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PARTE II//

"Es una niña, se va a olvidar lo que le ha pasado…". Volvemos a traer esta frase pues es muy común escucharla. Es un mito, que lamentablemente es asumido por muchos. Esta es la forma en la que personas con conductas agresivas y también personas co-agresoras, minimizan los actos de violencia a los que someten o sometieron a niñas o niños.

Pero esto definitivamente no es correcto. Podemos aseverar que la violencia "siempre pasa la factura tarde o temprano". Si bien, en la observación clínica de niñas, niños, adolescentes o personas adultas que fueron sometidas a violencia, se identifican los cambios de conducta, trastornos del desarrollo y otros trastornos mentales, la neurociencia nos trae las evidencias indiscutibles de cómo las diferentes formas de violencia producen alteraciones en el funcionamiento del encéfalo, llegando incluso a alterar su morfología: unas áreas aumentan de tamaño (hipertrofia) o disminuyen de tamaño (atrofia).   

Las manifestaciones en los cambios de conducta, es importante poder detectarlas a tiempo para poder trabajar en la reparación lo antes posible. Estas son diversas, dependiendo del grado de gravedad de los hechos de violencia. Cuanto más temprana sea la edad de la niña o del niño y cuanto más haya durado la historia de agresiones ya sean psicológicas, físicas o sexuales, más profundos serán los daños que se producirán.

Las señales de que una niña, niño o adolescentes están siendo sometidos a alguna forma de violencia pueden ser:

  • Conducta evitativa negándose a quedarse sola o solo, negándose a volver al lugar donde se está produciendo la violencia (la casa, la escuela o la casa de algún familiar) o negándose a estar cerca de una persona (que es la agresora).
  • Se tornan tímidos, retraídos, con sentimientos de inferioridad.
  • Pueden presentar terrores nocturnos, enuresis o encopresis (el primero se refiere a orinar y el segundo a defecar en la cama, cuando ya controlaba esfínteres).
  • Tienen dificultades en concentrar la atención, por lo que parecen no comprender las instrucciones que se imparte, lo cual en muchos casos repercute en una baja en el aprovechamiento escolar. 
  • Tristeza, a veces expresado en llanto. También pueden tornarse irritables, con estado de ánimo deprimido. Pueden tornarse autodestructivos, con reiteradas manifestaciones de cutting (cortes en la piel, autoinfringidos con la intensión de castigarse).
  • En situaciones de violencia sexual, la niña o el niño pueden tener conducta hipersexualizada pues han sido sometidos a una sexualización precoz. 

Y si los hechos de violencia a los que son sometidos niñas o niños, no han sido detectados y trabajados en su reparación, más adelante pueden influir decididamente en trastornos mentales:

  • Investigaciones realizadas en los últimos años, han reportado que más del 30% de los trastornos psiquiátricos en adultos, dependen de una historia de violencia en la infancia. Y se pudo identificar que los trastornos depresivos, trastornos bipolares, trastornos de ansiedad, trastornos de personalidad y síndrome de estrés postraumático, tienen un inicio más temprano, tienen episodios de mayor duración y son más severos llegando incluso a mayor número de suicidios (Klein DN et.al. Depress Anxiety 2009).
  • Y las imágenes de tomografías con emisión de positrones pueden refrendar el porqué de estas manifestaciones.  Se detectó un menor tamaño intracraneal (7%) y cerebral (8%) en víctimas de violencia sexual infantil que en el grupo control. Los resultados indicaron que el volumen intracraneal se correlaciona de forma significativa con la edad de inicio y un menor tamaño craneal en las víctimas de violencia a más temprana edad (Rodrigo Chamorro O. Prof. Neurociencias y Psiquiatría Universidad de Santiago de Chile – 2017).
  •  Para nombrar algunas áreas del encéfalo que están alteradas en personas que han sido víctimas de violencia en su infancia, tenemos que: el Hipocampo (encargado de la memoria, aprendizaje y control del estrés) está disminuido de tamaño.  También se ha descrito una gran disminución de la sustancia gris en la Corteza Prefrontal (encargada del juicio y la planeación/control de los impulsos). Hay atrofia o pérdida neuronal en el Cíngulo Anterior (responsable de la anticipación de recompensa, toma de decisiones, empatía y emociones). Un área que aumenta se volumen es la Amígdala (que se encarga de la respuesta de alarma al estrés, controlando los niveles de ansiedad). También está alterado el desarrollo del Hipotálamo (que controla a la Hipófisis que regula casi todo el sistema hormonal) y del Tallo Cerebral (encargado del ritmo cardiaco, respiración, ritmo sueño/vigilia y emociones).

Claramente, las imágenes de estos exámenes se correlacionan con los síntomas que identificamos en las víctimas, lo que corrobora la aseveración de las profundas huellas que deja la violencia.

Sin embargo, no todo está perdido, pues cuanto más precoz sea la detección y se pueda brindar la debida atención, también se ha demostrado científicamente que estas alteraciones pueden revertirse en base a una intervención psicoterapéutica y psiquiátrica especializadas.

Pero además deberemos seguir insistiendo en la importancia de la prevención, ante todo con un trabajo sistemático de cambiar la cultura de tolerancia a la violencia en nuestras prácticas cotidianas y estableciendo sistemas de protección a nivel familiar, a nivel escolar, a nivel comunitario y a nivel de las diferentes instancias del Estado.

La Salud Mental no es un privilegio, es un Derecho!

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