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Por Lisette Balbachan*//

Hablando con un grupo de adolescentes de Coroico, les pregunté si sabían qué era la brecha digital y la brecha digital de género y me respondieron que no, pero cuando me empezaron a contar su día a día, la viven cotidianamente.

La brecha digital es la desigualdad en el acceso, uso o impacto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre grupos sociales y tiene distintos niveles: el primero, vinculado a la disponibilidad de acceso a dispositivos electrónicos y conexión a internet; el segundo, a las capacidades y conocimientos mínimos de uso de las tecnologías; el tercero al aprovechamiento de las tecnologías en usos específicos y diferenciados y un cuarto, vinculado a las oportunidades generadas a partir del aprovechamiento adecuado.

Pero ¿estas son las únicas brechas? No, es necesario que hablemos de las diferencias en términos de género que existen no sólo en el país, sino en el mundo.

Los estereotipos de género, el desconocimiento y desinformación sobre las áreas de ciencia y tecnología, y la falta de visibilidad de mujeres líderes que trabajen en este campo son algunas de las barreras que dificultan que las niñas y las mujeres puedan estudiar y trabajar en el ámbito de la tecnología y la innovación.

Según señala el informe Women in Science de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, 2020), sólo el 30 por ciento de investigadoras y científicas en el mundo son mujeres, la matrícula de estudiantes mujeres en el campo de la tecnología de la información es del 3 por ciento; en las áreas de ciencias naturales, matemáticas y estadísticas, del 5 por ciento y en ingeniería, manufactura y construcción, el 8 por ciento de matrículas son de mujeres. En disciplinas de vanguardia como inteligencia artificial y aprendizaje automatizado las mujeres representan sólo 22 y 12 por ciento, respectivamente, de la fuerza de trabajo.

En Bolivia, según datos del informe Juventudes TIC (Agetic, 2019), en los últimos años se crearon 20 nuevas carreras en el área STEM (por sus siglas en inglés, carreras relacionadas con la ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) al interior de varias universidades públicas, dónde existen 80 por ciento de varones contra un 20 por ciento de mujeres.

El problema no es que las niñas y mujeres no sean curiosas, el problema es que el mundo de las ciencias reproduce los sesgos de género y pone barreras para que ingresen.

¿Qué hacer para cerrar estas brechas?

Las representaciones socioculturales de género no son ajenas al mundo de las tecnologías. Todo lo contrario, configuran y determinan nuestros modos de participación.

Necesitamos desarrollar una mirada crítica sobre el diseño y contenido de los objetos de consumo cultural y las políticas públicas tecnológicas dirigidas no sólo al acceso, sino a la educación, uso y apropiación, y producción para niñas y adolescentes.

Hay que apuntar a transformaciones educativas y culturales para la plena participación de mujeres y varones en la innovación científica y tecnológica con énfasis en la motivación. El rendimiento mejora cuando los chicos y chicas asumen un rol activo y los contenidos se relacionan con temas que los atraen y pueden explorar también fuera de la escuela.

Hace unas semanas, se dio a conocer el resultado del campeonato nacional de robótica, organizado por la Agetic y Unicef, en el que el primer puesto se lo llevó Luz Lisbeth Quino, proveniente del municipio de Coroico con el proyecto “Hidroponia Automatizada”.

Al preguntarle cómo se interesó por la robótica, ella subrayó el apoyo de su profesor: “El que me ha motivado y me ha dado el gusto por la informática y la robótica fue mi profesor Gerardo Asillini Villegas, que si bien ya no es mi docente, seguimos en contacto y es el que cada vez que hay una oportunidad así, me la cuenta”.

Esta joven, que se ganó un lugar en el mundial de robótica que se llevará adelante en Singapur, cuenta que con su compañera de equipo, se pasaron las vacaciones pensando en el proyecto y trabajando en el prototipo.

La tecnología al servicio de la comunidad

Liz, como le gusta que le digan, viene trabajando por su comunidad desde otras aristas, ella forma parte del grupo Coroico Art que con una obra de teatro sobre derechos digitales y prevención de violencias de género ayudó a la alfabetización digital de su pueblo y otros municipios junto a la Asociación Aguayo y la Fundación InternetBolivia.org.

Pero no se quedó ahí, aprovechó la oportunidad del torneo de robótica para pensar qué necesidades tiene Coroico y en función de eso, dar solución desde su participación. Liz me contó cómo el profesor le dijo que identificara algo que requiriera el municipio y que pensara el proyecto, entonces dijo: “En Coroico hay mucha escasez de agua, se come mucho pollo y hay problemas de producción”, entonces, escuchó sobre la hidroponia y empezó a investigar para ver si se podía cultivar sin tierra y así surgió su plan de “Hidroponia Automatizada” que se llevó 85 puntos en la competencia.

Largo camino a recorrer

Cuando estaban dando los nombres del podio del campeonato nacional, Liz dijo: “No me lo imaginaba la verdad, cuando comenzaron a decir el tercer puesto y el segundo puesto, dije, bueno, no llegué y de repente dijeron mi nombre, había ganado el primer lugar”.

Este tipo de iniciativa es muy necesaria, pero no suficiente. Necesitamos desarrollar políticas tecnológicas que permitan desplegar una agenda de concientización sobre las desigualdades y su eliminación, para avanzar en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.

*Lisette Balbachan es responsable de Comunicación de Fundación InternetBolivia.org

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