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En los últimos años y dados los avatares politiqueros que vive nuestro país, se escucha demasiado en las calles y plazas que los políticos de toda línea y nivel gubernamental, vienen realizando cada día actos sorprendentemente cínicos, es decir, muestran una conducta descarada, desvergonzada, mentirosa y hasta inmoral, donde valores tales como verdad, honor, justicia, honestidad, solidaridad, razón, etc., no entrarían, ni soñando, en su mente y práctica.

En atención al uso del sustantivo "cinismo", es interesante investigar el origen del término y ver cuán lejos se encuentra de cómo actualmente lo usamos.

De acuerdo a la historia de la filosofía, la palabra cínico proviene del griego “cynos”: “perro”. Esta escuela filosófica de la Grecia antigua se caracterizaba porque sus practicantes llevaban un estilo de vida basado principalmente en el desprecio a las convenciones sociales, las normas jurídicas, un descontento patente de la cultura y la civilización. Los cínicos consideraron que la civilización corrompe a las personas y buscaron un modo de vida más simple y acorde con la naturaleza.

El cinismo, como escuela filosófica, presenta ideas y características que resultarían en la antítesis de la política boliviana, quizá regional y hasta mundial.

En primera instancia, el cinismo muestra evidentemente un desprecio por las convenciones sociales y las leyes, pero desde una óptica de plena autarquía como modo de vida individual y autosuficiente, en tanto, la o el político muestra ese mismo desprecio por la norma, pero basado sólo en sus intereses de poder, económicos, gremio o clan. Cada día vemos cómo se pisotea la Constitución Política del Estado. Como la ley es algo que se acata, pero no se cumple, observamos impotentes cómo se instrumentalizan las instituciones, y ejemplos hay demasiados: desde referendos que no se cumplieron, sentencias constitucionales hechas a la medida del jefazo, hasta autoprórroga de magistrados/as que juraron cumplir la norma fundamental y ahorita descaradamente siguen sentados en sus despachos.

Otra característica de la filosofía cínica es la igualdad, ya que sus practicantes tenían la idea de que todos los seres humanos pertenecen a una misma comunidad, sin distinción alguna, rechazando incluso toda nacionalidad o pertenencia a un grupo específico, mientras que nuestros políticos actualmente exacerban la diferencia; les encantan los antagonismos con el único fin de sacar rédito personal. En ese su afán, por ejemplo, lo único que han conseguido es destruir el concepto de Estado Plurinacional comunitario, lo que aprovechan los de la vereda de enfrente para llamar al pasado que no debería volver.

Realmente interesante es la idea de la filosofía cínica sobre lo material, los cínicos creían que la abundancia material, ostentación, opulencia, eran una de las más relevantes herramientas de corrupción de la naturaleza humana. ¡Qué peligrosa forma de pensar para la mayoría de la clase política que ama el dinero y el poder! Muchos sólo ingresan a la actividad para eso; para muestra basta observar las encuestas de percepción sobre corrupción y transparencia, donde ostentamos, desde hace muchas décadas, lugares distintivos, siempre con medalla y en el podio, qué pena que no sea en las olimpiadas o el mundial de fútbol. Al respecto, un expresidente uruguayo decía que el responsable de la corrupción es la misma sociedad contemporánea que “de hecho nos tiende a educar que triunfar en la vida es hacerse rico, fuere como fuere”, y agrega respecto a quienes son políticos: “a los que les gusta mucho la plata habría que correrlos de la política porque la política es otra historia”, sí, una de servicio y entrega.

El filósofo cínico trabajaba para desenmascarar la hipocresía, luchaba para mostrar los vicios más oscuros de la sociedad, socapados bajo supuestos valores y leyes respetables. La mayoría de nuestros políticos al contrario muestran diversas caretas. No hay ciudad de Bolivia en la que no aparezcan grandes carteles de políticos afirmando entre amplias sonrisas que ahora todo será distinto, que el país crece, la economía está pujante y creciendo, que hay dólares por todo lado, que la gasolina casi se regala, que habrá elecciones judiciales, que esta vez habrá justicia, seguridad y se eliminará la corrupción, que el pueblo quiere su regreso. Toda una sarta de mentiras que adormecen el pensamiento crítico de la sociedad.

En este punto me gusta una frase de Alfonso Palacios al respecto del cinismo y la hipocresía en la política: “El cinismo político implica por lo demás, la exaltación indiscriminada de la improbidad, de la práctica maliciosa y del doblez moral. Ocurre muchas veces que el político hipócrita no alardea de su incorrección, sino que siempre tiende al ocultamiento y a la circunspección cuando está al frente de los micrófonos y las cámaras de radio y TV”.

El ejercicio y la práctica política positiva suponen la unión de diversos elementos para abordar problemas de orden social, económico, cultural, sociológico, para lo cual debería suponerse una búsqueda de la verdad o, por lo menos, alejarse del error mediante un ejercicio epistemológico y dialéctico, pero no, al parecer es pedir demasiado en nuestra realidad política boliviana. Sería ideal que se acerquen más al ideal de la filosofía cínica y dejen de ser cínicos bajo la concepción actual.

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