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Inspección contabiliza 923 colmenas afectadas y quedan otras 269 por evaluar

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Carlos Tellería para Guardiana (Bolivia) y foto de Jaime Vargas

Miércoles 30 de junio de 2021.- Hasta el viernes 25 de junio se había calculado que 400 colmenas habían sido afectadas en el departamento de Santa Cruz. La cifra subió a 923 después de concluida la evaluación de la inspección que una comisión interinstitucional realizó en las zonas afectadas el pasado viernes. Los resultados de ese trabajo fueron evaluados el lunes, informó el gerente de la Asociación Departamental de Apicultores de Santa Cruz (Adapicruz), Osvaldo Soruco Aponte.

Y ni siquiera podría ser solo esa alta cifra porque aún quedan otras 269 colmenas que serán evaluadas el viernes en la comunidad Nuevo Horizonte, municipio de Okinawa. Si esos datos se consolidan, la cantidad de colmenas afectadas alcanzaría la cifra de 1.192.

Técnicos del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag) y de la Empresa Boliviana de Alimentos y Derivados (EBA) y productores apicultores visitaron las regiones afectadas, explicó Soruco. Un boletín de prensa de Senasag aclara que también estaban representantes del Ministerio de Medio Ambiente y Aguas, y de la Universidad Gabriel René Moreno.

El documento, difundido el domingo, hace notar que la inspección no solo se realizó en el municipio de San Julián, próximo al Río Grande, sino también en el municipio de El Puente.

De lo analizado en las visitas, los técnicos toman en cuenta solo las colmenas muertas, dijo el Gerente de Adepicruz. Se han hallado 270 colmenas completamente vacías y algo más de 50 núcleos muertos (una colmena tiene su abeja reina y 70.000 abejas, en cambio el núcleo tiene reina y unas 10.000 abejas). Las imágenes tomadas por el apicultor Jaime Vargas Justiniano muestran parte de lo ocurrido (ver video).

ESTIMACIÓN PRELIMINAR DE LAS PÉRDIDAS

Con esos datos parciales, el cálculo preliminar de pérdidas económicas mínimas sería de 561.000 bolivianos por cerca de 300 colmenas consideradas "muertas", comenta Soruco. Aclaró que las abejas "sobrevivientes" irán muriendo en el curso de los próximos días y entonces habrá que modificar la cuantificación de daños.

La semana pasada, el propio Soruco anticipó que las pérdidas económicas podrías ser cubiertas mediante el pago de un resarcimiento de daños.

En esos días, también se esperó que en Villamontes (Tarija) se anuncie un plan nacional de apoyo a la apicultura, pero el Gerente de Adapicruz no tiene detalles del asunto y cree que se trataría de una iniciativa para la producción local.

HASTA 15 DÍAS PARA EL LABORATORIO

Los efectos de una sustancia contaminante en la región empezaron a sentirse el 27 de mayo. Ese día, las abejas tenían una conducta rara, se mostraban agresivas entre sí, pero en realidad estaban agonizando. En la mañana de esa jornada los apicultores vieron una avioneta que sobrevolaba la zona. Entonces, alzó vuelo la sospecha de que se trataba de la fumigación en campos cercanos de maíz y trigo.

Hasta la fecha se desconoce cuál es la sustancia diseminada que eliminó a las abejas. El director general ejecutivo del Senasag , Patrick Nogales, informó que fueron recogidas muestras de las colmenas, de vegetación y cultivos aledaños y del suelo, pero también abejas moribundas para establecer la causa real de la mortandad de los insectos.

Las muestras fueron enviadas al Centro de Investigaciones Químicas (CIQ) de Cochabamba y se explicó que los resultados de los análisis de laboratorio serán conocidos en un plazo de 15 días.

Al margen de las propuestas que se vayan a plantear para los apicultores afectados, el Gerente de Adapicruz dijo que tiene que ser discutida la situación de la apicultura en general, porque lo que sucede en los apiarios contaminados es consecuencia de algo.

¿SÍNDROME DE COLAPSO DE COLONIAS?

La bióloga Yandery Kempff dijo a Guardiana que debido al mal uso de los productos es posible que el agroquímico no solo llegue a los cultivos a los que está destinado, sino también puede afectar a las zonas aledañas o próximas como, en el caso de las colmenas, hasta los apiarios.

Sugirió no olvidar que un suceso de estos no solo causa daños al medioambiente y a la producción, sino también deja contaminación en los suelos y las fuentes de agua.

Comentó que será importante conocer exactamente qué sustancia afectó a las abejas para sacar conclusiones más certeras de lo sucedido. Esta opinión es compartida por la bióloga Marcia Gabriela Rivadeneira, quien recomendó también realizar un estudio de sanidad de las abejas para establecer si fueron o no víctimas del llamado síndrome de colapso de las colonias.

Este síndrome es causado por la presencia de parásitos, ácaros, hongos, monocultivos intensos y fragmentación de hábitat, pero también por el uso indiscriminado de pesticidas. Las abejas a cargo de la alimentación de la colmena no pueden regresar a ella por efecto de la desorientación y/o agotamiento.

Rivadeneira dijo a Guardiana que lo sucedido con las colmenas es producto de la interacción de algunos factores: apicultores que utilizan herramientas adecuadas de trabajo, pero otros no lo hacen; agricultores que hacen buenas prácticas, pero otros solo buscan su propio beneficio, y finalmente, instituciones que no siempre son estrictas al exigir el cumplimiento de las normas.

¿POR QUÉ DEBEMOS PREOCUPARNOS POR LAS ABEJAS?

Las abejas, junto con otros polinizadores como las mariposas, aves, escarabajos, incluso murciélagos, son consideradas responsables de gran parte de la polinización del 75 por ciento de los cultivos de alimentos en el mundo y ayudan a la reproducción de las plantas, según la FAO.

Las abejas no solo proporcionan miel, sino también propóleo y jalea real que tienen un alto contenido de nutrientes que pueden ser utilizados para prevenir algunas enfermedades respiratorias y fortalecer el sistema inmune.

El 20 de mayo de este año, Guardiana publicó que la existencia de las abejas está amenazada por seis factores, algunos de ellos causados por los seres humanos como el cambio en el uso de suelos y la fumigación con químicos tóxicos, explicó entonces la presidenta de la Asociación Boliviana de Entomología, María Rene Vacaflores Argandoña. Estas son las seis amenazas:

  1. El cambio de uso de suelos provocado por los humanos que deforestan un área para convertirla en tierra de uso agrícola provoca el desplazamiento de los insectos hacia otros lugares, pero además se pierde la diversidad forestal por los monocultivos.
  2. El uso de insecticidas u otro tipo de tóxicos porque los químicos reducen la población de insectos por mortalidad.
  3. La competencia con especies introducidas, como la apis mellifera, que desplazan a las abejas nativas. Son más grandes y se adaptaron al nuevo hábitat.
  4. El cambio climático y los fenómenos naturales como El NiñoLa Niña, lluvias torrenciales, sequías prolongadas y otros eventos que provocan que la vegetación no llegue a florecer o que se pierdan las fuentes de alimento para las abejas y otros polinizadores.
  5. Enfermedades. Por ejemplo, la aparición de hongos y bacterias no beneficiosos pueden causar que las larvas no puedan desarrollarse ni alimentarse de manera óptima.
  6. Manejo y traslado de insectos polinizadores que son sacados de sus lugares de origen y trasladados a otros sitios.
¿LEJOS DE LOS CULTIVOS AGRÍCOLAS?

Para evitar el riesgo de que las abejas entren en contacto con productos utilizados en la fumigación, expertos como Nabor Mendizábal recomiendan tener los apiarios por lo menos a tres kilómetros de distancia de las tierras agrícolas.

Jaime Vargas ya lleva 17 años en este rubro. Dice que en mayo murieron las abejas y la zona en la que él trabaja está aproximadamente a un kilómetro y medio de los cultivos, y que siempre estaban ahí, y eran fumigados y que en alguna ocasión hubo problemas con los insectos, pero no de la magnitud que le tocó vivir este año.

Otro apicultor afectado es Nilo Padilla Osinaga. Sus colmenas están más o menos a 4,5 kilómetros de los cultivos agrícolas, una distancia superior a la recomendada, pero igual sus abejas murieron.

Limpieza de las cajas de las colmenas afectadas (foto: gentileza Jaime Vargas).

Osvaldo Soruco comenta que el impacto va más allá de lo sucedido con las colmenas destruidas y sugiere tomar en cuenta el daño provocado a la zona de trabajo, ya que habrá que esperar un tiempo hasta que el veneno haya perdido su efectividad antes de volver a trabajar en ella.

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