El arte es fundamental para la vida como humanos, porque sin sueños, sin símbolos, sin códigos que hay que descifrar, sin imágenes y sonidos organizados en los que plasmamos nuestras conciencias e inconciencias, no existimos plenamente. Sin arte la vida es hueca, insulsa, insípida, anodina.
Es un universal. El arte está por todas partes en todos los tiempos de las culturas humanas, aunque no se haya llamado así, aunque haya cumplido funciones vinculadas a la invocación de lo sobrenatural, a la consolidación del poder, al fortalecimiento de la cohesión social, a la expresión de emociones, al delirio, al viaje psicodélico, a la muerte, o a la misma vida. Cumpliendo su papel como portadora de significaciones, el arte es necesaria en las vidas humanas, y no es cierto eso de que es un rasgo secundario, bonito, pero innecesario, como muchas mentalidades cuadradas afirman y quieren imponer. No: el arte es necesario socialmente, sí, pero a pesar de su papel de cemento social y espada del poder, es, puede ser, mucho más.
El arte puede ser alas, nubes, naves para surcar el cielo de nuestra psiquis más recóndita y conquistar, a través de sus obras, los más remotos rincones del universo.
El arte puede ser consuelo, como es una canción, compañía, como es una melodía silbada en medio del campo solitario, alegría, como un baile, esperanza, como una imagen donde proyectamos nuestro futuro. El arte está ligado a las cosas mejores de los seres humanos, aunque también puede reforzar las peores. Desde que tenemos modernidad, sabemos que el buen arte ayuda a crecer y a abrir el alma para ser mejores. Es el arte que debemos buscar, preferir y sembrar en nosotros.
El arte también está en las artesanías, en adornos, en las cositas, en las pequeñas experiencias significativas, en las ideas nuevas, en las personas que nos hacen bien. Por eso Fromm hablaba del arte de amar, que, como el arte de vivir, requiere de dominio profundo a través de la teoría y, claro, de la práctica. Las artes se dominan en el ejercicio, el esfuerzo, el tanteo, en el ensayo y el error, pero como el arte de amar, aquél que las domina vivirá mejor, y será mejor.
También hay buenas artes y malas artes. Cada quien sabe cuál elegir, y cuál cultivar. La sutil diferencia entre unas y otras muestra la gradiente humana que allí está: cielo e inframundo, pasión y sosiego, vicio y virtud, mal y bien, caminan por el arte.
Pero el arte también es mercado. Como todo en el mundo del comercio, el arte también se subyuga sus leyes: pero ¿por qué estaría mal, si el mundo del mercado nos ha abierto tantas posibilidades de crecimiento a los humanos? El intercambio abierto, el placer de las cosas. No, no es una loa al consumismo. Es sólo entender que los seres humanos necesitan del intercambio libre. Pero claro, como todo lo humano, también el mercado, y el arte en él, esconden un lado oscuro. La especulación desmedida, el encarecimiento de obras que quizás no valen lo que cotizan, la fatuidad, la fama, la sordidez de las leyes del mercado desbocado. El arte allí deshumaniza, o humaniza de una manera un tanto enfermiza: la tiranía de las compraventas, los negocios turbios, los enriquecimientos sin mérito. Pero el arte también, al mercado puede imponerse, si es arte que trasciende.
El arte también es esnobismo, petulancia, provincianismo, vacío de sentidos, acontecimientos vanos, obras huecas, repeticiones tontas. Depende quién, y cuándo, y cómo, se relaciona con el arte para que sea arte que ayuda al crecimiento, a la mejora y esclarecimiento del alma humana.
A pesar de todo, el arte, al final del día, el arte, la música, la pintura, la poesía, a pesar de todos, en algún rincón del universo humano, el arte cura, avanza, renueva, trasmuta. Engrandece al artista y al que la disfruta. Expande el sentido y la profundidad de la experiencia humana. Incrementa la creatividad de la especie, intensifica la belleza y el placer, aminora el dolor y arrincona la muerte. El arte amplía la memoria, enmienda las caídas, purifica la tristeza.
A pesar de todo el arte. A ella me debo, porque hace que mi vida sea fénix, sea luna nueva, flor de loto, ouroboros. Hacer de nuestra vida un arte. Y hacer, quiero repetirlo, del arte el sostén magnífico y prodigioso de nuestra vida y de nuestro paso pleno hacia la muerte.
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