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El último sábado, 14.572 jóvenes recibieron su libreta militar después de un año en el Servicio Premilitar Voluntario de Bolivia. Y el sábado 5 de octubre iniciarán los nuevos que hoy cursan quinto de secundaria y que fueron elegidos sobre la base de los mejores promedios académicos.

Hasta ahí, el cuento de un servicio aplaudido por unos, odiado por otros y temido por muchos. Bastaría ver cuántos jóvenes del quinto de secundaria tienen interés en ingresar a dicho servicio. No solo no les interesa, sino que sus familias tampoco quieren que pongan un pie en las unidades militares. Aunque hay que reconocer que existen algunos padres que se desesperan porque sus hijos entren y son los mismos que a los militares les llaman: “Mi Mayor”, “mi Comandante”, "mi Coronel" y acto seguido les agradecen a los oficiales porque su hijo se convertirá allá en "hombre". Sin embargo, allá también hay hoy mujeres y hay quienes suelen decir que son unas "capas".

¡Qué mundo tan “interesante” el que de manera cíclica se desarrolla en el Servicio Premilitar Voluntario en Bolivia! No podría ser calificado con una sola palabra porque allá no todo es malo ni todo es bueno. Y es que tal vez la pregunta debería ser otra. ¿Para qué sirve el Servicio Premilitar Voluntario en Bolivia?

¡Tienen que estar preparados para la guerra!”, es la frase favorita de los jefes militares ante los jóvenes y sus padres. “Yo solo cumplo órdenes de mis superiores”, es la segunda más usada, como en libreto, cuando un conjunto de padres reclama por alguna disposición que luce arbitraria.

Y es para hablar de los militares en Bolivia hay mucha tela que cortar. No piden a los jóvenes solo lo que les deberían solicitar que son los exámenes médicos, el uniforme, el dinero para el almuerzo y los implementos para ir en dos ocasiones, durante una o dos semanas, a algún lugar descampado al aire libre en zona alejada un tanto de las ciudades. No es así. Les piden comprar entradas para el cine y donaciones de todo tipo con la historia de que todo eso falta en sus unidades y no tienen quién les compre: banquetas, juego de ollas, refrigerador, impresoras, perforadoras y otros.

¿Todo eso está bien?, ¿no debiera comprar todo eso el Ministerio de Defensa con su abultado presupuesto anual en Bolivia?, ¿qué les dan exactamente a los militares desde ese despacho?, ¿qué no les dan y por qué los padres tienen que correr con esos gastos?

¿Está bien que los preparen para la “guerra”?, ¿cómo debiera ser esa preparación?, ¿no sería más útil enseñarles otras cosas que se necesitan para las otras guerras que ya debemos librar por el medio ambiente, por la naturaleza, por los animales, por cambiar nuestro estilo de vida depredador?, ¿no debieran aprender jardinería, labranza, carpintería, mecánica, a usar de manera racional el agua, a tratar la basura, cómo es el comportamiento del fuego en los incendios y cómo apagarlos, qué pasa cuando hay un deslizamiento y qué hacer en esos casos?

Ya estamos en Bolivia librando otras “guerras”. Pelear contra el fuego en la Chiquitanía es un escenario para que el los llamados soldaditos han demostrado no estar preparados. Los bomberos y los voluntarios se quejaron de que se mandara a uniformados inútiles para apagar incendios porque no están preparados para este trabajo. Y esa es, hasta donde hoy se ve, una de las guerras que se tendrá que enfrentar de hoy hacia el futuro.

El cambio climático ya llegó a Bolivia y llegó para quedarse y no estamos, como país, preparados. Y esta guerra no solo es y será contra el fuego. También será contra el agua cuando se produzcan inundaciones; será contra los deslizamientos cuando llueva mucho y se caigan cerros; será contra los terremotos cuando estos se traguen casas y desarmen carreteras.

Por ello y mucho más, el Servicio Premilitar Voluntario y el Servicio Militar Obligatorio que los jóvenes prestan durante un año deben ser repensados en Bolivia. Son miles de jóvenes que están allí y no pueden seguir perdiendo el tiempo haciendo la mayoría del tiempo ejercicios para marchar o probando si pueden sobrevivir durante dos semanas durmiendo en carpas cerca de las hormigas y bañándose con agua fría en improvisadas duchas donde el agua usada a veces es la misma con la que se lavó los platos.

Y no es que eso no ayude en algo. Sí, si puede ayudar a que las y los jóvenes aprendan a valorar lo que tienen en casa junto a su familia porque se les obliga a salir de su burbuja para ver que el mundo ahí afuera es diferente y más rudo.

Pero se puede optimizar mejor los sábados en que ellos van a prestar su servicio. Sin embargo, ello pasa por hacerles entender a los militares y a su Ministro de Defensa y a su Capitán General como es el Presidente del país, Evo Morales, que estos son tiempos en los que las guerras que se tendrán que librar no son las que ellos tenían en mente de un ejército contra otro de otro país. Hoy, los otros ejércitos son implacables porque están hechos de gigantescas llamas de fuego, millones de litros de agua o toneladas de tierra que pueden matarnos y, de hecho, ya están asesinando árboles, animales y el oxígeno que necesitamos para vivir en la Chiquitanía. Esas son, señores militares, las guerras que ya estamos viviendo y nuestros jóvenes y sus padres no estamos preparados.

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