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La Compañía de Jesús tiene mucho que explicar sobre violencia sexual en serie

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Por Guardiana (Bolivia)

Viernes 5 de mayo de 2023.- La Compañía de Jesús en Bolivia tiene mucho que explicar sobre su actuación institucional en el caso del sacerdote Alfonso Pedrajas que reveló haber agredido sexualmente a por lo menos 85 menores de edad, porque todo apunta a que no se trató únicamente de sacerdotes que escucharon en calidad de confesión los abusos que había cometido, sino de actuaciones, decisiones y contradicciones institucionales de esta orden religiosa fundada en 1534 y a la que también pertenece el actual Papa Francisco desde abril de 1973.

El fin de semana y por primera vez desde que El País de España inició en 2018 la investigación sobre la pederastia en la Iglesia Católica española, este periódico accedió al diario de un depredador sexual religioso. Era para El País como mirar desde la otra acera.

En dicho diario, Pedrajas cuenta las agresiones sexuales en serie que cometió y el encubrimiento por parte de religiosos de la Compañía de Jesús. Esto ha puesto en vitrina las decisiones y actuaciones de esa orden religiosa que en vez de aclarar su participación, ha entrado en los últimos días en contradicciones y afirmaciones que van en contra de la ley como aquella de que no actúan de oficio ni mandan los casos de agresiones sexuales a la justicia porque no les corresponde cuando, en realidad, toda persona tiene la obligación de denunciar hechos de violencia, más si se trata de violaciones sexuales cometidas contra niños y adolescentes, y mucho más si incluso el agresor ha cumplido el papel de educador de estos porque estas situaciones son consideradas a nivel legal agravantes que pueden llevar a una persona a recibir la máxima pena para cumplirla en prisión sin derecho a indulto. Por ello, Guardiana enumera hoy algunas de estas actuaciones:

Primero, Pedrajas revela en su diario cómo al menos siete superiores provinciales y una decena de clérigos bolivianos y españoles encubrieron sus delitos y las denuncias de algunas víctimas. Si bien probablemente varios de estos alegarán que tales confesiones no podían ser denunciadas por el secreto de la confesión (lo cual es discutible), existen hechos que demuestran que hubo actuaciones institucionales debido a que, por ejemplo, en 1983 a Pedrajas se le ordenó salir del Colegio Juan XXIII para ser destinado a Oruro. Todo apunta a que fue debido a denuncias ya recibidas por la orden de abusos cometidos por él. Una orden de traslado de una ciudad a otra no puede ser considerada secreto de confesión, sino una decisión institucional.

Eso sucedió unos meses después de que al ahora fallecido jesuita también conocido como "Pica" amenazara a uno de los adolescentes que quiso armar un grupo para denunciarlo con echarlo si contaba lo que había hecho con algunos estudiantes. “Me escribió una carta desde allí, -contó quien en esa época era adolescente- culpándome de que lo habían enviado a las minas porque lo conté todo. Pero yo no lo hice, no sé quién pudo ser”.

¿Por qué en vez de enviar a Oruro a Pedrajas no se lo suspendió e investigó y luego se lo envío a la justicia ordinaria?

Si la violación es cometida contra un menor de 14 años, el agresor será sancionado con privación de libertad de 20 a 25 años, así no haya usado la fuerza o intimidado y se alegue consentimiento. Si el hecho se produce frente a niños y adolescentes o el autor estuviera a cargo de la educación de la víctima o si ésta se encontrara en situación de dependencia en relación al agresor (como en el caso Pedrajas), entre otras agravantes, la pena puede alcanzar los 30 años sin derecho a indulto.

Artículo 308 bis del Código Penal de Bolivia

Segundo, exestudiantes del Colegio Juan XXIII, donde él habría cometido la mayor cantidad de las violaciones, indicaron que la Compañía de Jesús tenía pleno conocimiento de estos casos y, más bien, optó por expulsar a las víctimas que los denunciaron en su momento.

“La Compañía de Jesús tenía pleno conocimiento, no solo por las reiteradas confesiones de Pedrajas Moreno a los provinciales catalanes y sacerdotes de dicha institución, sino por las denuncias interpuestas por los estudiantes en diferentes momentos, por lo que en todos los casos fueron expulsados del colegio”.

¿Por qué la Compañía de Jesús permitió que se expulsara a los denunciantes en vez de tomar cartas en el asunto en contra del violador?, ¿por qué no escuchó a los denunciantes y dejó a las víctimas con el sentimiento de que en la orden de los jesuitas jamás encontrarían la justicia que estos pregonan? Con esa actuación, la Compañía de Jesús iba, además, en contra de la ley que obliga a denunciar estos casos ante la justicia ordinaria en Bolivia e iba en contra de todos sus principios y votos de protección a los pobres, de castidad y de perfección cristiana, propia y ajena.

Y también iba la orden en contra de sus objetivos porque al aproximarse a las personas de escasos recursos como eran los estudiantes reclutados en persona por el mismo Pedrajas para llevarlos al colegio, donde los abusaba, no estaba cumpliendo con el objetivo de "impregnar las estructuras de la vida humana con una expresión más plena de amor y justicia, lo que les lleva a los jesuitas a estar presentes en centros de estudio y publicaciones, en asociaciones de cooperación al desarrollo, en el voluntariado y en proyectos de apoyo a las clases más necesitadas".

Tercero, el sobrino de Alfonso Pedrajas, que es el que hizo llegar el diario del pederasta a El País de España, dijo que envió a este medio tal material "después de haber intentado denunciarlo en la orden sin éxito".

"El diario llegó a El País a través de un lector, a través del correo electrónico que el diario tiene habilitado para las víctimas o testigos o conocedores de abusos sexuales en la iglesia, y recibimos un correo de un lector, en el que nos contaba que tenía en su poder el diario de Pica. Era el sobrino de Alfonso Pedrajas y después de haber intentado denunciarlo en la orden sin éxito, quería que El País lo investigara. En ese momento accedió El País al diario, los analizó de manera intensa, es un legajo de 383 páginas y empezó a corroborarlo". 

Periodista Julio Núñez, quien reveló el contenido del diario de Pedrajas

El sobrino de Pedrajas envió mails al director del Colegio Juan XXIII y también denunció al pederasta ante el exprovincial jesuita Osvaldo Chirveches, encargado de investigar los abusos en la orden. Sin embargo, Chirveches no entrevistó a los involucrados provinciales que aparecen acusados de encubrimiento en las memorias porque al no tener el diario, dijo que no podían ampliar de oficio la investigación. Sin embargo, después de desatado el escándalo a raíz de la publicación de El País, la Compañía de Jesús en Bolivia aseguró haber realizado una investigación que terminó a principios de abril de este año e inició una segunda indagación. Si es así, ¿por qué Chirveches dijo que no habían investigado siendo uno de los responsables de esta tarea y luego la Compañía de Jesús aseguró que sí se había investigado?

Cuarto, tres cartas y acciones vinculadas a éstas ameritan mayores explicaciones por parte de la Compañía de Jesús. El 14 de agosto de 2022 los exalumnos del Colegio Juan XXIII recibieron una carta del sobrino de "Pica" en la que relataba todo lo que había escrito su tío en su diario y, por ello, decidieron enviar una carta el 12 de octubre del año pasado (como Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Juan XXIII) al señor Arturo M., presidente del Directorio del Colegio Juan XXIII, en la que le piden que se investigue casos de pederastía que habrían ocurrido desde 1972 e indican que si no se realiza una indagación exhaustiva, se verán obligados a recurrir a las autoridades. La respuesta de Arturo M. es que la carta será enviada a una instancia establecida por la Compañía de Jesús para estos casos porque a él como Director no le corresponde ver un asunto de años en los que no estuvo en ese cargo. La tercera carta de noviembre del año pasado es de la Asociación de exestudiantes mostrando su malestar por la misiva que habían recibido.

El 1 de mayo de este 2023, la Compañía de Jesús publicó en su página web www.jesuitas.org.bo/ un comunicado en el que explica que se instruyó al Delegado de Ambientes Sanos y Seguros iniciar el proceso de investigación previa que comenzó en agosto de 2022 y concluyó el 4 de abril de 2023. Este comunicado fue lanzado después de que El País revelara los abusos del padre "Pica".

Según la Compañía de Jesús, una comisión de peritos habría estado a cargo del proceso investigativo y llegó a la conclusión de que existe “verosimilitud del hecho denunciado”. El escueto comunicado no aclara qué determinaciones se asumieron o se asumirán sobre la base de esta indagación. Un día después, el 5 de abril del presente año, se inició una segunda investigación que todavía sigue en curso, señala el documento.

En su parte final, manifiesta su pesar por el daño ocasionado a las víctimas de Alfonso Pedrajas y agrega: “… nos sentimos avergonzados por la situación y, según la política establecida para estos casos, reafirmamos nuestro compromiso de escuchar a las víctimas, procurar hacer justicia en los casos que sea posible y continuar trabajando para acabar con esta lacra”.

¿Realmente se hicieron esas investigaciones?, ¿por qué no parece conocerlas el exprovincial jesuita Osvaldo Chirveches, encargado de investigar los abusos en la orden y quien dijo que no podían indagar de oficio?

Comunicado de la Compañía de Jesús del 1 de mayo de 2023.

Quinto, La Revista de la red Unitel entrevistó al Superior Provincial de Bolivia de la Compañía de Jesús, Bernardo Mercado, quien afirmó que la denuncia contra el fallecido sacerdote Alfonso Pedrajas “fue atendida oportunamente con una apertura del caso según el procedimiento del derecho canónico”. Sin embargo, luego aseguró: A nosotros no nos corresponde, cuando hay una víctima, la víctima decide hacer la denuncia a nivel público o a nivel interno, como aconteció con este caso, que fue más bien a nivel interno". Luego, Mercado argumentó que “ninguna víctima quiere exponerse a la opinión pública y es evidente que nadie quisiera estar en las cámaras por una situación tan dolorosa”.

Sin embargo, el protocolo de la Compañía de Jesús denominado "Guía abreviada de protocolos para la prevención de abusos contra menores" indica:

"Cuando se tiene conocimiento de un probable caso de violencia o abuso sexual a una niña, niño o adolescente, independientemente de los pasos que se siguen en el ámbito del derecho canónico, la Compañía de Jesús seguirá los siguientes pasos:

"Formular la denuncia: Una vez realizada la denuncia del hecho de violencia sexual primeramente ante la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, para que realice el primer paso en la evaluación y contención emocional a la víctima y la familia, posteriormente se harán los requerimientos y pasos necesarios para la investigación policial. La denuncia del hecho, que puede ser verbal o escrita, de forma independiente o con apoyo de la Defensoría, se realiza ante el Ministerio Público (Fiscalía) o ante la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV).

Proceso inicial en la justicia: La Fiscalía promueve y ejerce la dirección funcional de la investigación. Terminada esta investigación preliminar, el resultado puede ser uno de los siguientes:

a) Imputar formalmente por el delito atribuido, si se encuentran reunidos los requisitos legales.

b) Ordenar la complementación de las diligencias policiales.

c) Disponer el rechazo de la denuncia, la querella o las actuaciones policiales

d) Solicitar al juez de la instrucción la suspensión condicional del proceso, la aplicación de un criterio de oportunidad o la sustanciación del procedimiento abreviado".

No sólo eso, por ley, cualquier persona o institución enterada de un hecho de violencia tiene la obligación de denunciarlo y más si se trata de menores de edad. ¿No conoce el Superior Provincial de Bolivia de la Compañía de Jesús el protocolo de esa orden religiosa y la normativa de protección a las niñas, niños y adolescentes en Bolivia?

Sin embargo, la Compañía de Jesús sí ha presentado después de desatado el escándalo una denuncia ante la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia para que se investigue el caso revelado por el sacerdote ya fallecido Pedrajas y ha suspendido a ocho provinciales: “Para ser más precisos con la prensa conviene tener los datos concretos; de los provinciales suspendidos son ocho, uno es exjesuita, pero ha sido provincial en su tiempo; de los ocho, cinco fueron Provinciales en vida de Alfonso Pedrajas y otros tres son posteriores a su muerte”, dijo Bernardo Mercado a los medios.

Sexto, la periodista Verónica Zapana reveló este jueves que "al menos cuatro directores de colegios jesuitas que aún trabajan en la Compañía de Jesús conocían las denuncias de violación de Alfonso Pedrajas más conocido como 'Pica', pero no avanzaron con la investigación. Seminaristas también fueron víctimas del sacerdote español". ¿Todos ellos también pensaron que no les correspondía responder a las denuncias?, ¿se sabe si estos directores canalizaron las denuncias a la instancia correspondiente?, ¿cómo trabaja dicha instancia?

Séptimo, la Compañía de Jesús estaría demostrando en los hechos su intención de que no se hable del tema y, por ello, habría instruido al sacerdote Eduardo Pérez Iribarne no asistir a una entrevista en radio Fides, en la que se abordaría tal problema. Así reveló el periodista Mario Espinoza en su programa Café de la Mañana. ¿Qué teme la Compañía de Jesús que diga el padre Pérez?

" Violación (Art. 83 que modifica el Art. 308 del Código Penal) Según el Código Penal, se sancionará con privación de libertad de quince a veinte años a quien mediante intimidación, violencia física o psicológica realice con persona de uno u otro sexo, actos sexuales no consentidos que importen acceso carnal, mediante la penetración del miembro viril, o de cualquier otra parte del cuerpo, o de un objeto cualquiera, por la vía vaginal, anal u oral, con fines libidinosos; y quien, bajo las mismas circunstancias, aunque no mediara violencia física o intimidación, aprovechándose de la enfermedad mental grave o insuficiencia de la inteligencia de la víctima o que estuviera incapacitada por cualquier otra causa para resistir".

Glosario de términos para la implementación de la Ley Integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia

"La violencia sexual es cualquier acto de naturaleza sexual en el que se obliga a una persona a mantener relaciones sexuales o cualquier tipo de contacto sexual sin que ella lo desee, cuando se le toca o se le obliga a tocar a alguien. También cuando se le obliga a desnudarse o acariciarse íntimamente, aunque el agresor no la toque. O cuando el que se desnuda o se acaricia sexualmente ante la víctima es el agresor. Igualmente se considera como violencia sexual cuando el agresor acosa verbalmente, con palabras, llamadas, u otros de contenido sexual. Y también, cuando se obliga a alguien a mantener relaciones sexuales sin protección. Es muy importante que la víctima sepa sin ningún tipo de dudas que violencia sexual no es solo la penetración no deseada si no cualquier acto de naturaleza sexual en el que se le obligue a participar en contra de sus deseos y voluntad, tanto en lo físico como en lo psicológico".

GUÍA PARA LA CLASIFICACIÓN DE HECHOS DE VIOLENCIA
La punta de la sotana desatada

El periodista que escribió el artículo para El País, Julio Núñez, analizó y rescató las confesiones del sacerdote jesuita Pedrajas contenidas en un diario de 383 páginas. Esto es lo que escribió y publicó El País para quienes no tuvieron oportunidad de enterarse:

El diario

En las páginas del diario, el sacerdote admite que abusó de decenas de niños mientras fue profesor de varios colegios de América Latina, especialmente en uno de Cochabamba. Y relata también cómo la orden (al menos siete superiores provinciales y una decena de clérigos bolivianos y españoles) encubrió sus delitos y las denuncias de algunas víctimas. Cuenta que siente miedo de ser descubierto y chantajeado. Se avergüenza de sus delitos, aunque siempre se refiere a ellos como “pecados”, “meteduras de pata” o “enfermedad”. Confunde las relaciones homosexuales consentidas con las agresiones a menores. Abusos que nunca describe en detalle, pero que hoy sus víctimas, cinco de ellas contactadas por El País, recuerdan con pavor.

El novio del sacerdote vio negro sobre blanco confesiones como esta: “El mayor fracaso personal: sin duda, la pederastia”.

Sin pensar en las consecuencias, envió al hermano, por Courier Express, un DVD en el que grabó decenas de fotografías y las memorias. “Nunca pensé que acabaría en la prensa”, reconoce ahora a este periódico. Alguien de la familia imprimió el documento en España, lo guardó en un archivador verde de anillas y lo metió en una caja de cartón. Allí descansó, en una buhardilla madrileña.

Hasta diciembre de 2021. Cuando Fernando Pedrajas, un sobrino del jesuita, subió a limpiar ese trastero y se topó con el legajo secreto cubierto por un fino velo de polvo. Fernando lo ojeó fugazmente y se lo llevó a casa para leerlo. “Las primeras páginas eran bonitas. Algunas eran cartas a mi abuela donde le contaba con ilusión que quería ser un buen sacerdote. Conforme fui leyendo, me di cuenta de la realidad: mi tío fue un pederasta”, recuerda Fernando. Leyó con pavor el número de niños de los que su tío calculaba haber abusado:

“HICE DAÑO A MUCHA GENTE (¿85?)”

Fernando era consciente de que lo que tenía entre manos era mucho más que un caso de pederastia en la Iglesia. Decidió denunciarlo todo a la Compañía de Jesús en Bolivia. “Lo primero son las víctimas, que encuentren algún tipo de justicia”, argumenta.

El sobrino de "Pica" que tenía en su poder el diario del pederasta tuvo, en el verano de 2022, una breve correspondencia por correo electrónico con el actual director del colegio (Juan XXIII) de Cochabamba donde su tío cometió la mayoría de los abusos, pero este rehuyó cualquier tipo de responsabilidad. Presentó el diario ante la Fiscalía española, que ha desestimado el caso por estar prescrito. 

Finalmente, lo denunció al exprovincial jesuita Osvaldo Chirveches, encargado de investigar los abusos en la orden. Desde octubre, Fernando no ha recibido una respuesta sobre el estado de la investigación canónica. La única comunicación insistente de Chirveches ha sido: “Envíanos el diario”.

Chirveches asegura que la orden solo ha recibido una denuncia y que ha abierto una investigación canónica previa al respecto. No informa sobre si la orden ya tenía constancia de estos abusos. Tampoco ha interrogado a los provinciales que aparecen acusados de encubrimiento en las memorias. “Nosotros, al no tener el diario, no podemos ampliar de oficio esta investigación”, defiende.

Ante la posibilidad de que la orden silenciase el caso, el sobrino decidió escribir a El País y entregarle el diario. Este periódico lo ha estudiado, ha encontrado fotografías de la época y otros documentos que contextualizan las descripciones del jesuita. Ha contactado con algunos de los religiosos que supuestamente encubrieron sus crímenes y también ha hablado con cinco de sus víctimas —varias aparecen citadas en el diario—, que relatan lo que el jesuita no se atrevió a escribir: cómo abusaba de ellas y las secuelas que les causó. Este relato contiene fragmentos literales extraídos del diario que no siguen un orden estrictamente cronológico.

“NO SOY TAN CULPABLE”

Alfonso Pedrajas Moreno nació el 10 de junio de 1943 en Valencia, en el seno de una familia extremadamente religiosa. Con 17 años, entusiasmado, viajó hasta Raimat (Lleida) para ingresar en la Compañía de Jesús como novicio. Solo unos meses después, convencido de que su destino obedecía a un designio de Dios, escribe a sus padres para anunciarles la noticia que cambiaría su vida: se hace misionero y se marcha a Latinoamérica.

Alfonso describe esta aventura con la ilusión de ayudar a los más pobres. Durante su primera década allí, entre 1961 y 1971, residió a caballo entre varios centros de la orden en Bolivia, Perú y Ecuador. Tiempo que dedicó a formarse como sacerdote y en el que comenzó a dar sus primeras clases. Pasó por los centros bolivianos de San Calixto, el Colegio Nacional Ayacucho y el Correccional de Menores, los tres en La Paz. También por el Colegio Colombia, en Lima, y por el seminario San Antonio Abad, en Quito. Fue en estos años en los que el jesuita, entonces en la veintena, escribe sobre su primera agresión sexual en un barrio limeño.

Tras este periplo de formación, y seis años después de su primer abuso reconocido, Alfonso, al que por entonces empezaron a llamar Pica, se asentó finalmente en Bolivia. Era octubre de 1971, cuando la orden lo nombró subdirector del Colegio Juan XXIII, un internado que en esos años rescataba a niños de la pobreza para que tuvieran un futuro. El jesuita era uno de los encargados de recorrer Bolivia en busca de estos chavales.

A los tres años de llegar, el religioso ascendió a director y transformó el colegio en un pequeño estado. Los internos mayores trabajaban la mitad del día para que el centro pudiese autoabastecerse: tenían una panadería, cerdos, vacas, un huerto. Fabricaban tapas para alcantarillado que luego vendían al ayuntamiento de la localidad.

Se hacían llamar Pequeña Nueva Bolivia y el poder último lo ostentaba Pica. El jesuita dirigía el centro y las vidas de cientos de alumnos. Muchos antiguos alumnos, nacidos en familias pobres, recuerdan en sus redes sociales aquellos años con cariño. Otros tantos, sus decenas de víctimas, con pavor.

EL RELATO DE UNA VÍCTIMA

Esta víctima, ahora con 58 años, explica en una videollamada que la pobreza en sus primeros años de vida era tan cruda que le costaba imaginarse un futuro donde no sintiera hambre. Todo cambió cuando, una tarde lluviosa, un pequeño ómnibus le llevó al Colegio Juan XXIII. “Era una maravilla: cómodos dormitorios, comedores espléndidos, canchas de fútbol. Y la comida, excelente. Imagínate, pasar de una familia con carestías a un espacio donde te aseguraban todas las comidas”, cuenta por teléfono. El primer año fue feliz.

Hasta que una noche llegó el miedo. Como de costumbre, Pica cortó la luz a las 22.30, puso en marcha su tocadiscos y por los altavoces comenzó a sonar la música de Mercedes Sosa, Violeta Parra o Quilipayún.

Mientras los vinilos giraban en la oscuridad, esta víctima sintió los pasos del jesuita, recorriendo el gran dormitorio comunitario y visitando las literas de algunos de los niños. Con esas melodías de fondo, acabó quedándose dormido. Y le llegó su turno: “Me desperté y me estaba tocando los genitales. Tenía 15 años. Me quedé congelado, petrificado. Él me decía, con voz baja: ‘Tranquilo, no pasa nada’. Fue terrible”.

Tras esa noche, esta víctima empezó a escuchar comentarios que quizá hasta ese momento le habían pasado inadvertidos. Una mañana, en los baños del colegio, un amigo suyo entró enfurecido. Pérez le preguntó:

—Oye, hermano, ¿qué pasa?

—El hijo de puta de El Chapa [Pica] ha venido anoche a hurgarme.

Pérez entendió lo que eso significaba. Al poco tiempo, ese alumno abandonó el centro. Pero Pérez no podía permitirse “ese lujo”. Tenía que soportar las agresiones del jesuita si quería seguir teniendo un plato de comida y un futuro. “Para mí, dejar el Juan XXIII significaba volver a la pobreza”, lamenta.

Un año después, a finales de 1982, Pérez pasó a uno de los cursos superiores, donde los dormitorios ya eran privados y Pica no podía entrar libremente. Pensaba que podía vivir tranquilo. Pero una noche, después de la cena, una compañera llegó alterada al comedor y le gritó: “El Pica te busca. Te espera en su dormitorio. Está muy enfermo y dice que solo tú puedes ayudarle”.

Pica durante su viaje a Madrid en 1983

Pérez subió hasta la habitación del jesuita. Cuenta que se lo encontró allí, tumbado en su lecho, “fuera de sí”. Le pidió que se echase junto a él y, en un instante, se abalanzó sobre el muchacho, lo redujo y lo desnudó. Aún recuerda el olor desagradable que Pica desprendía. Le forzó a que se tumbara boca abajo.

Por las mismas fechas en las que Pica agredió sexualmente a Pérez, el interno Roberto Peña, de 12 años, intentaba reunir a varios compañeros para pedir ayuda al superior de los jesuitas. Era una primera rebelión para frenar los abusos. Sus intenciones llegaron a oídos del director, Pica, y le hizo llamar a su despacho. Dentro, recuerda Peña, el pederasta le advirtió: “Me he enterado de lo que andas contando. Te dije que eso no se podía contar y tú sabes que, si sigues en ese plan, para el año que viene no vienes al colegio”.

“Eso” que Pica no quería que se supiese comenzó, en el caso de este alumno, a inicios de ese año.

Poco después, este interno también empezó a percibir que Pica se paseaba entre las camas del dormitorio. En uno de esos itinerarios, le condujo hasta su cuarto.

Pero la agresión más terrorífica que esta víctima describe fue al final de curso. “Empezó a darme latigazos con un cinturón".

Pica abandonó el colegio en 1983, tan solo unos meses después de amenazar a Peña con echarlo si contaba lo que hacía con los alumnos.

La orden lo envió a trabajar como obrero a las minas de Oruro, al oeste de Bolivia, junto al lago Uru Uru. “Me escribió una carta desde allí, culpándome de que lo habían enviado a las minas porque lo conté todo. Pero yo no lo hice, no sé quién pudo ser”, añade Peña.

La versión que Pica dio a sus alumnos, señala un antiguo estudiante, fue que partió a las minas para “sentir en el alma lo que siente el minero boliviano que tan explotado es”.

CONFESIONES

Pide a Dios que le socorra para poner fin a las agresiones: “No me dejes —ayúdame— dañar a nadie. A ninguno de tus hijos”. Tiene necesidad de contarlo todo, a pesar de la “vergüenza” que siente. “He sido un degenerado (¿o un enfermo atrapado?)”, anota.

En el diario escribe el esquema que siguió para contárselo todo a un amigo, el jesuita catalán Marcos Recolons. Utiliza palabras clave para citar tanto los delitos de pederastia como su homosexualidad: “Represión religiosa”, “F. sin consentimiento”, “no veía consecuencias de todo aquello”, “casos aislados”, “gran interrogante: ¿pecado?”.

El País ha contactado con Recolons, mientras preparaba un viaje por las comunidades indígenas del río Sécure, para que explicase ese encuentro.

Su relación con el jesuita, se ha limitado a decir, era la de un acompañante espiritual. Todas las conversaciones que tuvieron, defiende, están bajo secreto de confesión: “No puedo decir absolutamente nada. Lo siento mucho”.

No fue la última vez que Pica pidió consejo a un religioso sobre cómo abordar este tema. El jesuita pasó la primavera de 1997 en Valencia y aprovechó para verse en varias ocasiones con un psicólogo, el salesiano Ángel Tomás García, al que le contó todo. En sus memorias hace anotaciones de su informe psicológico, de las consecuencias que Tomás le advierte que habrá si sigue abusando de menores y de las estrategias que tenía que poner en marcha para evitarlo: “Ver dignidad de esos indefensos. Algún día se sentirán utilizados, manipulados”, “cortar radicalmente”, “evitar complejo y sentimiento de culpa”.

(Tomás falleció en 2007, en la comunidad de San Antonio Abad de Valencia. No hay constancia de si denunció al jesuita pederasta ante la policía, como le obliga el código penal. Este religioso, además de crear un gabinete de orientación psicopedagógica en varios centros salesianos valencianos, fue superior de la orden entre 2000 y 2006).

El psicólogo le insiste en que no relacione el delito con el pecado y que “lo más importante no es el tema sexual (homosexual ni pedofilia), sino la necesidad de ternura y cariño”. El colega religioso le recomienda que distinga entre abusos y las relaciones sexuales consentidas, y que se someta a evaluaciones periódicas.

La visita al psicólogo despierta el miedo en Pica, y se convence de que tiene que frenar las agresiones contra los niños, ante el temor a ser descubierto y castigado. “Las ovejitas pequeñas, ¡Jamás!”, escribe ya en 1998.

Las leyes serían muy severas (cárcel, destierro, expulsión). "Todo el peso de mis errores me aplasta. Sí, soy culpable. Ante Él, no tengo palabras. Mi silencio es vergüenza, es culpa, es miseria pura. […]. Hice sufrir, dañé". Chuquiñapi [Bolivia], 21 febrero 1998.

Ese mismo año es apartado de formar a los novicios y se le designa “responsable de canalizar las nuevas vocaciones a la Compañía de Jesús”. Intenta alejar el miedo de su mente, pero escribe que le resulta imposible. “Estoy podrido”, redacta.

Recuerda constantemente los consejos de los religiosos a los que les pidió ayuda. Destaca especialmente uno: “¡No jugar con la suerte!”. Ese año, en 1999, aparece en su diario un personaje destacado, el jesuita Luis Tó. Otro sindicado de ser pederasta, que fue trasladado por la orden desde España, una historia que este diario destapó en 2019.

( Luis Tó formaba parte del claustro del colegio San Ignacio de Barcelona. A comienzos de los noventa, la Audiencia Provincial de Barcelona le condenó a dos años de cárcel por abusos. Sin antecedentes, no pisó la cárcel y la orden lo trasladó a Bolivia. Era 1992)

Pica da a conocer en sus memorias que ambos se conocían. En la ciudad boliviana de Copacabana, en 1999, escribe que solo Luis Tó le dio la enhorabuena por un libro que acababa de publicar durante la presentación del volumen ante la comunidad religiosa. Lo cita varias veces más, y aunque nunca anota nada sobre su pasado como pederasta, deja entrever que la mayoría de los jesuitas de Bolivia no están cómodos con su presencia.

La entrada en el nuevo milenio es la más convulsa para Pica. Ocupa casi la mitad de los folios de sus memorias. Llegan las primeras denuncias de sus víctimas.

"Estoy cansado, con mucho sueño, pero creo que necesito escribir, aún sin ganas. Me llamó mamá esta tarde. Me dijo con toda sencillez: ‘Llamaron desde Bélgica, preguntaban por ti. ¿Está Pica?’, etc. Ella le dio mi teléfono de La Paz. El desconocido (unos 35 años, dice mamá) antes de colgar dijo: él violó a mi hijo". La Paz [Bolivia], 15 enero 2001.

Días después, escribe que su hermano le llamó para advertirle de que un antiguo alumno había vuelto a llamar a la casa de sus padres en Valencia para contar que el jesuita le había violado cuando era un niño. Pica escribe cómo el miedo se apodera de él: “Tiemblo sospechando que llega con un chantaje muy serio. Y lo peor es que se enterará medio mundo”.

El religioso está en La Paz. Su estado de nervios es tan delicado que lleva tres días tomando Ansietil para frenar la ansiedad. Tiene la esperanza de que todo termine en una “visita amigable”, aunque cree que el afectado aprovechará la ocasión para “sacar plata”.

"LO CONTÉ TANTAS VECES"

"Estoy desmoralizado, hundido, fracasado. Sinceramente no tengo ganas de cambiar, porque no tengo ganas de nada. La Paz [Bolivia]", 28 de enero 2001

El jesuita recurre a superiores y amigos dentro de la Iglesia. A su provincial, Ramón Alaix, le reconoce que necesita “ser acogido” y le admite: “Esta necesidad de ser amado me llevó años atrás a buscar cariño donde no era conveniente. Ahora me queda, como resaca, un problema intermitente…”.

En la lista de personas a las que recurrió se encuentra Óscar Uzín, un prestigioso teólogo ya fallecido. Pica se sentía cómodo con él. Lo describe como un clérigo, con “una vida gay plena”, y que “ha dejado de creer en Dios”. Uzín le trata bien y no le juzga. Sólo le aconseja, “sin escandalizarse”, que no abuse de menores.

Pero el miedo se hace aún mayor cuando un 21 de marzo de 2002, durante un viaje a Valencia, lee una noticia en El País: El cura que abusó de 130 niños. En una página entera, este periódico hablaba sobre el escándalo de la pederastia en la Iglesia católica destapado por The Boston Globe. Para Pica, fue una conmoción. “Estoy metido entre dos paredes que se van juntando y apretando (el ahora y el pasado)”, escribe.

Este hecho le siguió atormentando durante meses: "Lo que ha llenado este tiempo ha sido el tema de los pederastas en TV y prensa. Algunos momentos los he pasado con enorme ansiedad. Me afectó todo: el sueño, el trabajo, las relaciones, la adicción, todo. Estoy angustiado. Tengo miedo. Mañana hablo con Ramón a las 8.30 horas de la mañana. Le voy a proponer irme a Valencia para ‘cuidar’ a mamá. Tengo que escapar de esta angustia y mediocridad". La Paz [Bolivia], 17 junio 2002.

Un caso de pederastia difundido por El País

Dos meses después, Pica regresa a Valencia para pasar una larga temporada. En su diario no explica las razones de su viaje. Lejos de Bolivia, el jesuita escribe que siente que “el fantasma del miedo en torno a los acontecimientos juanchos [así se refiere a los antiguos alumnos del Juan XXIII]” se ha alejado.

Cita incluso a una víctima, y matiza que ese caso de abusos ya no le atormentará más. “Creo que ya tengo una buena capacidad para vivir con ese lastre en la mochila”, anota.

Pica viaja por España, realizando ejercicios espirituales por varias ciudades. En los trayectos reflexiona sobre su día a día. En una de las entradas describe lo mucho que se ha visto retratado cuando ha visto la película "El crimen del padre Amaro", la historia de un sacerdote mexicano que mantiene relaciones sexuales con una joven y luego la obliga a abortar. Pica se pregunta: “¿Y si hicieran una película con mi historia?”.

Sus debates internos desembocan en decenas de esquemas donde, a través de guiones, analiza sus pensamientos y se pone metas: “No dañar a ningún pequeño”. Eso último lo escribe en un vagón de tren, camino a Huesca. Allí coincidirá con un joven obispo que muchos años después se convertiría en el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella.

“En Huesca nos acompañó uno de los días el obispo de Barbastro (porque Huesca es temporalmente sede vacante), un tal Juan José. De riguroso negro pero cercano y buena persona. Me pidió confesar y tuvimos ocasión de hablar distendidamente sobre muchas cosas (una charla a mi estilo, plagada de preguntas). Los obispos andan preocupados por cuestiones más o menos locales: sucesiones, Conferencia [Episcopal], Gobierno, clases de religión, financiación… no tanto, eso capté, por el tema de fondo: la Iglesia, de dónde viene, a dónde va, su presencia en el mundo, etc". Valencia, 1 julio 2003

El jesuita regresó a comienzos de 2004 a Bolivia, y sus demonios le estaban esperando. En sus memorias anota que tiene la esperanza de que su orientación sexual y los abusos terminen “con algún acontecimiento (enfermedad o accidente)”. Meses después estos anhelos se cumplen.

“Pues parece que llegó el momento. Llegó el acontecimiento, la enfermedad. ¡Tengo cáncer! Dentro de unos días, con la cirugía radical de la próstata, los ganglios y las vesículas seminales, voy a quedar impotente. […] Ahora ya sé que, en ambos casos, quedo impotente (sin testículos no hay metástasis)". Cochabamba [Bolivia], 12 abril 2004

Pica no cree que Dios se le ha manifestado “en el lenguaje de la enfermedad”. Espera que la fe vuelva a su vida y que sus tormentos desaparezcan. En estos últimos años de su vida, finalmente admite su homosexualidad y la destierra como un “pecado” que le condenará al infierno. Insiste en la hipocresía de la Iglesia sobre ese tema y cómo la represión sexual le ha causado tanto daño. “¿Por qué una Iglesia podía permitir y fomentar eso? Jesús jamás me hubiera tratado así”, dice sobre la condenación eclesiástica de la homosexualidad.

Es en estos años en los que empieza una relación estable con su pareja. La persona a la que le revela los abusos que cometió en el pasado y a la que le cuenta que está escribiendo sus memorias. También regresa al colegio de Cochabamba Juan XXIII para ser homenajeado. Pica, rodeado de carteles y vítores de alabanza, se sintió feliz. Pero también incómodo: “Me hartaban un poco tantas intervenciones, llenas de elogios y cariño, pero que me resonaban como hipócritas o, al menos, falsedades; pues yo sé bien cuál fue la realidad y no puedo sacudir de mi mente el hondo sentimiento de culpa que me embarga”. En su diario también describe eventos que se suspendieron.

"Otra reunión-homenaje que estaba planificada en La Paz anteriormente la suspendimos a última hora. Alguien había insistido en la vieja denuncia a Ramón [Alaix, su provincial]. Ramón se asustó. Incluso habló de enviarme a España. Lo frené como pude y hasta ahora no me ha dicho nada de lo que se comprometió: hablar con el interesado de nuevo y pedirle perdón". El Paso [Bolivia], 3 de febrero 2008.

Para disipar los rumores, Pica envió una carta a los antiguos alumnos donde les explicaba que fue él quien canceló el homenaje, tenía cáncer y todos los miércoles recibía quimioterapia. “Reconozco las cosas malas que se han hecho, por los cuales les pido disculpas”, anotaba. No obstante, meses después aceptó que algunos juanchos le organizasen una fiesta de cumpleaños.

La vida de Alfonso Pedrajas, Pica, se fue apagando. Dejó de escribir en su diario el 11 de octubre de 2008. Un año después falleció en una cama de hospital. Su diario son las memorias de un pederasta. También la prueba de cómo la Iglesia toleró estos delitos dentro de sus muros e impuso, por norma, el encubrimiento. Lo reconoció el propio Pica:

“Lo conté tantas veces…”

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A sus 14 años, Jhosney Paca hizo una película, escribió un libro y motiva a otros

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