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Por Clara Fernández Picón, Mitsi Marleni Quiñones Flores y Justina Isabel Prado Juscamaita*.- La Organización de las Naciones Unidas estima que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de un compañero sentimental, ya sea en el hogar o en la calle. En Perú, la violencia contra la mujer por parte de su pareja es la forma más frecuente y dañina, debido a que hay una convivencia diaria con su agresor, existiendo un lazo emocional que une a la mujer, el deber de soportar por sus hijos.

Desde el punto de vista cultural, la violencia está enmarcada en una estructura patriarcal que presenta a los varones como seres superiores, por tanto, tienen el derecho y la responsabilidad de imponer medidas correccionales como una forma de control de la mujer en cuanto a su conducta (Nájera, 2013mkp_ref_11). Además, según los Centros de Emergencias Mujer (CEM) del país, se registra el número más alto de denuncias por violencia familiar y sexual con más de cuarenta mil casos de mujeres víctimas, cifra que representa el 87%, frente a 13% de víctimas varones (Estrada, 2015).

En el departamento de Huánuco, el CEM reportó el año 2016 unos 1.315 casos de violencia familiar y sexual, siendo la provincia con mayor número de casos, seguida de Leoncio Prado, Ambo y Lauricocha. De ese total, 854 mujeres de 18 a 59 años fueron víctimas de violencia familiar y 27 de violencia sexual. El Ministerio Público de Perú (2015) recibe en promedio 2 mil casos de violencia contra la mujer tan solo en la provincia de Huánuco. El estudio de la violencia contra la mujer se ha enfrentado sobre todo a determinadas manifestaciones de la problemática, como el análisis de los casos y de la realidad de la violencia.

Desde la perspectiva de la pareja, son pocos los estudios que incluyen su análisis para abrir el espacio como colaboradores activos en la lucha contra la violencia. Desde hace algún tiempo, esta postura de inclusión en las estrategias contra la violencia en lo que atañe a los varones, se está llevando adelante en diversos países a través de diferentes acciones que tienen como objetivo erradicar la violencia masculina. En este contexto es importante tratar el tema del maltrato de la mujer, puesto que la mujer juega un rol importante dentro de la sociedad; adicionalmente, se puede decir que no solo basta con intervenir los casos de violencia de género, sino que en un sentido dialéctico, intentar entender el pensamiento que tienen las mujeres maltratadas; así, tener herramientas para comprender su situación y de esta manera apoyar su proceso de empoderamiento, de su realidad y proyecto de vida.

Por otro lado, según López (2004), la figura del agresor en la violencia de género no tiene una sola causa que determine la violencia, sino que lo más probable es que se trate de un conjunto de factores que se interrelacionan en cada individuo de una manera diferente, generando así distintas conductas de maltrato.

En un estudio sobre hombres violentos contra la mujer (Echeburúa & Amor 2016, 2009), concluyeron que los trastornos más relevantes de estos sujetos fueron el abuso de alcohol y/o drogas, los celos patológicos y los trastornos de personalidad (antisocial, límite, narcisista y paranoide), así como los déficits psicológicos de estas personas, tales como el descontrol de la ira, las dificultades emocionales, las distorsiones cognitivas, la baja autoestima y los déficits de comunicación y de solución de problemas.

De la misma forma en otro trabajo de los mismos autores citados, demuestran que existen diferentes tipos de hombres violentos -agresores limitados al ámbito familiar, agresores con características borderline/disfóricas y agresores violentos en general antisociales- que requieren programas de tratamiento.

Al respecto, Pastor, Rodes & Navarro (2009) sostienen que en las denuncias presentadas, las personas afectadas describen malos tratos (35%), lesiones (17%) y quebranto de medida cautelar o de condena (14%). Cabe destacar que en 74,7 % de los casos, la relación de pareja subsistía formalmente en el momento de producirse la muerte y de estos, en 58,7% de los casos existía convivencia en el momento de producirse los hechos.

La violencia de la pareja no se limita a la mujer, sino que cualquier persona de su entorno próximo que el agresor perciba o considere que la está ayudando o apoyando, puede ser víctima de sus agresiones. La situación preocupante es la que se lleva a cabo sobre los hijos, los cuales sufren siempre las agresiones psicológicas, por ser testigos de la violencia; pero también físicas al introducirlos como forma de agredir a la madre, llegando incluso al feminicidio y homicidio de los hijos de la mujer al considerar que le van a ser arrebatados o para demostrar que es capaz de cumplir las amenazas vertidas (Gaspar, Jimeno & Boira, 2011).

Las creencias y actitudes de las mujeres víctimas en contra de los actos de violencia por parte de la pareja hacen que no denuncien a los órganos competentes, por creer que no serían sujetos de crédito, por el bien de los hijos o por garantizar los bienes adquiridos a través del matrimonio; mientras tanto Bosch (2016) considera a las creencias un factor de riesgo sociocultural para la ocurrencia de la violencia de género.

MATERIALES Y MÉTODOS

El estudio fue de tipo observacional, prospectivo, analítico y transversal; con diseño correlacional y con enfoque cuantitativo. La muestra probabilística la conformaron 48 mujeres, víctimas de violencia, seleccionadas probabilísticamente, procedentes de la provincia de Ambo.

Respecto a las características generales de las mujeres en estudio, se observó que 56,3% (27) pertenecieron al grupo de adultas jóvenes, la mitad fueron casadas [50,0% (24)] y una quinta parte solteras [20,8% (10)]. La cuarta parte de la muestra [25,0% (12)] tuvo el nivel de escolaridad de primaria incompleta y una mínima proporción no contaban con estudios [4,1% (2)]. Más de una cuarta parte de ellas refirieron ser amas de casa y otra proporción similar fueron empleadas domésticas [27,1% (12) cada uno] y una cuarta parte fueron trabajadoras públicas [25,0% (12)].

La mayoría fueron católicas [81,3% (39)], y cerca de la mitad, tenían de 1 a 2 hijos [41,6% (20)], seguido de alrededor de una tercera parte que tenían de 3 a 4 hijos [33,3% (16)]. La mayoría de las mujeres refirieron ser violentadas por su pareja entre 1 a 10 años [77,1% (37)], con una frecuencia de una vez al mes por la mitad de ellas [50,0% (24)]. También 22,9% (11) refirieron que fueron violentadas ocasionalmente, cuando su pareja se embriaga.

Y sobre el agresor se identificó, que cerca de la mitad de ellos fueron adultos jóvenes [47,9% (23)], la mayoría tenían el grado de escolaridad de secundaria completa [77,1% (37)], del mismo modo, profesaban la religión católica [72,9% (35)]. Una cuarta parte fueron comerciantes y también choferes [25,0% (12) cada una] y en una menor proporción fueron contadores, policías y carpinteros [4,2% (2) cada una]. La mayoría de los agresores practicaban hábitos nocivos [85,4%], siendo prevalente el consumo de alcohol [73,0% (35)].

Los datos se recolectaron a través de la técnica de entrevista individualizada y los instrumentos aplicados fueron la guía de entrevista de características generales, escala del perfil del agresor y ficha de valoración de la violencia de pareja; los cuales fueron previamente validados y fiabilizados. En la ejecución de la investigación se consideró los aspectos éticos (beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia); los cuales fueron plasmados en el consentimiento informado escrito.

En el análisis de los datos se aplicó la estadística descriptiva e inferencial, usando un p <0,05 como el valor de la probabilidad del error en las pruebas de hipótesis, también, se consideró el análisis bivariado a nivel categórico de acuerdo a estándares establecidos; en el análisis inferencial se aplicó la prueba no paramétrica de X2.

Las limitaciones de ubicación de las unidades de análisis fueron manifiestas en diversas oportunidades, por lo que se tuvo que replantear la conformación de los mismos, hasta garantizar el número total de mujeres consideradas para el estudio, asimismo los resultados de este estudio solo serán válidos para el contexto del estudio, no se podrán extrapolar los resultados hacia otros contextos.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Al describir el perfil del agresor en la dimensión deseo de control y juego de poder, se observó que la mitad de las mujeres en estudio ubicaron a los agresores en el nivel medio [50,0% (24)] cerca de la otra mitad de ellas, ubicaron en el nivel bajo [46,0% (22)]. Señalaron que los agresores intentaban controlar la conducta de su pareja, lanzaban amenazas o intimidación como medio para controlarla y en algunos casos actos humillantes o de crueldad hacia la víctima.

La autoestima baja como perfil del agresor lo manifestó cerca de la mitad de las mujeres víctimas de violencia de pareja [47,9% (23) cada uno], ubicándole en el nivel alto y en la misma proporción el nivel medio. Al respecto, las mujeres manifestaron que el agresor no controlaba sus impulsos, culpaba a su pareja de sus problemas, evitaba que ella trabaje/estudie y se irritaba con facilidad cuando ella le ponía límites.

En la dimensión posesividad, celos del perfil del agresor, se observó que la mayoría la ubicaron en el nivel medio [75,0% (36)]. También, una cuarta parte de ellas lo ubicaron en el nivel bajo [25,0% (12)], mostrando que el agresor ejercía presión para mantener relaciones sexuales, las aislaban de sus familiares y amigos; y en algunas situaciones se mostraban extremadamente celosos.

En cuanto al perfil intuitivo negativo del agresor, se halló que más de la mitad de las parejas en estudio, lo ubicaron en un nivel medio [52,1% (25)] y que cerca de la otra mitad, lo ubicaron en un nivel bajo [41,7% (20)], mostrando que el agresor responsabilizaba a otras personas por sus problemas o dificultades y minimizaba la gravedad de las conductas de abuso.

En cuanto al perfil del agresor en la dimensión estrategias para evitar la realidad, se observó que más de la mitad de la muestra en estudio, ubicaron al agresor en un nivel medio [56,3% (27)], lo que indica que el agresor con frecuencia justificaba la violencia como una forma de resolver los conflictos, tenía un estilo de comportamiento violento y se mostraba agresivo verbalmente. También, alrededor de la tercera parte de ellas lo ubicaron en el nivel bajo [35,4% (17)], expresando que el agresor experimentaba cambios bruscos de humor.

De manera global, el perfil del agresor fue ubicado por alrededor de la mitad de la muestra en un nivel moderado [52,1% (25)], seguido de una tercera parte que lo ubicaron en el nivel bajo [30,4% (15)].

Respecto a las formas de violencia física ejercida por el agresor hacia las mujeres, se observó que la mayoría refirieron que su pareja les había empujado o golpeado con las manos y/o pies [70,8% (34)], que les había dejado lesiones visibles en el cuerpo tales como moretones, cortes, chichones [64,6% (31)] y que les había golpeado con un objeto o lanzado cosas cuando se enojaban o discutían [54,2% (26)]. Asimismo, cerca de la mitad señalaron que les habían causado lesiones que ameriten recibir atención médica, psicológica, jurídica y/o auxilio policial [43,8% (21). En cuanto al nivel de la violencia física ejercida por el agresor hacia las mujeres en estudio, se observó que fue leve [41,7% (20)].

Sobre la violencia psicológica ejercida por la pareja, se observó que una mayoría refirió que la humillaba y le criticaba en público o en privado [62,5% (32) cada uno]. También, más de la mitad refirieron que faltaba el respeto a sus sentimientos y que estaban en permanente estado de tensión por la irritabilidad de la pareja [56,3 % (27) y 54,2 % (26) respectivamente]. Cerca de la mitad indicó que les imponen reglas; la forma de vestir, maquillarse y de comportarse [47,9% (23)], las llaman con apodos/groserías [45,8% (22)] y las amenazan de muerte [41,7% (20)]. El nivel de violencia psicológica fue moderado [47,9% (23)].

En torno a la violencia sexual ejercida por el agresor, se apreció que la mayoría indicó que le insistió en tener relaciones sexuales, aunque sabía que no tenía ganas [73,0% (35)], le presionó para tener sexo con más frecuencia de lo que le gustaría [64,6% (31)], le obligaba a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad [63,0% (30)] y que exigía obediencia a sus requerimientos sexuales [60,4% (29)]. También, cerca de la mitad señaló que le impedía el uso de métodos anticonceptivos [45,9% (22)]. En cuanto al nivel de la violencia sexual ejercida por el agresor, fue de nivel moderado [50,0% (23)].

Al contrastar las hipótesis, se observó que la exposición a agresión de nivel moderado generaba violencia física de nivel leve, donde se obtuvo un valor X2 = 44,25 para 4 gl., y p = 0,00; con dicho resultado, no fue posible aceptar la hipótesis nula y se admite la existencia de relación entre ambas variables. Lo que supone que cuando la agresión tiene valores superiores, la violencia de la pareja, adopta un mayor nivel (Tabla 1).

Tabla 1 Prueba de Chi-cuadrado de la relación entre el nivel del perfil del agresor y el nivel de violencia física en mujeres Huánuco Perú. 

En el análisis de la correlación entre el perfil del agresor y la violencia psicológica, se observó que la agresión fue de nivel moderado y la violencia psicológica de nivel leve, donde se obtuvo un valor X2 = 33, 36 para 4 gl., y p = 0,00, con dicho resultado, no fue posible aceptar la hipótesis nula y se admite que existe relación entre ambas variables. Indicando que cuando la agresión tiene valores superiores, la violencia adopta mayor nivel (Tabla 2).

Tabla 2 Prueba de Chi-cuadrado de la relación entre el nivel del perfil del agresor y la violencia psicológica en mujeres Huánuco Perú. 

En la correspondencia entre el nivel del perfil del agresor y el nivel de violencia sexual, se obtuvo un valor X2 = 33,26 para 4 gl., y p = 0,00, con dicho resultado, no es posible aceptar la hipótesis de independencia y se admite la hipótesis de investigación que afirma la existencia de relación entre ambas variables. Indicando que cuando la agresión tiene valores superiores, la violencia adopta mayor nivel (Tabla 3).

Tabla 3 Prueba de Chi-cuadrado entre el nivel del perfil del agresor y el nivel de violencia sexual en mujeres Huánuco Perú. 

En la correlación entre el ejercicio de la agresión con la violencia se obtiene un valor X2 = 33,26 para 4 gl., y p = 0,00, con dicho resultado, también, se rechazó la hipótesis nula y se admite que existe relación entre ambas variables. Indicando que cuando la agresión tiene valores superiores, la violencia se torna de mayor nivel (Tabla 4).

Tabla 4 Prueba de Chi-cuadrado de las variables en estudio, del nivel del perfil del agresor y los tipos de violencia ejercida por el agresor hacia las mujeres víctimas en mujeres Huánuco Perú. 

Al contrastar las hipótesis de investigación, se observó que la exposición a la agresión física, psicológica y sexual; determina violencia de la pareja en diferentes niveles. Este resultado se explica por las pautas culturales que mantienen la desigualdad de los géneros y la socialización de los géneros según estereotipos (González, 2007).  

En concordancia con el presente hallazgo, González y Fernández (2010)  encontraron que las mujeres que reconocen haber sido maltratadas a través de la violencia física, recalcan como causa fundamental los celos del agresor, lo cual muestra la condición de inseguridad presente en sus parejas y, en segundo lugar, la ingesta excesiva de alcohol, que además de ser una conducta vista como “natural” en las prácticas masculinas, produce en muchos casos una desinhibición que propicia un mal manejo de las frustraciones.

En la misma línea, los resultados de los estudios de Echeburúa y Fernández de 2009  revelan que muchos maltratadores tienen antecedentes de violencia en sus relaciones interpersonales, ya sea con sus anteriores parejas (24.9%) y/o con personas de su entorno (39.3%).

Del mismo modo, Echeburúa y Fernández señalan que la violencia más grave aparece más frecuentemente cuando los agresores han hecho uso anteriormente de una violencia física y psicológica, cuando ha habido un aumento creciente de la frecuencia y de la gravedad de los episodios violentos, cuando han cometido lesiones sobre su pareja intencionalmente y, además, cuando la han amenazado anteriormente de forma verbal, con objetos peligrosos o con distintos tipos de armas, sobre todo si estas amenazas propias de sus conductas violentas han tenido lugar delante de otras personas (hijos o familiares). Asimismo, indican que la gravedad de la conducta está relacionada con la práctica de agresiones sexuales en el seno de la pareja.

En relación con el perfil del agresor, los maltratadores graves tienden a ser muy celosos o posesivos. Al sentirse humillados por la ruptura de la pareja, esto da lugar a un descenso de su autoestima y a consumir en exceso alcohol o drogas. Asimismo, tienden a comportarse de forma desafiante y con crueldad, sin temor a las consecuencias punitivas de su conducta, y a atribuir sus propios males y la responsabilidad del maltrato a la víctima.

CONCLUSIONES

La información sistemática de la presente investigación representa un aporte para la sensibilización del personal sanitario y especialmente para los profesionales obstetras en el sentido de detectar el perfil característico del agresor que acompaña a situaciones de violencia de pareja, y registrar tales comportamientos en actos consecutivos de maltrato, concluyendo en una información rigurosa y objetiva que servirá desde un enfoque multidisciplinario a diferentes instancias del sistema legal (juez, fiscal y abogados), para las acciones de control y para el personal sanitario, a fin de que se pueda entender la conducta y actitud del agresor y encausar las acciones de prevención y canalización hacia servicios especializados de aquellos casos psicopatológicos. De la misma forma, diseñar estrategias integradas y coordinadas que combinen las iniciativas preventivas de protección a la mujer frente a las conductas agresivas de su pareja.

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  • Las autoras de este artículo lo escribieron como parte de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán (Perú). El artículo salió publicado en la revista Universidad y Sociedad, versión on-line ISSN 2218-3620, Universidad y Sociedad, volumen 11, número 5.

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