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Desde hace días se vive una novela policiaca digna de una producción cinematográfica. El famoso señor Marset ha puesto de cabeza a los sistemas de seguridad del Estado, además de burlarse de la máxima autoridad del Ministerio de Gobierno y de nuestra fuerza del orden, señalando claramente que a la única Policía que no teme es a la boliviana y ha agregado un elemento en la lucha contra el narcotráfico que antes no se veía por estas latitudes, como es el uso de redes sociales, donde ha realizado diversas declaraciones, que deben poner los pelos de punta de mucha gente.

Estamos en tal situación de reversión de valores en nuestra sociedad que el uruguayo está ganando la simpatía de mucha gente, que aplaude sus burlas y su dizque “valentía” para colocar patas arriba al tan poco querido gobierno central. De paso, el tema aviva la “ch'ampa guerra” interna del masismo, cuyos actores vienen lanzándose dardos en sentido de que la gestión gubernamental fue la más encubridora y protectora del narcotráfico, y creo que la cosa quedaría empatada, comenzando por recordar que el máximo dirigente de los cocaleros (en el Chapare la coca siempre sirvió más para el narcotráfico que para el consumo humano por ser poco requerida para el acullico) es quien fue Primer Mandatario de Bolivia.

Sin embargo, como siempre ocurre en nuestro país, todo queda en un análisis muy superficial, y no vemos más allá en temáticas tan serias como es la lacra del narcotráfico, que no sólo afecta a Bolivia, sino al mundo. Ahí está por un lado la heroína que se produce en Asia; la cocaína que sale de Sudamérica; el fentanilo que se produce ya en varios países y que a Estados Unidos le reporta aproximadamente cien mil muertes por año.

Aunque muchos defienden el tema de la marihuana, la Oficina de la Organización de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito ha reportado que su legalización ha provocado efectos contrarios a los esperados. En un informe de 2022 señalaba: “La legalización del cannabis en Norteamérica parece haber aumentado su consumo diario, especialmente el de productos cannábicos potentes y sobre todo entre las personas adultas jóvenes”, lo que abre paso al consumo de otras drogas. Agrega el documento que el tráfico y consumo de cocaína está dejando sus mercados tradicionales, tomados por drogas sintéticas más baratas en su producción hacia África y Asia. Además, 117 países ya reportan incautaciones de metanfetaminas, habiéndose quintuplicado su producción. Y la producción del opio aumentó en siete por ciento ya para el 2021 (7.930 toneladas).

Por lo visto, en el mundo existe más demanda de drogas principalmente por parte de las y los jóvenes. Se estima que alrededor de 284 millones de personas de entre 15 y 64 años consumieron drogas en todo el mundo en 2020, lo que supone un aumento del 26 por ciento con respecto a la década anterior y, por supuesto, hay más “Marsets” que ven un negocio fructífero que sólo reportaría dos peligros: el primero, los competidores (mafias, carteles, maras, etc.) y el segundo, por decir menos complejo, las fuerzas del orden.

Esto se hace evidente, hay que aceptarlo: la lucha contra las drogas es un verdadero fracaso, no sólo en Bolivia sino en el mundo entero, pues las cifras que hemos visto no permiten decir lo contrario. Se incrementan la producción y el tráfico, porque hay un mercado amplio y ansioso de más droga. Uno de los mejores ejemplos del capitalismo es el narcotráfico.

Hay una serie de elementos que esta actividad afecta de manera muy significativa y que tienen una relación muy grande con los derechos humanos.

Por una parte, ahonda la pobreza, puesto que las zonas cocaleras o de producción de estupefacientes alejan a la actividad económica legal y la inversión privada, puesto que todo lo negativo del narco contamina el ambiente comercial y la libertad de empresa. Por otra parte, el narcotráfico representa pues un serio perjuicio para las zonas en donde se instala en la medida en que destruye el potencial de desarrollo local e impide su integración productiva al crecimiento nacional y a los mercados internacionales. Progresivamente, va copando los espacios económicos, sociales, políticos y culturales de la región en donde se establece, se crea una especie de espacios fuera de la soberanía del Estado y varios ejemplos los tenemos en nuestro país, que no es necesario detallar, usted ya los conoce de sobremanera.

Otra afectación muy fuerte y que es poco analizada es la destrucción del medio ambiente, habría que estudiar: ¿Cómo se encuentra la calidad de la tierra en las zonas cocaleras?, ¿en qué estado están la selva y ríos en los lugares donde se produce droga?

Sabemos que estas actividades utilizan contaminantes muy fuertes que son vertidos a acuíferos; producen deforestación, además de emanaciones que afectan la atmósfera. La ONUDC señala que la huella de carbono por kilo de cocaína producido es significativamente mayor que la de los cultivos legales: por ejemplo, es 30 veces mayor que la de los granos de cacao y 2.600 veces mayor que la de la caña de azúcar. Esta huella está determinada principalmente por el cultivo del arbusto de coca (60 %), la extracción de alcaloides (24 %) y la eliminación de residuos (14 %). “A nivel mundial, las emisiones totales vinculadas a la fabricación de cocaína se estiman en 8,9 millones de toneladas de carbono equivalente al año, lo que corresponde a las emisiones medias anuales de más de 1,9 millones de vehículos de combustión interna”.

Finalmente, otro de los ejemplos del fracaso de la lucha contra las drogas se evidencia en los sistemas penales y penitenciarios. Un alto nivel del hacinamiento en las cárceles se debe a delitos relacionados como fabricación, transporte y comercialización; sin embargo, como siempre, las personas detenidas suelen ser del eslabón más débil. En Bolivia, es la primera causa de detención de mujeres que están en las cárceles, quienes se ven en la necesidad de buscar formas de supervivencia y se prestan a ser las llamadas “mulas” que transportan cantidades ínfimas de droga, en comparación a quienes son dueños de toneladas de drogas que se han reportado en países limítrofes y Europa. Esto nos llama a buscar alternativas para evitar este problema y ver el lado social e incluso de perspectiva de género.

Como se observa, la problemática es muy seria y se debería debatir abiertamente sobre la misma. Fuera del show Marset, que seguramente estará ya estableciéndose con su negocio en algún lugar con las condiciones tan favorables como las que encontró en Bolivia; se debe hablar sobre estos temas en Bolivia porque al parecer la actividad de fabricación está viento en popa; el establecimiento de organizaciones criminales trasnacionales es innegable; la violencia se expande en varios sectores; se empieza a escuchar de secuestros; hay amenazas a periodistas; el consumo de drogas está presente en el país; la corrupción proveniente de esta actividad se evidencia cada vez más; su ingreso a los sectores políticos y gubernamentales no se puede esconder... En resumen, si no paramos esto, el país entrará a las ligas mayores como México, Colombia y ahora Ecuador. Creo que nadie querrá esto, pues pone en riesgo los derechos de todas y todos, así como la armonía y paz que estamos a un paso de perder.

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