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“Anticiparse a la crisis, prepararse y responder: invertir hoy en sistemas resilientes de seguridad y salud en el trabajo” es el mensaje que promueve la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para que los prevencionistas, empresarios y sociedad en general puedan comprender qué debemos hacer para reencaminar los procesos de prevención y más en el contexto de la pandemia por Covid19.

Llevando a la práctica el mensaje que lanza la OIT este 2021, entendemos que para prevenir nuevas y futuras crisis debemos estar mejor preparados de lo que estuvimos ante la pandemia por coronavirus; sin embargo, establece un concepto importante que nos ayudará a entender mejor lo que nos espera: “sistemas resilientes”.

La definición de resiliencia es “la capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos”, dicho de otra manera: es aprender a salir adelante a pesar de los problemas.

¿Cómo podemos construir sistemas de seguridad y salud resilientes en el trabajo?

Partamos de algo básico: las adversidades que hoy tienen las empresas son múltiples, entre ellas están las cotidianas (productividad por ejemplo), las sociales y globales como la crisis económica y la crisis sanitaria, además de las adversidades internas como los accidentes, la enfermedades (Covid19), los impactos ambientales, la falta de comunicación y otros que son propios dependiendo del tipo de empresa que se trate. ¿Cómo hacer que esas adversidades no nos afecten o aprovechar las mismas para aprender y salir adelante?

Existen muchos modelos de gestión, uno de ellos está asociado a las empresas saludables, porque este concepto que es relativamente nuevo está permitiendo a las empresas enfocar su gestión empresarial en promover la seguridad, la salud y el bienestar, porque al hacerlo está eliminando una variable “adversa” que causa mucha pérdida en la empresa como son las bajas ya sean por accidente o por enfermedades.

Hace un año, escuché de un gerente de una empresa latinoamericana que los prevencionistas éramos responsables de la pandemia por “no anticiparnos al riesgo”, cuando en realidad esta situación se le fue de las manos al mundo. Más bien, estamos en condiciones de afirmar que las y los prevencionistas hemos estado a la altura de la situación porque desde nuestro rol hemos aportado en que las medidas de prevención se apliquen, pero sobre todo los expertos internacionales han trabajado en normativas específicas que apoyan a las empresas a gestionar este riesgo de manera más eficiente, mientras antes de la pandemia para sacar una  normativa de esas características teníamos que esperar años.

Sin embargo, no todo es una taza de leche. La crisis sigue y los contagios nuevamente están de subida en la denominada tercera ola en Bolivia y, por eso, es imprescindible no bajar la guardia y extremar medidas en algunos casos. Y sobre todo es importante que aquellas empresas, hospitales o negocios que han sufrido las consecuencias duras de haber tenido personal contagiado, se hagan asesorar con especialistas para enfrentar de manera adecuada, coherente y sin improvisaciones esta tercera ola. Algo debemos haber aprendido en las dos anteriores.

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