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La paz no es estática. No me refiero a la ciudad (que es sumamente dinámica y atractiva), sino a aquel término con el que comúnmente se designa una situación de sosiego, calma, reposo o  fin de una guerra. La paz no es un estado de quietud absoluta, ni siquiera podríamos afirmar que es lo contrario de la guerra; aunque muchos estudiosos plantean que sólo puede ser entendida en función de esta última. La paz es, más bien, una búsqueda, un camino, como decía Gandhi, una construcción constante y multidimensional.

Multidimensional porque no se refiere solamente a la “paz interior” ni sólo a la “paz mundial” que, por cierto, son slogans tan conocidos y tan venidos a menos por sus usos mediáticos, que han hecho que ambos términos tengan connotaciones ridículas. Es cierto que la búsqueda de la paz está relacionada con cada individuo y con todos los individuos, por lo que sus implicancias son innumerables, desde la búsqueda del reconocimiento de la dignidad humana, hasta la lucha por el cumplimiento de todos los derechos humanos que de ella se derivan. La paz, por tanto, está muy relacionada con la justicia, de hecho, según el papa Pablo VI, la justicia es el nuevo nombre de la paz.

En este marco, un constructor de paz, es decir, una persona empeñada en la edificación de una nueva cultura, en su lucha por una sociedad más justa se encontrará con diversos factores culturales (incluso civilizatorios), que impiden su cumplimiento. Uno de esos factores es la violencia. Por este motivo, sería equivocado entender la paz solamente en función de la violencia.

Los constructores de paz comprenden que existen muchos conflictos en todos los niveles desde los desacuerdos intrapersonales hasta aquellos que abarcan grupos y sociedades. Pero, no ven a los conflictos como si fueran algo negativo, algo que se debe erradicar de la convivencia social, al contrario, los comprenden como parte natural del relacionamiento humano, como la manifestación de su libertad.

Sin embargo, no están de acuerdo con que los conflictos sean resueltos por medios violentos. Hoy en día la violencia parece ser un factor omnipresente en la vida de las sociedades y justamente por este motivo parece ser que ya nadie la visibiliza. Los anglosajones tienen un término para expresar esta situación: “Hay un elefante en el living”, dicen para referirse a que existe un problema muy grande y delante de nosotros que, no obstante, no alcanzamos a ver.

Esto hace que reconocer la violencia sea cada vez más difícil en nuestras sociedades y en nuestros conflictos. La violencia se invisibiliza, va más allá de las agresiones directas en las que sabemos quién es el agresor; más allá de la violencia indirecta en la que, aun no conociendo al responsable, sabemos que estamos sufriendo violencia. La violencia se ha invisibilizado tanto que ni siquiera nos damos cuenta de que la estamos padeciendo.

Los conciliadores son constructores de paz. Ellos están convencidos de que es posible una nueva sociedad. Ellos no rehúyen al conflicto, sino que lo afrontan y lo hacen con armas verdaderamente transformadoras.

Los conciliadores son expertos oyentes. Han aprendido el arte y las técnicas de una escucha activa que permite a cualquier interlocutor sentirse verdaderamente escuchado y comprendido.

Los conciliadores saben que los conflictos no son lo que parecen, sino que se han ido incubando por algún tiempo y que tienen un sinfín de conexiones con el mundo interior de las partes en conflicto y con sus relaciones interpersonales.

En un proceso de conciliación no solamente se resuelve el conflicto de manera pacífica, sino que se lo transforma. Se lo transforma en una oportunidad de diálogo e incluso de reconciliación. Los conciliadores son expertos en el diálogo, son capaces de hacer que dos personas que habían roto su comunicación encuentren un oasis de paz en el que pueden expresar con serenidad y confianza su versión y comprender la percepción del otro.

En los procesos de conciliación también se negocia. La negociación es una facultad humana que nos es dada por nuestra inteligencia y libertad, por lo que constantemente estamos negociando. Es la alternativa a la salida violenta, a la imposición por la fuerza. Los conciliadores ayudan a las partes a negociar de manera equilibrada y justa las mejores salidas a sus conflictos.

Por todos estos motivos, los conciliadores son constructores de paz y la conciliación no es solo una nueva moda para la justicia, sino más bien un camino para transformar nuestra cultura de la violencia en una cada vez más pacífica y justa.

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