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El aislamiento social, el retiro de la escuela y las rutinas actuales de la vida están impactando sobre la salud de los niños y adolescentes, especialmente en la esfera mental debido al estrés. Desde que se anunció el ingreso del coronavirus a Bolivia el 10 de marzo de 2020, tuvimos un cambio sin precedentes en la forma en la que organizamos nuestra vida diaria. Algunas de las áreas importantes más afectadas y su impacto son las siguientes:

Cierre de escuelas: El sistema educativo es uno de los pilares más importantes en la vida de un niño y ha sido abruptamente afectado por la pandemia desde marzo del 2020, ingresando a un inédito sistema educativo “on line” en nuestro país. La participación en la escuela virtual requiere algunos recursos económicos, como tener una computadora y acceso a Internet. Esto ha desnudado la inequidad entre las familias. Y la disparidad socioeconómica también puede ser un factor que contribuye a la incomodidad de un niño, según la psicóloga infantil Joy Santhosh, quien ha descubierto que los niños a menudo se sienten incómodos mostrando sus hogares durante las videollamadas, debido al temor a ser juzgados por sus compañeros de familias en mejor posición económica.

Otro hecho es la pésima velocidad de internet en nuestro país que hace que muchos se desconecten o pierdan partes de la clase y se sientan fuera de sincronía (esto lo he verificado inclusive al dar mis clases en la universidad, donde algunos universitarios pasaban clases desde salas de internet públicas).

Todo esto está llevando a que los niños se sientan desmotivados y solos, y estén mostrando síntomas de hiperactividad y problemas sensoriales como resultado directo de sus clases en línea. Por otro lado, la educación virtual ha incrementado el “tiempo en pantalla” con consecuencias en la salud visual como el “ojo seco” y las conjuntivitis. Los padres de familia también incrementaron su estrés a raíz de las clases en línea especialmente con los niños más pequeños que requieren un control parental y ayuda para esta nueva manera de pasar clases.

El retorno a clases sin duda alguna será beneficioso desde el punto de vista educativo y salud mental, pero será importante garantizar la disposición de ambientes ventilados y adecuados, uso de barbijos, lavado de manos, maestros y población con buena cobertura de vacunación contra Covid-19 (no se trata de poner túneles de fumigación y hacer que los niños usen trajes de “bioseguridad”. Estos de ninguna manera previenen contagiarse de Covid-19). ¿Será que estamos preparados para este desafío?

Sedentarismo infantil: Para que se comprenda mejor, son aquellas actividades que realizamos las personas sentadas o reclinadas y para las que empleamos muy poca energía (es decir niños pasando el tiempo en pantallas educativas o de juegos, donde solo mueven los dedos y los ojos). La actividad física es una parte muy importante de la salud del niño y, sin embargo, según la Academia Americana de Pediatría (AAP) solo uno de cada cuatro niños cumplía estas pautas antes de la pandemia. Las recomendaciones de la AAP para niños escolares son de 60 minutos de actividad física moderada a intensa diaria por lo menos 5 días en una semana (quiere decir desde correr a practicar deportes) y para adolescentes 60 minutos de actividad física casi diaria.

Las recomendaciones de los pediatras no solo deben limitarse a la dieta, sino también a la necesidad de ejercicio. Actualmente en pandemia las posibilidades y oportunidades de hacer ejercicio se han reducido drásticamente, esto nos está permitiendo ver a los pediatras más niños con sobrepeso y obesidad. El impacto de la actividad física sobre la salud es enorme, y existe mucha evidencia de que la actividad entre moderada y vigorosa mejora la salud cardiovascular y la condición de los músculos y los huesos, el peso corporal y los factores de riesgo cardiometabólicos. Por otro lado, pocos conocen los beneficios que tiene la actividad física en el comportamiento de los niños, su enfoque y desempeño académico.

La desnutrición materno infantil y la mortalidad infantil: Si bien las mujeres en edad reproductiva y los niños pequeños se libran en gran medida de los efectos directos del Covid-19 (es decir, enfermedades graves y muerte), existen efectos indirectos dramáticos en la salud materna y desnutrición infantil y mortalidad infantil en la generación actual. La crisis económica, las interrupciones de los sistemas de salud (especialmente en las vacunas contra enfermedades comunes) se calcula que tendrán un impacto importante  sobre la salud de mujeres embarazadas (luego en el recién nacido), desnutrición infantil, anemia y brotes de enfermedades que habíamos controlado por las vacunas (actualmente estamos viendo una caída preocupante de las coberturas de vacunación contra coqueluche, sarampión, ocasionada por miedo de los padres a acudir a centros de salud donde pueden contagiarse de Covid-19 o porque simplemente los centros de salud están muy centrados en Covid-19).

Experiencias traumáticas y adversas: Los psicólogos e investigadores parecen coincidir en que cuanto más trauma y situaciones estresantes experimente un niño, más profundo será el impacto. Durante esta pandemia los niños y adolescentes se enfrentaron a temores nuevos como la pérdida de trabajo de sus padres, enfermedad de familiares o en el peor de los casos duelo por pérdida de sus padres o familiares. Estudios en diferentes países están mostrando incrementos significativos de trastornos de ansiedad y depresión entre niños y jóvenes. Aunque se desconocen los efectos agudos y persistentes de la pandemia de Covid-19 en los niños, existe evidencia de que otras exposiciones significativas al estrés, como los desastres naturales y las crisis macroeconómicas, afectan profundamente la dinámica familiar y dejan una huella duradera en el desarrollo y la salud mental. Investigaciones anteriores sobre desastres sugieren que los niños expuestos exhiben problemas emocionales y de comportamiento que incluyen agresión, ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático.

Otro aspecto que no debemos dejar de lado es probablemente el incremento del maltrato infantil como consecuencia del estrés familiar, tensiones en las relaciones y violencia doméstica relacionada con el encierro doméstico. En este contexto algunos niños son especialmente vulnerables a los problemas de salud mental, en particular aquellos con enfermedades mentales preexistentes, necesidades de apoyo complejas o aquellos que tienen problemas de salud mental no diagnosticados. Seguramente este tema será motivo de muchos estudios para determinar el impacto o la mejor manera de intervenir estos problemas.

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