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Mujeres convierten el trueque en una cadena de regalos para sobrevivir

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Texto y fotos de Nicole Laura Vallejos

Lunes 17 de octubre de 2022.- A Maribel Flores intercambiar parte de su producción de papa en un grupo de WhatsApp la libró de gastar el poco dinero que le quedó tras perder su empleo como asistente de limpieza en un colegio privado de la zona Sur de la ciudad de La Paz (Bolivia), durante la emergencia sanitaria por el coronavirus.

Todo comenzó pocos días después de que se lanzara la declaratoria de emergencia en Bolivia por Covid-19 en marzo de 2020. Era junio cuando le propusieron unirse a un “grupo de regalos en cadena” en el que se empleaba el antiguo método del trueque para intercambiar toda clase de objetos a medio uso en las zonas urbanas de La Paz.

El intercambio de productos o servicios sin el uso de dinero de por medio también conocido como trueque es muy antiguo en la historia de la humanidad. Incluso se suele decir que antes de Cristo los semitas-cananeos que vivían a orillas del mar Mediterráneo ya lo usaban. Desde la teoría, hay más de una aproximación al concepto mismo y la forma en que se produce el intercambio.

Para entonces, Maribel acababa de dar a luz a su tercer hijo y las complicaciones económicas iban en aumento. Su pareja también había perdido su empleo y la subsistencia del nuevo miembro de la familia incrementó aún más sus gastos.

El salario que Maribel percibía cada mes antes de la pandemia era de 900 bolivianos. Con ese dinero compraba frutas y carne, costeaba los pasajes de transporte (20 diarios bolivianos), el material escolar de sus hijos de 7 y 8 años, y una deuda en el banco. En su casa, situada en el Barrio de Villa Apaña (situada al sureste de Ovejuyo), no hay agua domiciliaria, por lo que debe acudir a una pileta pública para recolectar en baldes el líquido cristalino.

Agobiada por las crecientes necesidades de su hogar, la mujer de 25 años se sumó al WhatsApp y ofreció tubérculos de su cosecha a cambio de ropa para su bebé. “En ese momento lo que más necesitaba era prendas para vestir a mi hijito. Los alimentos los sembraba y cosechaba en mi pueblo. No tenía problemas con eso”.

Pero sólo pudo hacerlo en tres ocasiones, ya que cuatro días después de su ingreso cerraron el grupo. “Era un grupo que realmente nos estaba ayudando (…) Un ajuar de bebé lo compras en el mejor de los casos a 30 bolivianos; en ese corto tiempo que estuve, yo conseguí cinco de esos trocando una arroba de papá que no costaba más de 40 bolivianos”.

Maribel cuenta que la experiencia fue tan grata que optó por abrir junto a una amiga otro grupo de intercambios al que llamó: “Te ayudo, me ayudas”, una iniciativa a la que se han sumado decenas de mujeres para combatir de forma colectiva el descalabro económico causado por la pandemia de la Covid-19.

A sus 25 años, Maribel la pasó muy duro en pandemia con su último bebé a cuestas y salió adelante con el antiguo método del trueque.

"Pusimos el link de Whatsapp en grupos de empleo ventas y trueque que hay en Facebook, y de a poco se fueron sumando, sobre todo mujeres.  Muchas de las que llegaron a nuestro grupo dijeron que no había plata en sus casas. Casi todas nos contaban que no encontraban un trabajo y no tenían con qué comprar ropa o víveres para sus familias”.

Maribel, una madre de tres hijos, a sus 25 años.
 “Cadenas virtuales”, “canjes presenciales”

En 2021, la solvencia económica de al menos seis de cada diez bolivianos quedó por los suelos y en dos de cada diez hogares, las familias no tuvieron alimentos suficientes para desayunar, almorzar y cenar, según el informe sobre Pobreza Multidimensional y efectos del Covid-19 en Bolivia elaborado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).

Yuyirka Rodríguez, de 48 años, asegura haber vivido esa dramática experiencia de no tener qué llevarse a la boca luego de cerrar su negocio dedicado a la organización de acontecimientos sociales. “Fueron días difíciles en los que no había nada en mi alacena porque me había quedado en cero”, recuerda y agrega que pudo aminorar esa situación gracias al trueque: “Esta actividad es la que ahora me está ayudando a poner alimentos en la mesa de mi hogar, porque doy cosas que tenía guardadas a cambio de víveres que me ayudan bastante”.

Los intercambios de productos, ropa y otros se hacen de forma presencial en la plaza Camacho de la ciudad de La Paz cada jueves por las tardes, pero las ofertas se pactan desde un celular. “Nos conectamos a una determinada hora, casi siempre por las tardes, ya que en las mañanas andamos ocupadas atendiendo a nuestros hijos o trabajando”, explica Maribel, cocreadora y administradora de la organización en línea. 

Carla (24 años), una de las integrantes del grupo, revisa su lista de intercambios.

“Despierten grupo”, “actívense”, “hora de reportarse”, “vamos a jugar”, con esos breves mensajes Maribel inicia una nueva sesión de trueque en Whatsapp.

La dinámica en línea es muy similar a los intercambios de regalos que solemos hacer con amigos o compañeros de trabajo: alguien ofrece (regala) un producto y otro lo recibe, este a su vez debe lanzar una nueva oferta de un valor más o menos parecido al adquirido y así sucesivamente hasta formar una cadena de obsequios. “Una persona llega a recibir hasta 33 regalos en al menos 1 hora de juego”, detalla Maribel.

Uno de los momentos de cada jueves por la tarde en el que las mujeres esperan por el trueque en la plaza Camacho de la ciudad de La Paz.

“Las cosas que recibimos nos son tan útiles que las consideramos como regalos. Un regalo es algo que te llena de alegría. Con las cadenas logramos que nadie se quede sin recibir algo que le sirva”.

Pero el proceso no es tan sencillo, sobre todo cuando más de una persona pide un mismo producto. Cuando eso sucede, las ofertantes las retan a pequeños desafíos como enviar audios en los que cantan o responden preguntas de cultura general para obtener el objeto en disputa. “Hasta preguntas de química hemos hecho”, dice entre risas Maribel. “Nos divertimos mucho”.

También puede ocurrir que un bien no llegue a ser tomado por ninguna participante. En ese caso, las usuarias envían emoticones de pies para que quienes ofrecen lancen una nueva oferta. Para ello, se deben sumar al menos cinco íconos de esa naturaleza.

En este mundo de las transacciones sin dinero, las ofertas van desde clips para el cabello, pasando por helados, alimentos, gaseosas, prendas de vestir, libros, material escolar hasta platos de comida recién cocinados. “Había una muchacha que trocaba rellenos de papa y platos de ajíes de fideo a cambio de ropa. Le pedíamos que traiga porque a veces veníamos a trocar sin almorzar”.

Esos bienes de consumo se entregan en los encuentros presenciales. Las mujeres forman un semicírculo y apilan las cosas que intercambiarán sobre retazos de aguayos o en una banca de cemento situada a unos pocos pasos de la entrada principal del mercado Camacho. Mientras aguardan el inicio de la reunión, algunas mecen a sus bebés, otras revisan con suma atención sus listas de cambio o preparan sus “regalos”.

Cuando la mayoría de las participantes ha llegado al lugar acordado, Maribel se planta frente a ellas y empieza a leer las nóminas de intercambio para facilitar las entregas: “Baby da dos libras de fideo por una polera; Magaly, un paquete de tallarín por un peluche, y Andrea, una libra de papa por 50 hojas de carpeta”.

Los últimos minutos de la sesión los aprovechan para iniciar una nueva cadena de regalos sin la intromisión de los celulares. “Se juega en vivo, es lo mismo que hacemos en WhatsApp, pero cara a cara”, dice Maribel. Y es en estos momentos en los que las risas parecen estallar, pues las participantes se animan a cantar o bailar para obtener un bien frente a la mirada curiosa de los transeúntes.

Cero dinero y mucha responsabilidad

Las exigencias que se deben cumplir para ingresar al grupo son cuatro:

  1. No emplear dinero para hacer las transacciones.

2. Dar cosas que estén en buen estado.

3. Especificar qué bienes se busca y para cuántos miembros de la familia.

4. Todo lo obtenido no debe ser comercializado.

“En esta cadena de regalos, no se les pide que den un producto de igual valor, lo que importa es que les sea de utilidad, porque hay personas que giran de grupo en grupo buscando prendas bonitas para luego venderlas, pero la idea es ayudar, no lucrar”.

¿Qué pasa cuando se incumplen estas reglas? “Se hacen dos llamados de atención, si vuelve a incidir, se les expulsa inmediatamente”, precisa Maribel.

Grupos de trueque con montos

En La Paz hay más de un grupo de trueque, pero con características diferentes a “Te ayudo, me ayudas”. “En casi todos estos grupos -cuenta Maribel- las cosas se intercambian con equivalencias exactas y se juega en cadenas de montos. Te pongo un ejemplo: supongamos que doy una polera que vale 50 bolivianos, el que lo recibe tiene que dar algo por un valor igual al de mi polera, no puede ser ni más ni menos. Los administradores abren cadenas de 10, 20, 40, 60 hasta 200 bolivianos”.

Dayana M. es administradora de "El gran encanto",  uno de los grupos de trueque que funciona bajo esa lógica. Cuenta que se sumó a esta iniciativa para mejorar las ventas de su mercadería de ropa, pues si bien no obtiene dinero en los intercambios, recibe una variedad de productos a cambio de las prendas de vestir.

Un antídoto contra la depresión

Los intercambios no sólo han amortiguado la crisis económica de los hogares, sino también la crisis emocional que tuvieron que atravesar luego de perder sus fuentes laborales, o durante el encierro obligatorio. Así lo manifiesta Yuyirka Rodríguez:

“Para mí intercambiar es una forma de desestresarme, de ver que no eres la única que la ha pasado mal. Conoces a mujeres que han sabido sobresalir; por lo general, aquí veo mucha mamá sola, mucha mamá luchona que se las rebusca para salir adelante.  Además te encuentras con gente que a veces sin conocerte te da un abrazo, eso es emocionante”.

Yuyirka Rodríguez

“Compartir con ellas cada jueves es muy lindo, te despejas de los problemas que en casa no faltan, me siento feliz cuando llego a la plaza Camacho, es como si viniera a ver a mi familia de nuevo”, afirma Magalí López, también integrante del grupo de ayuda.

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2 Comentarios

  1. Excelente reportaje, felicidades, sigan adelante
    Hay tantas historias que necesitan ser contadas con el profesionalismo que lo hacen ustedes.

    1. Muchas gracias por su comentario.

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