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Caminar descalza es un sensación gratificante y peligrosa. Se tiene contacto con el suelo, el pasto, la arena, el agua, el frío y el calor, se recibe así las energías vitales de la naturaleza. No obstante, es un riesgo salir lastimada por cualquier objeto que dañe las plantas de los pies causando heridas. Así es ser mujer, ser sensible a la vida y fuerte para encarar los retos cada día.

A un día de la celebración del Día internacional de la Mujer, me adhiero a la conmemoración de la lucha de la mujer por su participación a favor de la igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo como persona.

En la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague en 1910, Clara Zetkin propuso y se aprobó la celebración del Día de la Mujer Trabajadora. La primera conmemoración se realizó el 19 de marzo de 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza; concentraciones de más de un millón de personas exigieron para las mujeres el derecho de voto y de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.

Menos de una semana después, el 25 de marzo, más de 140 jóvenes trabajadoras, la mayoría inmigrantes italianas y judías, murieron en el trágico incendio de una fábrica en la ciudad de Nueva York.

A más de un siglo de esos acontecimientos, existen avances importantes, pero desafortunadamente aún muchas brechas y temas pendientes. Muchas mujeres siguen ganando menos salario por el mismo trabajo que realiza un hombre, sigo siendo una desventaja ser madre porque te descalifican si descuidas tu puesto de trabajo por atender a tu familia, si pides permiso para llevarlos al médico o cuidar a tus padres enfermos.

La problemática del cuidado de la familia como responsabilidad exclusiva de la mujer es aún un asunto a debatir y del mismo modo el rol femenino en la sociedad. Como muestra de esta afirmación un estudio sobre las condiciones laborales de las mujeres periodistas rescató varios testimonios sobre las dificultades que enfrentan para ejercer este noble oficio:

“En un canal de televisión me preguntaron si estaba casada, cuántos hijos tenía, me han preguntado quién se hace cargo de tus hijos para que tú puedas hacer la cobertura porque tú sabes que se trabaja acá. Entonces quién cuida a tus hijos, cuántos años tienen, dónde los dejas, tu mamá está bien de salud (…) me preguntaron si tenía ganas de tener otros hijos porque yo no tengo pareja, he sido mamá soltera siempre. Y me dijeron: `Cómo es que te has embarazado, por qué no te has cuidado si no tienes esposo`” (A.A., periodista Cochabamba, 21/06/2023).

“Durante mis inicios en el 2009, empecé a hacer radio y para poder aprender te acosaban. Un año estuve trabajando gratis e incluso para poder recibir mi primer contrato me dijeron: `si vos no aceptás salir no vas a tener contrato`” (P.E. periodista Trinidad, grupo focal, 27/06/2023).

Esos dos testimonios reflejan una pequeña parte de la violencia a la que se exponen cada día mujeres periodistas, pero también adolescentes y niñas en sus hogares, escuelas, universidades y en las calles.

La asignación de roles tradicionales: el hombre productivo y la mujer cuidadora al interior del hogar sigue manteniéndose hoy en día, aunque millones de mujeres salgan a trabajar. La presencia de las mujeres en el espacio público se traduce en discursos de aleccionamiento de los padres y la sociedad porque las calles son inseguras para ellas. Ellas crecen con miedo a ser secuestradas, violadas, explotadas sexualmente o asesinadas. Ya no depende si es de día o de noche, ni sólo de la zona que se transite o la forma de vestir, todas viven con el peligro asechando.

Ese sentimiento de inseguridad y miedo limita el potencial productivo, creativo o intelectual de muchas mujeres que se ven encasilladas, amordazadas y limitadas en sus derechos a expresarse, ser líderes, científicas o grandes intelectuales. Una mujer siempre será más sospechosa de “acostarse con alguien” o “ser una mala mujer” si consigue un ascenso o un buen puesto, situación que no aplica con los varones. Es más fácil pensar eso antes que considerar la posibilidad de que sea inteligente o capaz.

Las representaciones de peligro sexual en los relatos que circulan en la sociedad son maneras de sancionar, corregir y coaccionar a las mujeres y sus comportamientos. El relato sobre el peligro sexual es una tecnología de control sobre el cuerpo de las mujeres, también para limitar no solo su movilidad sino su participación en la sociedad (Mercado, 2021).

Los medios de comunicación han estado explícitamente implicados en la segunda y tercera olas de empoderamiento de la mujer. La proliferación mediática, la explosión de nuevas tecnologías y el surgimiento de las redes sociales trajeron consigo la inserción de múltiples fuentes de acceso a información y conocimientos relativos al género. Sin embargo, mientras existan la desigualdad y estereotipos de género en las estructuras sociales y mentales de las personas, los medios de comunicación tendrán la posibilidad de propagarlos o de mejorarlos (Unesco, 2014).

La discriminación, racismo, la exclusión y la violencia de género siguen vigentes a través de prejuicios y estereotipos patriarcales que reproducen hombres y mujeres, los mismos que se reproducen en medios de comunicación, redes sociales, en los chismes de vecinas/vecinos, en los afiches y gigantografías publicitarios, en las letras de canciones, en memes y en todas partes.

En ese contexto caminar descalza es un gran reto, una rebeldía por mantenerse auténtico, por ser fiel a lo que se cree como horizonte a seguir; lástima que sea tan difícil en un mundo imperfecto donde reina la corrupción, la contaminación ambiental y mental, el odio a las mujeres y tantos antivalores. Ser honesto es un gran reto, ya nadie se lo cree, se vuelto un mito como ser virgen; claro que mucha gente aún es honesta y virgen, pero no está socialmente “aceptado” o “de moda”, los que actúan así son calificados de “ingenuos o soñadores”.

De cualquier modo, yo sugiero intentar equilibrar la vida: luche por sus sueños, trabaje, viaje y camine descalza. Sea feliz con poco o con mucho, pero no olvide soñar y tener los pies en la tierra.

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