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Hay tiempos más difíciles que otros. El 11 de mayo de 1940,  el flamante primer ministro  del Reino Unido, Winston Churchill, se dirigió a la Cámara de los Comunes y pronunció un discurso histórico. El discurso animaba  a la población civil a mantenerse inquebrantable a lo largo de los duros años de asedio nazi.

 Churchill dijo: “No puedo ofrecer otra cosa más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. Tenemos ante nosotros una prueba de la especie más dolorosa. Tenemos ante nosotros muchos, muchos meses de lucha y sufrimiento”. Sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. En el imaginario británico, se dice que se considera que la guerra se puso del lado de los aliados a partir de ese poderoso discurso.

Se marcha el 2020, no hay ninguna guerra. Pero, por todo lo que supuso, fue casi una guerra por la inesperada aparición de la pandemia Covid-19. Se perdieron muchas vidas; muchos proyectos quedaron truncados; las economías familiares se vinieron abajo; viajes y perspectivas de entretenimiento quedaron en el olvido. En fin, el calendario marca la conclusión de ese año histórico en muchos sentidos, más para lo adverso.

Asoma el 2021. Como es habitual, afloran los deseos más íntimos de que sea mejor que el anterior. Sin embargo, si el Año Nuevo pudiera hablar, probablemente nos prometería “esfuerzo, sudor y lágrimas”, y “sangre” esperemos que no. Las secuelas que nos deja la pandemia mundial, por un lado, y los desórdenes de la política boliviana, por otro, sumados a una crisis económica planetaria, no nos permiten vislumbrar días muy promisorios. En términos generales, los bolivianos —al menos, los clasemedieros—habíamos disfrutado de una bonanza económica que nos permitió darnos lujos: viajes al exterior (quien más, quién menos, se fue a Punta Cana, por ejemplo), vida principesca para perros peluqueados y maquillados, salidas fuera de casa los fines de semana para comidas opíparas (al menos, los cochabambinos), compras de departamentos, coches cero kilómetros, etc.

La ingobernabilidad parece que será la tónica de lo que se viene. Los partidarios del partido en función de gobierno no terminan de darse de bofetadas y anuncian un escenario de conflictos que complicará nuestra vida. De inicio, seguramente tendremos muchos bloqueos y corte de carreteras por diferentes motivos, por no mencionar nuestro tormento citadino que es K’ara K’ara. Para más inri, los esotéricos nos recuerdan que Nostradamus anuncia males mayores para este 2021, ¿más todavía?

Así las cosas, los bolivianos nos enfrentaremos a días difíciles. Hemos tenido muchos días difíciles en el pasado, incluso con “sangre y lágrimas”. Ahora toca encarar otra época difícil. No es una metáfora decir que somos “raza de bronce”; somos de bronce. Tenemos una increíble capacidad de resiliencia. Nuestra gente se adapta, se inventa, se pone las pilas y hace frente a la adversidad. En ese esfuerzo, en ese sudor y lágrimas, tendremos que recordar las estrategias de supervivencia con lo mínimo posible. Adiós a los pantalones rasgados por razones de moda, al derroche de comida, al descarte de objetos todavía servibles. Habrá que recuperar el remendado, el zurcido, el parchado, en fin, la restauración de los objetos para la maximización de su vida útil. De hecho, el boliviano tiende al reciclamiento, en un aprendizaje a lo largo de generaciones, solo que últimamente nos estuvimos relajando y descartando todo, por novedades introducidas en el mercado. Nos tendremos que poner esa ropa, nos haga felices o no.

Por otro lado, está el difícil tema de la educación de los niños. Muchos padres ya no podrán pagar colegios particulares, porque sus negocios han quebrado o perdido el empleo. Es de imaginar que las unidades educativas fiscales rebalsarán de solicitudes de admisión de estudiantes nuevos. El universo escolar también era una fuente inagotable para el comercio y todo indica que el grifo se cerrará un tanto. Había niños que iban con 50 bolivianos para el recreo, con celulares de moderna generación, ropa ostentosa, cortes de peluquería a manos de estilistas. Fin, todo eso parece haberse acabado. Ahora se tiene un porrazo en la realidad. Los niños tendrán que ir con fruta de merienda, con la ropa heredada del hermano mayor y otras medidas de austeridad.

Con todo, se tiene la confianza de que lograremos superar lo difícil que pueda venírsenos. De momento, tenemos el regalo mejor: estamos con vida. Podemos tener, por otro lado, la oportunidad de enseñar a las nuevas generaciones el sentido del ahorro, la supresión de lujos superfluos y que todo eso lo vivan con estoicismo, como lo hicieron antes los padres y los abuelos. Salud, pues, 2021. Será un tiempo de esfuerzo compartido, de sudor entre todos y lágrimas derramadas, a cambio de días mejores, ojalá.

Una o un jardinero nuevo en nuestras vidas en 2021

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