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Cultura chiman, donde pasan de ser niñas a ser madres por decisión de los hombres

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Texto y fotos de Yercia Mañueco Valdiviezo, Guardiana (Bolivia)

Miércoles 30 de agosto de 2023.- Sonia camina con su hija menor en brazos en dirección a la escuela de la comunidad donde vive, ahí se encuentra el médico en una de sus visitas rutinarias para revisar enfermos. Ella sólo espera que le coloque una inyección para evitar volver a quedar en cinta. “Hoy –asegura– me voy a hacer poner la 'depo' (inyectable anticonceptivo)”.

Sonia y su hija en brazos.

A Sonia sus padres la entregaron a un hombre de 31 años, cuando ella tenía 12. A esa edad, ella no pensaba en una vida en pareja. “Yo no le quería a mi marido, pero él un día apareció en mi casa y se quedó por dos meses trabajando para mi papá”, recordó. Han pasado 24 años de ese hecho. Ahora tiene 36 y aún vive en concubinato con él. Tuvo ocho hijos, de los cuales uno falleció cuando era pequeño, y ya no quiere tener más: “Cuesta mantener, cuesta criar”.

Pero la decisión de no tener más hijos no le pertenece a ella, sino a su pareja, al ser ambos pertenecientes a la etnia chiman, una cultura que desde tiempos precoloniales ha desarrollado costumbres donde rige el poder del hombre sobre la mujer. Por eso, Sonia no decide cuándo ser madre o sobre el uso de métodos anticonceptivos, o ninguna otra decisión. Pero aprovecha un espacio de ausencia: “Él no sabe, está en el chaco”, susurra.

Mitos en las mujeres

El médico encargado del centro de salud de primer nivel de la comunidad Chacal del municipio de San Borja, Beni, Richard Apaza, indica que recurrentemente las mujeres chimanes utilizan la Depo-Provera (inyectable anticonceptivo trimestral), porque “es la más factible, y muchas veces se la hacen colocar a escondidas de sus maridos”.

También explicó que los mitos pesan más en la cultura chiman. “No optan por otro método por los mitos, por ejemplo, no quieren el chip (implante anticonceptivo subdérmico) porque piensan que es del diablo, a esto se suma la creencia, donde el marido no permite el uso de métodos anticonceptivos; la mujer debe pedir permiso al varón para el uso”.

El Centro de Salud Chacal.

El Centro de Salud Chacal es uno de los cuatro que existen en el municipio de San Borja para la atención de la población chiman, abarca siete comunidades y al día atiende alrededor de 20 pacientes, más que todo, madres que asisten a los controles de sus bebés y el médico aprovecha para conversar con ellas: “Es un tabú el tema de hablar de derechos sexuales y reproductivos, pero lo hemos enfocado en la salud, porque se detectó que él bebé tiene un año y la mujer nuevamente está embarazada, y eso no es bueno para la salud de ella, ni la del niño, porque presenta bajo peso, desnutrición. La mujer embarazada se desnutre también, por el consumo de leche del niño, que debe tener una lactancia hasta los 2 años. Cada que se capta una embarazada se hace la charla”.

Costumbres que incomodan

El Gran Consejo Tsimane fue creado en 1989, con el objetivo de luchar por los derechos de las poblaciones chimanes, un sector que ha crecido con el paso del tiempo, pero no se cuenta con un registro especifico de número de habitantes. Según los miembros del directorio de este ente rector, por la duplicidad, al ser seminómadas se mudan a otros lugares, sólo mencionan que existen más de 200 comunidades en el municipio de San Borja.

El Gran Consejo Tsimane.

El presidente del Gran Consejo Tsimane, Maguin Gutiérrez, indicó que en lo que lleva de su gestión, poco más de dos años, se priorizaron problemas de tierra y territorio, pero no se impulsaron acciones sobre el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, ni la igualdad de género. “No he trabajado en acciones, pero ahora se ve feminicidios en las comunidades tsimanes, por eso, este año voy a dar prioridad a esos temas; hablar de los efectos de tener hijos a temprana edad”.

Este ente regulador cuenta con una secretaria de Género, a la cabeza de una mujer chiman de unos 28 años, que ha podido salir adelante, llegando a estudiar ingeniería comercial: Yesenia Áñez.

Yesenia cataloga los derechos sexuales y reproductivos como un tabú y, más que eso, como “una invasión a las comunidades tsimanes al hablar de esos temas”, por eso, no ha impulsado ninguna acción informativa o de concientización.

¿Por qué una invasión?, se le preguntó. Yesenia explicó que “las comunidades lo toman a mal, no lo aceptan. La costumbre es que una niña pase a ser mujer cuando le llega su primera menstruación y tiene la obligación de ser madre, por lo que el padre le busca un marido que tenga casa, sea valiente y trabajador, y también porque quiere un compañero para ir a cazar.

—¿Un compañero para ir a cazar?

—Sí, el padre quiere un compañero que le ayude a trabajar, a cazar, por eso negocia un tiempo de trabajo, mínimo de dos meses, puede ser más. Cumplido ese tiempo el padre entrega a su hija.

Es una creencia de la que Sonia no fue la excepción, sino que a sus 12 años dejó de asistir a la escuela de la comunidad donde nació, dejo de ayudarle a su madre en los quehaceres domésticos y laborales, y dejó de ser niña.

Pero desde la mirada de Gutiérrez, es una costumbre que en la actualidad no se practica. “En tiempos pasados el padre de la chica negociaba por un determinado tiempo de trabajo y se juntaba a la pareja; ahora no es así”, dijo.

Sin embargo, la profesora Adaes Zabala, quien viene impartiendo clases hace más de 20 años en las comunidades chimanes, comentó: “Ellos no ven como errores la violación o la poligamia, por ejemplo. Si el hijo es cazador, valiente y trabajador, los padres dicen: 'No va a sufrir mi hija, y la casan'. No importa si este hombre ya tiene dos esposas y sólo se negocia el tiempo de trabajo para el padre”.

La profesora añadió: “Para ellas es natural embarazarse a temprana edad, la mayoría deja por completo de estudiar. No se preocupan si hay para comer, sólo viven del momento”.

Sin embargo, Yesenia reconoció que los derechos de las mujeres de su etnia son vulnerados. “Todavía vivimos en una cultura machista, donde la mujer tiene que dedicarse a la casa; el que tiene más futuro es el hombre. Nuestra cultura es de familias grandes de unos 8 a 14 hijos, y las mujeres crían (…), mientras que el hombre, que es considerado valiente, puede llegar a tener hasta tres mujeres”.

Niñas y niños en la cancha de la comunidad Campo Bello, del municipio de San Borja, Beni.
Barreras que impiden el ejercicio de los derechos

Desde el punto de vista del Sistema de Salud de San Borja, que se desenvuelve en la Coordinación de la Red de Salud 09 dependiente del Servicio Departamental de Salud (Sedes), la “barrera cultural es un muro” que impide concientizar a la población chiman sobre sus derechos sexuales y reproductivos, principalmente a las mujeres. Así lo puntualizó el encargado del Área de Planificación de esta instancia, Fernando Mérida.

“Nos topamos con la barrera cultural que es un muro, porque lo que nosotros consideraríamos violación para ellos es normal.  Y esa parte es la que debemos trabajar”, dijo.

Asimismo, indicó que el porcentaje de embarazos adolescentes en el municipio de San Borja es del 27%, lo que consideró una prevalencia alta que están tratando de revertir a través de un programa descentralizado del Ministerio de Salud, que es financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), denominado Cuidados Obstétricos Neonatales Esenciales (Cone), que desarrolla actividades principalmente para reducir la mortalidad materno infantil.

El responsable regional del programa Cone, Luis Rodríguez, comentó que hace tres años, en el municipio se vienen desarrollando acciones para reducir la alta prevalencia de mortalidad materno infantil en base a cinco pilares:

  • Derechos sexuales y reproductivos
  • Atención prenatal y alimentación saludable
  • Parto en establecimiento de salud
  • Atención de emergencias obstétricas y neonatales
  • Atención de la Violencia Sexual.

Para Rodríguez, “la población chiman se encuentra en el territorio de atención del sistema de la Red de Salud 09, por lo que también se trabaja con ellos en la reducción de la mortalidad materno infantil, a través, del trabajo con el personal de la salud para que aplique las acciones; entonces, se han realizado capacitaciones para una buena atención de la madre y el neonato, parto seguro y planificación familiar”.

Sin embargo, en una consulta realizada a las mujeres chimanes de las comunidades donde opera el Centro de Salud Chacal, afirmaron que no recibieron ninguna charla sobre planificación familiar y no conocen qué son los métodos anticonceptivos.

Una de las mujeres tsimanes junto a su hijo de un año.

“Es complicado encarar la promoción de la salud, cuando existen varias barreras, desde lo cultural”, enfatizó, Rodríguez, a lo que añadió: “Ves a mujeres de 25 años, con 6 o 7 hijos. Hay niñas de 12 años que ya son mamás; se debe hacer que estas poblaciones comprendan que las menores tienen derecho a disfrutar de su adolescencia y, al culminar esta etapa, poder ser libres de buscar pareja o no, pero es una mentalidad que viene de generación en generación y cambiarla es complicado; lo que se debe hacer es concientizarlos”.

También mencionó otras barreras, como el hecho de que el personal de salud que es enviado a otras comunidades, lo que impide un seguimiento continuo; o el idioma porque en solo uno de los cuatro centros de salud de San Borja que atiende a la población chiman se cuenta con un traductor de la lengua nativa, por lo que no existe una comunicación fluida.

A estas se suma el tema moral. “Para promover el uso de método de anticonceptivos y de planificación familiar, se debe hablar con las autoridades, pero es contradictorio cuando ellos mismos inciden en esos errores, no saben que está mal la poligamia, la violación.  Son ajenos a lo que establece la Constitución Política del Estado”, afirmó Rodríguez.

Leyes al margen de la cultura chiman

Un texto del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), publicado en 2017, considera a los derechos sexuales y reproductivos como “los más humanos de los derechos” porque son inherentes a todas las personas. Son universales porque incluyen a todos los seres humanos desde su nacimiento. Son inalienables debido a que no pueden ser despojados o negociados. Son progresivos porque es posible extender el ámbito de su protección y, sobre todo, porque son interdependientes ya que se conectan con todos los demás derechos humanos.

Mujeres de la comunidad Campo Bello del municipio de San Borja, Beni.

Asimismo, indica que su ejercicio se centra en una sexualidad libre, placentera y responsable, en el respeto a la integridad de las personas, a la diversidad, a la vida privada y a las decisiones importantes sobre la reproducción.

La norma madre de Bolivia, la Constitución Política del Estado, da garantía a los derechos sexuales y reproductivos. En su artículo 66 indica que: “Garantiza a las mujeres y a los hombres el ejercicio de sus derechos sexuales y sus derechos reproductivos”.

Y el Código Niño, Niña Adolescente (Ley 548), en su artículo 22, establece: “El Estado en todos sus niveles, garantiza el desarrollo, procesos de información, sensibilización y capacitación relacionados a los derechos sexuales, derechos reproductivos, sexualidad integral, la provisión de servicios de asesoría, así como la atención y acceso a insumos para el cuidado de la salud reproductiva, mediante servicios diferenciados”.

Sin embargo, las culturas chimanes se mantienen al margen de la normativa existente. Para esta etnia, “los más humanos de los derechos” no tienen cabida.

Tradiciones que se deben deconstruir

Las culturas chimanes encierran las historias más crueles de vulneraciones a los derechos de las mujeres, el caso de Sonia no es aislado sino uno de los más normales que se deben deconstruir, en ese enfoque, Rodríguez afirmó que se debe impulsar un cambio generacional, “nos debemos enfocar en la niñas y niños para que aprendan sobre el respeto de sus derechos. Las adolescentes deben tener una adolescencia plena, y ser madres acorde a la edad de 19 a 30 años, porque desde ya al entrar a una etapa de gestación a los 12 años es un embarazo de riesgo porque se presentan complicaciones al no tener un cuerpo desarrollado”.

Mujeres esperan atención en la comunidad Puerto Belén.

Después de que Sonia fue entregada al hombre que había pagado por ella con su trabajo, éste se la llevó a una comunidad alejada de donde ella nació. Desde entonces, no ha vuelto a ver a sus padres y también sufre violencia familiar. “Cuando mis padres me entregaron a mi marido, él me trajo aquí, yo no quería dejar a mi familia. Ahora él me pega y nadie me defiende”, lamenta.

Pero se niega a denunciarlo, porque dice que ha llegado a quererlo. Suspira para disimular el sufrimiento que ha dejado salir para contarnos su historia y luego se queda en silencio como si pensara que habló demasiado.

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