ido invalidando uno a uno. Primero dijeron no a Evo ni a Álvaro. Luego terminaron por decir no a Mesa. ¿Quiénes quedan? ¿Camacho...?

Si aún hay alguien que no conoce bien cómo funciona el sistema electoral, debe, por responsabilidad, averiguar cómo funciona legalmente un cambio de gobierno. No es mañana ni es a dedo y menos tocando las puertas de los militares. El país tiene una Constitución que señala el camino democrático que debemos, como sociedad, preservar, mucho más si en las calles se ha dicho que se está peleando por la democracia.

El oficialismo no contaba con los jóvenes…la oposición tampoco

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