Por Luciana Mermet, Representante Residente, PNUD Bolivia:
Esta semana ha llegado un dinosaurio a la Asamblea General de las Naciones Unidas a darnos un mensaje contundente: no elegir nuestra propia extinción.
Con cierto nivel de humor e ironía, se presenta como único sobreviviente de la especie más grandiosa que jamás haya caminado sobre la tierra, y nos brinda una lección sobre la extinción: “Ya es hora de que los humanos dejen de poner excusas y comiencen a hacer cambios” para abordar la crisis climática. “Al menos nosotros tuvimos un asteroide”, advierte el dinosaurio, refiriéndose a la teoría que explica su extinción hace 70 millones de años. “¿Cuál es su excusa?”, interpela a los y las asambleístas.
A poco de iniciar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26 en Glasgow, Reino Unido, esta pregunta reflexiva resuena la urgencia de tomar acción sobre la crisis climática y cómo contribuir para revertir el curso de acción actual hacia un colapso planetario.
Cada año se gastan en promedio 423.000 millones de dólares estadounidenses en subsidios al consumo de combustibles fósiles —petróleo, electricidad, gas y carbón—, que representa cuatro veces la cantidad comprometida por los países desarrollados para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a la crisis climática. La forma en que los subsidios a los combustibles fósiles impulsan la desigualdad es pasmosa: la mitad del importe total beneficia tan solo al 20% más rico de la población.
En este sentido, el último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD anticipa una alta probabilidad de incremento de días adicionales con temperaturas extremas hacia finales de siglo (100 días en un escenario sin mitigación). Esta situación afectará, sobre todo, a los países con Índice de Desarrollo Humano bajo y muy bajo, que resultará en cambios climáticos más drásticos, trayendo nuevas cargas de desigualdad.
Un nuevo análisis del PNUD muestra que el total gastado en estas subvenciones podría acabar cuatro veces con la pobreza energética mundial o financiar las vacunas contra la Covid-19 para todas las personas a nivel mundial. En cambio, estos fondos públicos terminan profundizando la desigualdad e impidiendo la acción climática.
El pasado 9 de agosto, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó su esperado sexto informe de evaluación. La conclusión es clara: el cambio climático es una realidad y es la crisis que define nuestra era. Se está intensificando, se está acelerando y la causa es nuestro uso de los combustibles fósiles: cerca del 90% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2) procede de los combustibles fósiles y de la industria.
Poco a poco estamos acercándonos peligrosamente a un aumento de 1,5° C de media en la temperatura que nos pondrá ante una crisis climática mundial inevitable, irreversible y sin precedentes, que intensificará los fenómenos naturales adversos.
“Es un código rojo para la humanidad”, dijo el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, que podría afectar todos los avances en materia de desarrollo logrados en los últimos decenios y detener el progreso hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Con decisión y voluntad política, aún queda tiempo para evitar los peores impactos del cambio climático. Según el IPCC, una reducción fuerte y sostenida de las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero podría mejorar la calidad del aire, y en 20 o 30 años las temperaturas mundiales podrían estabilizarse. Sin embargo, a pesar de conocer la claridad del objetivo, seguimos sin actuar con determinación frente a la crisis planetaria.
El PNUD, a través de la iniciativa Promesa Climática, de la cual Bolivia es parte, apoya a 120 países, que representan el 85% de todos los países en desarrollo, con el fin de elevar la ambición en el marco del Acuerdo de París introduciendo refinamientos a las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés). En un análisis sobre los resultados a la fecha, el PNUD informa que el "mecanismo de trinquete" del Acuerdo de París está funcionando. Sin embargo, también identifica que los pequeños Estados insulares en desarrollo y los países menos adelantados continúan liderando el camino hacia una mayor ambición, y es hora de que los países del G20 asuman esta responsabilidad.
La crisis por Covid-19 es una oportunidad para que los gobiernos y responsables de políticas a nivel mundial actúen ahora para prevenir las consecuencias catastróficas del cambio climático. Con planes de recuperación y estímulo podemos ayudar a construir economías cuyas inversiones respondan a las necesidades nacionales ajustándose al Acuerdo de París y a los ODS.
La predicción del dinosaurio que irrumpió en la Asamblea General no es inevitable. Si trabajamos juntas y juntos, todavía podemos tener un impacto inmenso, limitar el calentamiento global a 1,5ºC y reducir hasta en varios cientos de millones el número de personas susceptibles de sufrir riesgos de pobreza relacionados con el clima antes de 2050.
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