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El 9 de agosto reciente se difundió “un código rojo para la humanidad”: el calentamiento global sin precedentes en milenios respira en nuestras nucas y la inacción de los Estados del mundo y de la ciudadanía es, por lo mínimo, vergonzosa.

Luego de examinar más de 14.000 artículos científicos el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés, creado en 1988 vinculado a las Naciones Unidas) evaluó cómo el calentamiento global cambiará el mundo en las próximas décadas.

El tiempo para este quiebre es tan corto (de seis a 14 años), que mínimo debería convocarnos a una actitud proactiva y compasiva con nuestro medio ambiente. Según las y los autores, las emisiones continuas de gases de efecto invernadero podrían quebrar un límite clave de la temperatura global en poco más de una década.

Si bien es un estudio desarrollado por especialistas, el más completo hasta la fecha conocido como Sexto Informe de Evaluación, Cambio climático 2021: La base de la ciencia física, hay un esfuerzo para que sus hallazgos sean conocidos y aplicados por los países. Uno de los datos más relevantes es que “incluso si los países comenzaran a reducir drásticamente sus emisiones hoy mismo, el calentamiento global total (descontrolado) probablemente aumentaría alrededor de 1,5 grados Celsius en las próximas dos décadas”, un futuro más caluroso que prácticamente asegura la eliminación de especies por efecto de sequías, incendios desproporcionados, inundaciones y fenómenos como tsunamis, entre otras catástrofes que parecieran ser naturales, pero que son por efecto directo de la acción humana, “indiscutiblemente" responsable.

La humanidad enfrenta una carrera vital a contra el reloj. Los especialistas consideran que este aumento de temperatura es “una marca fundamental para la que no hay espera. Tomar acciones inmediatas es clave o de lo contrario para la década de 2030 (de aquí a menos de nueve años) no habrá reversa y será imposible contener la subida de temperatura con los profundos daños que acarrea”.

La Deutsche Welle señaló, destacando el documeto, que estamos ante un “calentamiento global sin precedentes en milenios”, cabe destacar que los informes del IPCC son evaluaciones integrales y equilibradas del estado del conocimiento sobre temas relacionados con el cambio climático. En la misma línea la BBC destaca datos básicos del informe del Panel: (i) Los últimos cinco años fueron los más calurosos registrados desde 1850; (ii) La tasa reciente de aumento del nivel del mar casi se ha triplicado en comparación con 1901-1971; (iii) La influencia humana es "muy probablemente" (90%) el principal impulsor del retroceso global de los glaciares desde la década de 1990 y la disminución del hielo marino del Ártico; y (iv) Es "prácticamente seguro" que las temperaturas extremas, incluidas las olas de calor, se han vuelto más frecuentes e intensas desde la década de 1950, mientras que los eventos fríos se han vuelto menos frecuentes y menos severos.

Y es que este calentamiento "ya está afectando a muchos fenómenos meteorológicos y climáticos extremos en todas las regiones del mundo", aseguran.

Ya sean olas de calor como las experimentadas recientemente en Grecia y el oeste de América del Norte, inundaciones como las de Alemania y China, o incendios recurrentes, año tras año, como suceden en el Oriente boliviano o chaco paraguayo, su atribución a la influencia humana se ha fortalecido durante la última década.

En esta medida la responsabilidad del ser humano –de nosotras, nosotros y nosotres–  en el desarrollo exponencial del calentamiento de la atmósfera, el aire, el océano y el suelo es "innegable", concluye informe del IPCC. Esta información nos plantea escenarios futuros que son posibles para la humanidad y que tendría que replantearnos en nuestra perspectiva de sujetos individuales y colectivos como corresponsables, en mayor o menor medida.

Así también el estudio señala que “el problema es que el equilibrio natural que ha existido durante miles de años se ha roto cuando, a las fuentes naturales de dióxido de carbono (la respiración de los seres vivos, la descomposición orgánica, los incendios forestales, las erupciones volcánicas…), el hombre ha ido añadiendo cada vez más y más fuentes al quemar los combustibles fósiles para el desarrollo de su economía. Esto, a su vez, es lo que incrementa las emisiones que acaban causando aumentos sin precedentes de las temperaturas”.

Lo significativamente crítico es que el cambio climático impactará en gran medida también en lo económico, generando tensiones internas y externas hacia una dimensión destructiva de conflictos y hasta guerras, que tiene efectos psicosociales y que causará daños emocionales... Habrá cambios en casi todos los aspectos de nuestras vidas, pero a pesar de la dimensión de este desastre humano, antes que natural, la indiferencia es ensordecedora, sin ánimo de ser alarmista, así como las pruebas son irrefutables.

Es entonces donde caben las preguntas: ¿Qué futuro (en el corto plazo dado los tiempos) estamos des-construyendo para nuestras hijos e hijas?, ¿podemos imaginarnos a nuestras nietas y nietos con un sistema sanitario conectado pero obsoleto porque no cuenta con agua?, ¿podrán las y los bisnietos tener la libertad de elegir alimentos no contaminados o ultraprocesados que les limitarán su bienestar o podremos como humanidad sobrevivir a pandemias, producto del quiebre ecosistémico, que cada vez impone un reinado de la incertidumbre?

El mañana por el momento se pinta catastrófico hasta que auténticamente decidamos cambiar este rumbo. Según el informe, en todos los escenarios de emisiones de gases tóxicos en escala se romperán este siglo a menos que se produzcan grandes recortes de emisiones de dióxido de carbono. Si bien hay una gran responsabilidad por parte de los Estados de países desarrollados y altamente consumistas (Estados Unidos, China e India en los primeros lugares), también como ciudadanas y ciudadanos del mundo mínimo tenemos la responsabilidad de interpelar a nuestros gobiernos, en todos sus niveles, respecto a los modelos de desarrollo (en su mayoría extractivistas, altamente contaminantes y depredadores).

Estos hallazgos del estudio del IPCC son fundamentales para las negociaciones y la toma de decisiones de los distintos gobiernos frente al cambio climático. Así la esperanza se asienta en la ambición por lograr cambios efectivos y a escala, debido a la urgente necesidad de cumplir con los compromisos a gran escala en la reducción de gases de efecto invernadero, pautados en el Acuerdo de París.

Sólo como dato, el pasado 1 de agosto, la ONU informó que casi la mitad de los países han incumplido el plazo para renovar sus compromisos de emisiones de CO2, pautado hasta el 30 de julio. Más de 80 países tampoco actualizaron sus contribuciones determinadas a nivel nacional. Para las y los líderes políticos el informe es otro en una larga lista de llamadas de atención de los científicos al mundo, más aún ante la proximidad de la cumbre climática global COP26 de noviembre, en Glasgow, Reino Unido.

Pero también a nivel individual podemos tomar conciencia sobre el impacto o huella de carbono que cada uno y una contribuye a generar, aspectos cotidianos con nuestra coexistencia como la agricultura extensiva (ganadería, silvicultura y pesca indiscriminada); la producción de energía contaminante, el derroche de energías, sobre todo eléctrica; el sistema alimentario sustentado en el procesamiento, el embalaje, el almacenamiento, transporte y la compraventa de alimentos; el transporte que usa energías fósiles por tierra, por mar y por aire; las edificaciones que no optimizan la luz solar y la reutilización de agua; las industrias; y la casi nula aplicación de la “regla de las Tres Erres: reducir, reusar y reciclar” para gestionar los residuos sólidos y líquidos.

Nos urge esperanza y ambición con nuestro planeta azul, empatía y compasión con los estantes y habitantes del globo, aquella que debería interpelarnos y convocarnos a la acción para generar pequeños cambios individuales, relacionales con el medio ambiente a escala global, culturales a través del paradigma de la convivencia entre nosotras y nosotros y con la naturaleza, y estructurales hacia la viabilidad como humanidad.

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