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Amigos que no se hablan desde hace años, familias divididas, desconfianza, susceptibilidad, odio, rencor. Sentimientos y acciones que hemos ido alimentando estos últimos 14 años. La acumulación de frustraciones y hastío ha generado, en nuestra sociedad, heridas profundas, muerte y luto. Se ha creado una fisura, en resumen: un clivaje.

El término clivaje no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE). Se trata de un anglicismo: un término en inglés que se utiliza para referirse a una segmentación, un quiebre o una disociación.  En la política, el clivaje es una ruptura entre defensores y adversarios de un tema en particular y puede llevar a convertirlos en enemigos unos de otros, si las condiciones lo propician.

En situaciones como estas existe un subclivaje: entre los que pensamos que la solución es el diálogo y el perdón y quienes creen que el enfrentamiento, el uso de la fuerza y la bala van a lograr el mismo objetivo. Considero que ha llegado otro momento en nuestra historia para tomar partido por alguna de las dos opciones. Una es excluyente de la otra.

En ese ámbito, las circunstancias y los apasionamientos nos han llevado a un profundo hoyo en el que creemos que hay buenos y malos, elfos y ogros. Y estamos cerca al sin retorno si no deponemos actitudes que promuevan e inciten más violencia. Es por ello que llamo a una profunda reflexión a todos los actores de este país para deponer la violencia, el odio y el rencor. En su lugar, auspiciar escenarios de encuentro y acercamiento para que entre todos hallemos la ansiada paz.

Para entender acerca del perdón y la importancia de la reconciliación me gustaría compartirles una historia del gran Gandhi.

En medio de la huelga de hambre, la última antes de su asesinato, se le acercó a Gandhi un paquistaní envuelto en la furia, quien comenzó a increparlo e insultarlo esperando a que reaccione. El "Mahatma" claramente debilitado, entendía que su objetivo no era luchar contra el pueblo pakistaní, sino contra el Imperio Británico que desangraba a la India.

Después de la serie de insultos y actos violentos, el hombre finalmente se cansó al no encontrar respuesta y se situó junto a Gandhi; permaneció un instante impávido al lado de su cama. El Mahatma no había hecho otra cosa que quedarse en silencio y tras mirarlo con cierta compasión le preguntó: ¿Por qué llevas tanto odio en tu corazón? El hombre se puso a llorar y contó que en las protestas un grupo de manifestantes había ingresado a su casa y matado a palos a su pequeño hijo de nueve años.

¿Cómo puedo volver a hallar el amor en mi corazón después de eso?, le cuestionó a Gandhi. El Mahatma permaneció en silencio, respiró profundamente y mirándolo a los ojos le dijo: Regresa a tu pueblo, busca en un orfanato a un niño indio de nueve años cuyos padres hayan sido asesinados y adóptalo, quiérelo como si fuera tu propio hijo y allí encontrarás nuevamente el amor y la paz. El hombre continuó llorando por mucho rato abrazado a Gandhi, quizás recordando a su hijo perdido o tal vez aceptando que él podía cambiar la vida a otro pequeño y finalmente cerrar esas heridas. Se levantó y agradeció a Gandhi por lo que había hecho por él, un acto de amor después de tanto odio.

Revolucionemos nuestro país dejando el odio, la intolerancia y el resentimiento a un lado. Yo sé que es más fácil decirlo que hacerlo. Pero podemos intentarlo juntos, hagamos ese pacto.

No dejes que muera el sol sin que hayan muerto tus rencores. El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa de que dispone el Ser Humano.

¿Quién se aplaza?

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