Cien años atrás el mundo comenzaba a vivir los famosos años 20, un tiempo que dejó huellas imborrables en la humanidad. La crisis europea después de la Primera Guerra Mundial contrastaba con el bienestar económico que se vivía en los Estados Unidos, un estilo de vida que dará paso a un mundo consumista. Fue el tiempo de Hemingway, Dalí, James Joyce y, por este lado del planeta, de Frida Khalo, Gardel y Borges.
Esa década concluyó con la crisis económica de 1929 que afectó al mundo entero y que dio paso, en Estados Unidos, al denominado New Deal, y en Europa al fascismo y al nacismo. ¿Quién iría a pensar que una época de arte, cine, consumo, música y moda desembocaría en la tragedia mundial más grande del Siglo XX?
Hoy estamos viviendo, a nuestro modo, nuestros propios años 20. Sumidos en una pandemia mundial que ha puesto en tela de juicio los caminos que la humanidad está tomando para seguir construyendo un mundo a medida del hombre. A estas alturas de la historia vale preguntarnos hacia dónde quisiéramos dirigir la barca de la humanidad en este Siglo XXI.
La democracia liberal, que se ha expandido prácticamente por todo el planeta, necesita ajustes estructurales, que están relacionados con la mayor participación del ciudadano, con el reconocimiento de las diversas maneras de pensar y de ser en el mundo. Esta ampliación debería llegar cada vez más a sectores como el de las mujeres que aún no encuentran un espacio a su medida, a los indígenas, a los ancianos, a los movimientos LGBT, a los discapacitados, a los niños y adolescentes. Hoy no basta con la representatividad democrática, necesitamos del reconocimiento pluri, multi y la participación ciudadana más activa en favor de todos.
La pandemia ha puesto en pausa otro problema fundamental: el medio ambiente. ¿Qué planeta queremos dejarles a las futuras generaciones? ¿De qué planeta quisiéramos que hablen nuestros nietos de aquí a cien años? Recordemos que no hay Plan B, es decir que no existe (al menos por el momento) planeta alternativo. ¿Vale la pena seguir exprimiéndolo para saciar nuestra sed de consumo y de riqueza económica?
De aquí en adelante debemos estar alerta a las futuras pandemias. Los expertos sostienen que habrá más. ¿Cuál será la siguiente? Al parecer la ciencia ha encontrado respuestas para frenar a este virus e incluso a sus futuras mutaciones. Pero ¿qué de otras posibles infecciones? ¿Qué, por ejemplo, de posibles contaminaciones por el agua o por el aire? La ciencia ficción ha aprovechado para hacernos ver escenarios catastróficos. ¿Hasta dónde nos hemos entrometido, pasando los límites de la naturaleza, para llegar a una pandemia como la actual?
Algunos sostienen que no sólo debemos cuidarnos del contagio de algún virus o alguna otra enfermedad física, sino que los padecimientos cada vez mayores son aquellos psíquicos. La salud mental será uno de los problemas mayores de la humanidad en los siguientes años. La angustia que genera un mundo acelerado, incierto y cambiante está provocando problemas de salud mental de los que deberemos ocuparnos. Por tanto, el Siglo XXI comienza sorprendido porque sus sistemas de salubridad habían sido olvidados, tanto en infraestructura como en equipamiento y en formación profesional, pero además debe comenzar a preocuparse por generar ciudades que permitan el cuidado de la salud mental de sus habitantes.
El mundo del trabajo es otro que nos preocupa. Si hace cincuenta años el ideal era trabajar por muchos años o mejor, por toda la vida, en un solo empleo, hoy vemos que la gente trabaja en dos o tres lugares al mismo tiempo y que, además, se ve obligada a seguir aprendiendo para mantenerse vigente, laboralmente hablando. Estamos en otro mundo. ¿Por qué tenemos que estresarnos tanto para llegar a fin de mes? ¿Por qué tenemos que trabajar tanto para sobrevivir en un mundo de abundancia? Hoy se ha puesto en duda el trabajo semanal. Se está pensando, por ejemplo en trabajar tres días en la oficina, dos días en casa y dos días de descanso. Es posible que nuestros paradigmas referidos al trabajo cambien rotundamente durante estos años.
No está de más aclarar que es necesario trabajar, que una buena parte del mundo tiene a gran porcentaje de su población activa en el paro; es urgente que el mundo permita a la gente trabajar dignamente. Pero también es importante no perder de vista lo esencial, que en este y todos los casos, es vivir, que la vida es mucho más grande que el trabajo y que este mundo globalizado puede ofrecer grandes oportunidades de aprendizaje, ocio, investigación, voluntariado, que permitan a la humanidad desarrollar más plenamente la vida.
Ya Enrique Santos Discepolo nos decía que el Siglo XX era problemático y febril, ¿con qué adjetivos quisiéramos que se recuerde al Siglo XXI y en particular a sus años 20?
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